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Arte y Letras

Efecto Marwan: de cómo la poesía ha llegado a ser número uno en ventas

La poesía está de moda. O al menos los poetas. Desde hace cuatro años viene siendo habitual encontrarse dos o tres poemarios entre los más vendidos, llegando alguno a lo más alto. Lo reseñable es que no se trata de títulos concretos, sino que estos van rotando y es extraño el mes que no se muestra una nueva gama de autores. Esto, que hace cuatro años parecía impensable, hoy es una realidad. O al menos parte de la realidad. Porque no es la poesía en su conjunto la que está de moda, sino una marcada línea editorial que empieza a vislumbrarse como fenómeno sociológico. Y lo que aún resulta más significativo: es el público quien los ha encumbrado, a través de las redes sociales.

El comienzo lo podríamos situar en 2011, con la aparición de Marwan y la editorial Noviembre. La triste historia de tu cuerpo sobre el mío (su primer poemario) supera a día de hoy los doce mil ejemplares, abriendo el camino a un tipo de poesía muy popular, con el tema predominante del amor y la narración de escenas cotidianas. Gracias a él la poesía alcanza ese nutrido (y olvidado) público adolescente, que antes se limitaba a Machado y Manrique y veía en el género algo obtuso y complejo, acusando quizá su falta de narratividad. Y aunque resulte pueril señalar que la poesía siempre ha tenido su sitio, no resulta menos evidente que nunca lo había conseguido de forma tan mayoritaria, al menos en nuestros días. Y esa oportunidad la aprovecha Noviembre, punta de iceberg de otras editoriales menores que han ido surgiendo o remontando su vuelo tras la crisis, convirtiéndola en apuesta segura para la salud de toda librería.

Pero si Noviembre publica a Marwan, Lapsus Calami lo hace con Elvira Sastre. En 2013 toma el relevo con su Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo (también su primer libro) y consigue destacar en los principales periódicos del país y ser leída por miles de personas. Practica una poesía desenfadada y directa, también de tema amoroso, con imágenes sugerentes y versos que fácilmente serían utilizados como eslogan («A la mierda / el conformismo: / yo no quiero / ser recuerdo»). El éxito llega rápido y el movimiento crece, y dos son los motivos para ello: el boca-oreja entre su público y el respaldo de Benjamín Prado en su prólogo: «El que intente hacerle daño a sus poemas se las tendrá que ver conmigo». A día de hoy, tanto Marwan como Sastre han continuado su labor con un segundo poemario (Apuntes sobre mi paso por el invierno y Baluarte, respectivamente), que si bien mantienen su tono y temas, no han llegado a las cotas de identificación de su ópera prima.

Marwan y Sastre son los dos astros sobre los que orbita esta nueva poética, aupando a sus editoriales y con ellas a los nuevos nombres: Diego Ojeda (Mi chica revolucionaria), Pedro Andreu (Laura y el sistema), Carlos Miguel Cortés (Intranerso), Rafael Lechowski (Larga brevedad), David Martínez Álvarez «Rayden» (Herido diario), Rafa Pons (A cuento de nada)… a los que hay que sumar otros tantos como Escandar Algeet, Salem, Marcus Versus o Ajo, que ya venían demostrando que la poesía podía competir en materia de ventas con la novela.

Hechas las presentaciones, analicemos este éxito masivo. Porque ocurre que no son pocas las voces discordantes que dicen que no hablamos de poemas, sino de ocurrencias teñidas de verso. Y sin embargo es el público quien elige, y elige estos y no otros… ¿Por qué?

El público. Hoy en día, una editorial puede apostar por un autor desconocido, pero para estas «pequeñas grandes editoriales» importan de igual modo otros factores, como es el de la promoción. Esta viene dada a través de internet, que se muestra como el baremo perfecto para saber si un título va a funcionar o no. El acceso a internet es común para todos, pero son los más jóvenes los que dominan las redes sociales, como medio de promoción o acceso al trabajo de otros, y su actividad resulta vital para el establecimiento del género. Por lo tanto, su público será predominantemente joven, en gran parte adolescente, en su mayor parte femenino, que decide lo que es válido y  juzga qué eventos o productos deben promocionarse. Si un autor saca poemario y cuelga poemas en una página y son leídos y compartidos por un gran número de futuros clientes, esta será la promoción más segura, fiable y gratuita para que su libro se compre en tienda: se conoce el producto, se ha dado el «sí, quiero». Si un autor novel cuelga sus poemas y es seguido por un gran número de lectores tendrá grandes posibilidades de ser publicado, como ha ocurrido con Irene X. Porque hoy por hoy es el público quien decide qué se publica y qué no, es la apuesta segura de la democracia.

