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Caso Skripal: espías, venenos y perfumes de Guerra Fría – 18 de julio de 2018

La última dosis del veneno que casi mata a un antiguo espía ruso en Inglaterra salió de un perfume. Eso acaba de decir un hermano de una víctima que sigue en el hospital. Su novia ha muerto. Ha pasado, de nuevo, en Salisbury, el lugar donde Sergei Skripal y su hija Yulia fueron envenenados en marzo. Pero estos están vivos. A Yulia se la vio lozana en un vídeo; de su padre no hay noticias. Le dieron el alta y se esfumó, desapareció del radar de la sagaz prensa británica que en coro con su gobierno señaló a Rusia como culpable. Londres, Washington, París, Madrid… casi todos respondieron con la mayor expulsión de diplomáticos rusos desde la guerra fría: todavía no han vuelto.

A las autoridades británicas les faltó tiempo para decir que Rusia había intentado matar a su antiguo espía (en realidad, agente doble) con un veneno made in USSR. Novichok, de nombre. Theresa May, que entonces tampoco pasaba por un gran momento de popularidad, habló de ataque en suelo británico, ese lugar sagrado por el que Churchill pasó a la historia entre sangre, sudor y lágrimas. Jeremy Corbyn, el líder de la oposición, osó cuestionar la certeza del ataque y por eso le sacaron con un gorro ruso en la portada de The Sun. Corbyn, «agente de Moscú». No hubo muchos más valientes desde entonces. Novichok se dijo, y amen, por mucho que Rusia lo negase. Y lo siga negando.

En el mundo del espionaje abundan las brumas y esas a veces son las que nublan los once kilómetros que separan Salisbury de Porton Down, condado de Wiltshire. Porton Down es una de las principales bases de investigación militar del ejército británico. Un equipo de la BBC entró el año pasado porque cumplía cien años y les enseñaron algunos inventos: nuevos gases lacrimógenos, armaduras sintéticas y, vaya, laboratorios donde se estudia cómo convertir el ébola en un arma biológica para la causa de la libertad. En el reportaje de la BBC no se citaba al Novichok. Podría ser que lo manipulasen, podría ser que no. La discreción, esa gran virtud británica y de la guerra.

El río más próximo a Porton Down es el Bourne. Como Jason Bourne, espía killer literario y cinematográfico. Y cerca está Larkhill, una de las mayores bases del ejército británico. Ahí es donde Alan Moore imaginó que nacía su terrorista anarquista de V de Vendetta. V, cinco, el número del cuarto donde le encerraban mientras la dictadura distópicamente fascista le sometía a experimentos químicos que le convertirían en un superhombre vengador. «El veneno está en la dosis», decía Paracelso para hoy alegría de homeópatas y chamanes. También es dicho común que el veneno es el arma de matar de la mujer: discreto, silencioso. Lascivo y mentiroso como un perfume.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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