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Arte y Letras

Las chicas dibujadas de Bastien Vivès

Hace años que ese teórico género de cómic llamado novela gráfica nos recuerda, periódicamente, que lo que nos interesa de verdad a los adultos es el dolor, la angustia y la crítica social en sepia. Pero hay talentos extraviados como Bastien Vivès, un joven maestro de la ilustración y la narrativa visual que, junto al respeto de los profesionales, se ha ganado la fidelidad de los lectores que llegan a él atraídos por el arrollador carisma de sus personajes femeninos.

Si lo que llaman novela gráfica es algo real o una mezcla gaseosa de astucia comercial y sueño gafapasta resulta discutible. Lo que está, en cambio, bastante claro, es que más de tres veces ha amparado y hasta jaleado obras entre la introspección manida y el dibujo misérrimo; tan misérrimo que uno se llega a preguntar por qué el autor no ha prescindido de las viñetas y se ha ido directo a la literatura, a revolucionarla.

amistad

Un nombre respetable para el viejo arte 

Es infrecuente, sigue siéndolo, la visión seria del cómic como arte equiparada a otras, nobles y seculares. Por mucho que le deba el cine, por mucho Premio Nacional que se haya instituido y por mucho discurso reivindicativo más o menos oportuno. Lo cierto es que, en cuanto uno se descuida, aparece un Molina Foix y, en exhibición de arrogante ignorancia, hace de vientre sobre el edificio construido por Foster y Pratt, por Eisner y Giraud, por Franquin y Hergé, por Crumb y Kirby. El cómic, hombre. Eso de los dibujitos.

amistad3De reacciones como esa parece haberse querido guardar la industria de la viñeta, esprintando hacia la respetabilidad con la dichosa pegatina graphic novel bien visible. Todos muy dignos, muy graves y muy en aquí se habla de cosas serias, mientras se ningunea implícitamente a magnas obras de la historieta y se confunde, de paso, la calidad con la grandilocuencia.

Al abrigo de ciertas tendencias, el dibujo anodino, nadie ose decir malo, se fue volviendo habitual en lo que parece un fenómeno emparentado con el éxito de obras como Persépolis, cuyas cifras de ventas jamás alcanzará el Paracuellos de Carlos Giménez quién sabe por qué. No hay, en todo caso, nada en contra de unas u otras formas de elaborar la parte gráfica del cómic, pero entre tanto viñeterío insípido es difícil no sentir una especie de agradecimiento espontáneo cuando uno da con Bastien Vivès, ese francés que fue parido con el don; ese que de muy jovencito dejó al patio comiquero con la boca abierta y al que, desde entonces, le han venido lloviendo adjetivos y sobrenombres, que si enfant terrible, que si rey Midas de las viñetas.

Bastien y ellas

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El parisino no tiene, por ahora, una biografía larga ni llamativa. En la capital francesa nació y estudió diseño y artes gráficas. Publicó Ella(s) en 2007, con veintitrés años, y pronto fue un hablar y no parar de las chicas de papel de Bastien Vivès, porque su naturalidad y la de la atmósfera que las envolvía eran una cosa inédita en un dibujante con su par XY. Él seguiría sacando adelante su juventud en la ciudad a medida que dibujaba y dejando que su inmenso talento para la ilustración y la narración gráfica, para la composición y el color, quedase hipnotizado por los universos femeninos.

Las jóvenes de Bastien no son las de Manara ni las de Jordi Bernet, tan parecidas unas a otras. Se nos ponga más esquemático o más barroco, sus femmes están insólitamente vivas; todas sus viñetas lo están, aunque el dibujo tenga algo de onírico, y sirven además para mirarlas por puro placer para la vista. Es un artista haciendo su arte, y podemos parapetarnos tras su valía para que no nos tachen de frívolos. Damos cuenta, solamente, del triunfo estético y creativo que son dos páginas mudas de Bastien Vivès que muestren a una mujer haciendo cualquier cosa, poniendo cualquier gesto.