El canal. Todos los autores que hemos citado y aquellos que encuadraríamos en este grupo tienen el denominador común de ser profusamente activos en Facebook y Twitter, Tuenti o Instagram, y sus seguidores se cuentan por miles. Un poema en el muro de Marwan contará con varias centenas de «me gusta»; un tweet de Elvira Sastre tiene aseguradas decenas de «favoritos»; una foto de Diejo Ojeda, Marwan y Samir Abu-Tahoun Recio durante un recital en Leganés le gusta, a día de hoy, a quinientas cuarenta y nueve personas… Esta es la realidad: ocupar un mercado en la selva de mercados, donde todo parece restringido. Esto, que no es sino el emblema más visible de la democracia, tiene para unos un aspecto positivo y para otros uno puramente negativo. En el caso de los primeros se verá una libre disposición de venta, gracias a la cual el cliente elige y no «es elegido» por profusas actividades de marketing y anuncios en autobuses; en el caso de los segundos, se vuelve sobre la noción de que la poesía es un arte minoritario, quizá elitista, y gran parte del mismo solo puede ser comprendido por un lector competente. Ante esta diatriba, la cuestión de siempre: ¿por qué llegan estos autores y no otros (más consagrados, más reconocidos) verdaderamente al público? ¿Por qué aquí la mayoría y antes la minoría? Sirva como ejemplo de progresión el pack navideño que la editorial Alsari sacó al mercado con Diejo Ojeda, Carlos Salem y Pedro Andreu, formando un solo paquete de regalo, al igual que el premio Planeta hace con su ganador y finalista.

La profesión. Blake Snyder, en su conocido libro sobre el guion cinematográfico ¡Salva al gato!, cuenta cómo la industria hollywoodiense se decanta en nuestros días por las segundas partes de obras conocidas, así como la adaptación al cine de cómics, series de televisión y bestseller mundiales. El motivo no es otro que saltarse la instrucción al evento, ese de qué va esa peli, de modo que el espectador ya cuenta con un referente claro en su memoria y sabe lo que va a ver. Es innegable que algo parecido ocurre aquí, más allá del valor literario de cada uno y ciñéndonos en exclusividad a la renta de sus productos, que es la revolución de la que este artículo trata. De este modo, Marwan es también cantautor, al igual que lo son otros muchos como Diego Ojeda, Luis Ramiro o Rafa Pons;  Rafael Lechowski o Rayden son raperos y productores musicales; Hovik Keuchkerian, actor y cantante; Fran Fernández o Pez Mago engrosan la larga lista del que maneja y triunfa en el ámbito musical y poético. En definitiva, ocurre lo que ocurrió con el Sabina de Ciento volando de catorce: el público de un medio salta al otro sin necesidad de referentes, sin ese «de qué va ese libro».

La sensación de grupo. El fair play está asegurado a la hora de lanzar un producto: si un autor saca libro contará en su presentación con otro del mismo sello, o compartirá su trabajo en las redes sociales, o asistirá a recitales conjuntos. Esto, que muchos dirán ya existía (incluso que obedece a una labor mercantilista en la que resulta más beneficioso para una editorial situar a dos autores en una presentación) y que ya se podía ver en jornadas poéticas en diversos centros, no es lo mismo. No hablamos de un acto organizado por una entidad que nombra a los autores más distinguidos; no hablamos de un congreso o un festival que señala la poesía que está por venir: hablamos de la presencia real de un amigo junto a otro amigo, con la seguridad del trabajo bien hecho, la venta satisfecha y la crítica favorable, y que ahora no siente reparos en apoyar a un compañero para que avance. Quizá el hecho de que un poeta consiga reconocimiento le haga tomar conciencia de grupo. O puede que signifique el destierro de la soberbia, quién sabe. Lo que sí es cierto son dos cosas: si un autor da un recital se verá acompañado por otro integrante del grupo (comunión); si un autor asiste a una jam, antes o después escuchará los versos de otros no tan destacados y generalmente amateur (cercanía). Lo que se promueve con esto es un único mensaje hacia el lector, que es la sensación de arropamiento, ese «estoy contigo y sin embargo me admiras», la huida del elitismo que pueda cercar al poema. A este efecto, resulta significativa la presencia de nombres como Luis García Montero o Benjamín Prado en bares como el madrileño Diablos azules, donde recitan rodeados de un público joven que más tarde podrá mostrarles su creación.

