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María Antonieta, víctima de la corte y de su sexo

Pocos personajes históricos han suscitado tanto rechazo social como María Antonieta. Hija de Francisco I y María Teresa I de Austria, se convirtió en el año 1770 en reina de Francia gracias a su unión con Luis XVI, con el que tuvo cuatro hijos. Lo que vino después todos lo conocemos: despilfarro, lujo, manipulación e hipocresía. Una actitud que solo la guillotina supo frenar rebanando el cuello de la joven reina. Automáticamente, su figura pasó a la historia como una de las más odiadas, manteniéndose durante años la tesis de que por su culpa, la corte francesa vivió un ocaso de perversión, derroche y despreocupación por los problemas de su pueblo.

Ángel o demonio. Amada u odiada. No hay término medio. Tanto la literatura como posteriormente el cine han contribuido a construir una visión bastante extrema de la monarca. No obstante, algunas biografías muestran que la historia fue ligeramente diferente a como nos la han contado. Si bien es cierto que el conocido como «el asunto del collar» significó un escándalo y el verdadero inicio de la Revolución francesa, según el propio Napoleón Bonaparte, debemos mencionar que María Antonieta, con tan solo quince años, llegó a una corte ya corrompida por el poder.

Tras una boda no exenta de polémica, su presencia aviva los celos de algunos miembros de la corte versallesca, los cuales no dudan en llamarla la Austríaca en tono despectivo. Esto, unido al temor a su nueva vida como reina de Francia, contribuyó a que su adaptación al estilo de la vieja corte y al libertinaje que había caracterizado la etapa de Luis XV y su amante Madame du Barry, fuese lento y en ocasiones reticente. Y aunque su vida marital junto a su reservado marido no fue especialmente activa, no consumaron el matrimonio hasta 1777, María Antonieta trató de amoldarse a un modo de vida cortesano que acabó finalmente engulléndola y arrastrándola hacia comportamientos caprichosos.

Es entonces cuando se pone en marcha la maquinaria propagandística. Una enorme campaña de desprestigio recayó sobre su persona acusándola, no sin razón, de preocuparse más por la diversión en la corte que por un pueblo cada vez más cansado de soportar miseria y hambre. Desde difundir el rumor sobre su larga lista de amantes, incluso del mismo sexo, hasta la popularización de canciones hostiles como Pequeña reina de veinte años, que comenzaron a circular sin remedio por todos los rincones del reino. Los apodos molestos se acumulan, al igual que las críticas. Incluso cuando la propia reina es consciente de su impopularidad, levanta ampollas cuando decide recortar en gastos destinados a la corte y a sus personas de mayor confianza. Por no hablar de la famosa frase que se dice que pronunció altaneramente ante una multitud encarada hacia ella por falta de harina para hacer pan; el memorable «que coman pasteles» quedó grabado a fuego en la conciencia del pueblo francés, hasta el punto de que la sentencia acabó pasando a la historia como una de las más representativas del despotismo de los monarcas galos. Una frase que incluso a día de hoy aparece en los libros de texto atribuida a la propia María Antonieta. Algo que, y en contra de la explicación revolucionaria, tres autores ponen en duda.

Para el biógrafo austríaco Stefan Zweig, no hay duda que la frase fue atribuida erróneamente a la reina, siendo quien realmente la pronunció una de las hijas de Luis XV, que ante las noticias de que el pueblo pedía pan dijo: «Si no tienen pan, que coman costra de pastel». Por otro lado, si nos vamos a las voces de la época, vemos como hasta el propio Jean-Jacques Rousseau, filósofo y padre de la ilustración en Francia, confirma que dichas palabras no pertenecieron a María Antonieta sino a una reina anterior, concretamente a María Teresa de Austria. La que fuera esposa del Rey Sol, Luis XIV, apostilló: «Si no tienen pan, que les den hojaldre en lugar de paté». Finalmente, si nos atenemos a una de las últimas biografías, la de la historiadora británica Antonia Fraser, mantiene la certeza de que María Antonieta jamás se refirió al pueblo en dichos términos. Falsa o no, la frase fue aprovechada por los revolucionarios para aumentar la indignación social y el odio hacia la reina.

La historia es la que es y está claro que no fue la mejor reina de Francia. Sin embargo, no podemos olvidar que lo que ha llegado a nuestros días es una visión influenciada por la propaganda revolucionaria de su tiempo, la cual no dudó en demonizar a la monarca en todos los sentidos. Con esto se ha conseguido que, cuando se habla de la Revolución francesa, no podamos evitar asociarla con la actitud perversa de la reina, olvidando por el camino a otros personajes igual o más culpables que ella, como por ejemplo el propio Luis XVI. ¿Casualidad? Honestamente, como historiadora no lo creo. El caso de María Antonieta es sin duda uno de los ejemplos paradigmáticos de esa doble vara de medir que, desgraciadamente, todavía sigue muy presente en nuestra sociedad. La que no juzga de igual manera los errores de un hombre y los de una mujer.

Andrea Moliner Ros

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