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Cinefórum XXXVII – El mal (Ondskan)

Venimos de ver The Tribe, una cinta tan poderosa como única, ambientada en un espacio tan interesante para el mundo del cine como son los internados. Es cierto que normalmente unimos esas grandes instituciones de educación, normalmente secundaria, con el mundo anglosajón, pero en esta ocasión vamos a visitar una muestra de su existencia en otras latitudes y otras épocas, en la Suecia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Nos vamos a conocer Stjärnsberg (los suecos saben poner nombres como pocos) de la mano de El mal (Ondskan, 2003).

Jan Guillou es un personaje que daría para mucho. El más famoso periodista de investigación de Suecia, autor de best sellers, antiguo activista comunista y hasta acusado de ser miembro de la KGB durante los años setenta. Pero en su larga carrera profesional posiblemente su obra más destacada sea Ondskan, una novela que se dice que ha sido leída por al menos una cuarta parte de los suecos y que consiguió ganar en 1990 el Prix France Culture como mejor libro traducido al francés. Destacando por sus obras dedicadas a los espías o a las aventuras de un templario, al final una autobiografía novelada parece ir a ser la gran herencia de Guillou.

Portada OndskanLa película inspirada en el libro se basa en la construcción del protagonista, Erik Ponti, y el tratamiento de la violencia que en todo momento bulle en su interior. Mikael Håfström, director que acabaría fagocitado por Hollywood y dirigiendo a Stallone y Schwartzenegger en Plan de escape (Escape Plan, 2013), muestra una gran capacidad para mantener en todo momento la tensión, haciendo que los diferentes episodios de la vida en el internado sirvan para contar una misma historia y eviten convertirse en una serie de sucesos aislados. Mucho ayuda, también es necesario admitirlo, la actuación de Andreas Wilson, irreprochable como Ponti.

El mal consiguió colarse en la ceremonia de los Oscars nominada a Mejor película de habla no inglesa. Allí coincidiría con otra película de nuestro cinefórum, El ocaso del samurái (The Twilight Samurai, 2003). Por supuesto ninguna de ellas ganaría, tal honor le correspondió a Las invasiones bárbaras (Les invasions barbares, 2003), pero ambas demostraron que hay cinematografías que consiguen defender sus productos de manera más que interesante. El mal no es una obra maestra, pero sí un ejercicio de tensión continua que, sin querer estropearle la película a nadie, termina explotando de manera más que satisfactoria para el espectador.

Ismael Rodríguez Gómez
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