El espacio. En ciertos aspectos, el poeta de hoy es el roquero de ayer. La entrada a un recital top tiene algo de concierto: centenares de personas aguardando la llegada del grupo, el cuchicheo, los nervios, la entrada del autor entre su público, la actitud desenfadada y un poco canalla… Con esto se ha llegado a un hecho impensable en nuestros días: el cierre de salas para recitales, previo pago del público asistente. Así es: se ponen a la venta entradas para escuchar poesía, se llenan los bares si hay programado un recital, las radios, televisiones y librerías repuntan con una afluencia de público distinto (y necesario) si se le otorga buen lugar a un determinado grupo de poemas. Esta es la realidad: la poesía domina las calles. Cada día pueden verse más pintadas en edificios o en pasos de cebra, más entradas en blogs o perfiles con el sobrenombre de «Poeta», más libros de poemas en mesitas de noche, más recitales al aire libre, más interés por la lectura de este medio minoritario… ¿Alguien había imaginado la carpeta de un estudiante forrada con versos de un poeta actual? La poesía, al menos cierto tipo de poesía, ha conseguido llegar a donde antes no se imaginaba: a la carpeta del alumno.

El destierro. La ausencia de galardones. La falta de reconocimiento. Porque ninguno de los aquí citados ha conseguido un certamen a nivel nacional o internacional con cierta proyección, y sin embargo todos han superado en ventas a cualquier certamen (exceptuando el pasado premio Loewe, que triunfó merecidamente en  las librerías del país con los trabajos de Antonio Lucas y Elena Medel). Sin embargo, no parece ser una obsesión la de este grupo por un reconocimiento académico, sino que lo más importante es llegar antes a un público que los ha aupado hasta ese lugar y al cual se deben. Regresa, por tanto, la cercanía, algo que no achacamos a los ganadores de Loewes, Adonais e Hiperiones, pero que resulta un evidente cambio de rumbo en el camino hacia la promoción del verso.

Pero tenemos que llegar a la conclusión. Y regresamos a la pregunta del comienzo: ¿por qué ellos y no otros? Es esta una pregunta que todo poeta y editor ha de hacerse hoy en día, pues no es este un movimiento aislado, sino que comienza a estabilizarse y se ramifica en otras direcciones, como la creación de editoriales, festivales y espacios de difusión. ¿Por qué ellos y no otros? Decía Maurice Blanchot que la respuesta es la desgracia de la pregunta. Sirva como aliciente lo narrado por Elvira Sastre en su entrevista para Histéricas Grabaciones: «He visto mis libros en muchos sitios. Me mandan multitud de fotos, desde la orilla del río Níger hasta Casablanca. O un avión sobrevolando México. Como anécdota, en el último recital que hice en Madrid, en dos segundos una chica me pidió que grabara un vídeo saludando a una amiga que estaba de Erasmus. Me pilló por sorpresa. Prefiero no recordar qué le dije».

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9 comentarios

    1. Estás diciendo lo contrario de lo que acabas de leer en el artículo de arriba. Es un producto pensado para ellos, que ellos se quisan y ellos se comen.

  1. Exacto: ellos se lo guisan y se lo comen. ¿Cuánto permanecerá esta poesía de tuit, pensada en 2 segundos para generar «likes» en la retina de sus seguidores? Fast-poetry.

  2. Por cierto, llamar «poesía» a lo que hace Marwan hace revolverse en su tumba a Cernuda. Esta gente no quiere ser poeta, quiere ser famosa. Y utilizan la poesía para ello. No tienen premios, pero los auspicia Prado, que es lo mismito. Anda ya.

      1. ¡Y cuánta «poesía» que no es poesía! Con la «poesía» de aquellos que actualmente se creen poetas se aburrirían los que fueron verdaderos poetas: Rafael Alberti, Blas de Otero, León Felipe, Pablo Neruda, Antonio Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Bécquer, Quevedo, Góngora, Lope de Vega, Garcilaso…

      2. Decir que algo no es poesía, o directamente que no te gusta, no te convierte en un hater (hater = odiador). O quizá puede que hasta la hater seas tú, bonita.

  3. Creo que lo que determinará si hacen verdaderamente poesía de la altura de los grandes poeta como Lorca o Quevedo, será el tiempo y no la fama o el éxito.

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