El joven prodigio

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Naturalmente, eso no era todo; ni siquiera lo principal. Había tanto más como empezó a destapar aquella exhibición de fuerza que fue El gusto del cloro: su verdoso poderío visual y narrativo y sus largas secuencias de cuadros sin mediar palabra nos dejaron embobados a todos. Era 2008 y el veinteañero Bastien hacía lo que le daba la gana en un arte que suele exigir tiempo y más tiempo para madurar las propias cualidades.

odaliscaContinuó trabajando como un poseso y entregando varios álbumes al año: La carnicería, En mis ojos, Amistad estrecha; iba ajustando cuentas con sus vivencias, y la edad le prestaba frescura para hablar de amoríos y relaciones valiéndose de poéticas imágenes creadas con ambos pies fuera del academicismo. Parecía todo una especie de celebración de la belleza, como si, sin querer, tuviera Vivès esa mirada sobre el mundo en la punta del lápiz.

Por si había dudas sobre su inquietud y sus miras, se metió después de cabeza en Por el imperio, con un guión de Merwan Chabane que no le podía alejar más de París y de cuitas juveniles; era una de romanos en varios tomos que destapaba registros inéditos en el joven genio poco antes de su aclamada y emocionante Polina.

polina2Polina merece un punto y aparte en la meteórica trayectoria de nuestro autor. Es difícil no dejarse llevar por los adjetivos en presencia de la estilizada estética del franchute, aquí en blanco, negro y gris, y por su mágica autoridad sobre el arte de contar. Esta es una historia de danza, niñez, juventud, búsqueda, dudas, lo que se quiera; este es otro personaje femenino del que resulta imposible no quedarse prendado porque el Vivès, al fin, hace con nosotros lo que le sale del pincel.

En 2012 se juntó con Ruppert y Mulot para La gran odalisca, delirante aventura de bellas y ociosas ladronas de guante blanco a medio camino entre unos ángeles de Charlie del lado oscuro y unas Thelma y Louise libres de traumas. El dibujo, reducido a mínimos, igual de seductor que siempre e impregnado, como siempre, de distinción. Vivès, lo vamos a decir otra vez, es un puro narrador gráfico además de un dibujante superior. De que no suelen ir juntas ambas cualidades es un ejemplo Bill Sienkiewicz, ilustrador virtuosísimo que tiende a hacer de cada viñeta un cuadro y de cada página un fatigoso caos.

polinaBastien apenas ha puesto el pie en la treintena y ya ha regalado al mundo dos decenas de álbumes. Su mirada, claro, ha ido ganando en acidez a medida que iba cumpliendo castañas y así sus libros de tiras sobre el amor, la familia o la blogosfera son colecciones de bonitas y certeras cuchilladas que, por otra parte, no dejan de parecer pasatiempos en quien ha hecho El gusto del cloro, Amistad estrecha o Polina.

Pasará, en cualquier caso, el tiempo, y seguirá mareándose la perdiz con que si la novela gráfica, que si el cómic adulto, que si Chris Ware y que si la filosofía parda en viñetas. Pero mientras cada veinte años salga un autor como Vivès, nos irá dando lo mismo.

Miguel Mendoza
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Un comentario

  1. Da juego la opinión de Molina Foix acerca del cómic. La polémica parte de tres circunstancias: a) la mente del ser humano que tiende a categorizar y ello le lleva a la creación de jerarquías, b) la propia experiencia personal del señor Foix y c) la presión que siente el escritor por cumplir con la columna semanal. Obviamente más importantes son los dos primeros aspectos, la tendencia humana de crear conceptos más o menos abstractos (como el edificio a que se refiere Miguel sobre el que defeca el señor Foix) y luego jugar con ellos como piezas de un mecano. Si yo, por ejemplo, plantease qué ofrece más beneficio -o para ser más prosaicos, qué es más placentero- al ser humano: una hora de visionado de una película, una hora de visita a una pinacoteca, una hora de lectura de una novela o una hora de música, pues ya la tendríamos liada, con opiniones de lo más variopintas y seguramente lindando con lo ininteligible, por lo que significa para cada persona la preguntita de marras. Ahora bien, de la polémica del señor Foix acerca del cómic a preguntarnos si es mejor ver Sálvame de Luxe que un partido de fútbol, solo hay un paso. Y averiguar que estamos defendiendo el visionado de Sálvame nos dejaría en muy mala posición.

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