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Cinefórum XVI – Rufufú

Sin duda, los atracos son situaciones extremas, intensas, y de las que el cine comenzó a aprovecharse muy pronto. El paso de las décadas ha ido moldeando un subgénero protagonizado por ladrones que asaltan todo tipo de objetivos: trenes, cámaras de seguridad de los grandes bancos y, por qué no, casas de empeños. Forman parte de esta historia los que salen bien, que alguno ha habido; pero, sobre todo, los que salen mal, que pueden convertirse en un drama o, como en I soliti ignoti, en la comedia más desternillante.

Para crear una de las varias obras que le llevaron a la ceremonia de los Oscar, Mario Monicelli decidió seguir la estela de una mítica producción francesa, Rififi, pero poniendo en valor las ventajas comparativas italianas: si Jules Dassin había logrado crear un clásico del cine negro europeo a partir del metódico golpe perpetrado por un exconvicto contra una joyería, él despacharía una de las grandes comedias del cine italiano poniendo frente a las cámaras a un grupo de cacos de poca monta, armados con toscas herramientas y decididos a completar un plan absurdo para desvalijar un Monte de Piedad.

i-soliti-ignotiQue encarnasen la cuadrilla unos jóvenes Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman, una todavía secundaria Claudia Cardinale e incluso el padre espiritual de la risa italiana, el mítico Totò, explica, al menos en parte, la transición de Rufufú entre el buen cine y su lugar en la historia de la comedia transalpina. La coincidencia de tanto talento, el guion hilarante y la experiencia y capacidad de producción de Cinecittá, ayudan a comprender algo mejor la importancia de la película de Monicelli. Pero nada explica la poca fama que tiene fuera de Italia una cinta que, sin lugar a dudas, debe ser considerada como una de las obras maestras de la comedia europea.

Cualquier sinopsis o crítica de Rufufú (I soliti ignoti) debe estar subordinada a la ferviente recomendación de ver la película. Cuanto antes. Ninguna descripción de El Siciliano (por cierto, custodio de la belleza de su preciosa hermana, bocatto di Cardinale), puede explicar del todo ese rostro hierático, con el que lo mismo ofrece un café que amenaza de muerte; no es posible transmitir lo absurda que resulta la inclusión del padrazo y fotógrafo Mastroianni en el plan, ni tampoco su presencia en el asalto al objetivo con el brazo en cabestrillo; y, desde luego, no hay modo de que entiendan, al menos hasta haberle conocido, la grandeza de Virtus el boxeador, Peppe il pantera, metódico ladrón, no ya de una casa de empeños benéfica, sino del propio plan que otro había trazado para robarla.

Simplemente, vean Rufufú. Disfrútenla. Nosotros volveremos a hacerlo más pronto que tarde.

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