No salimos de los juzgados para continuar nuestro cinefórum con una película clásica de 1957, dirigida por Billy Wilder y con las actuaciones nada menos que de Charles Laughton, Marlene Dietrich, Tyrone Power y Elsa Lancaster (entre otros), en un drama judicial diferente y basado en una obra teatral escrita por la dama del misterio en persona: la mismísima Agatha Christie.
La escritora británica era una de las figuras literarias más populares de su época, como autora de bestsellers de misterio que muy pronto (comenzando con la británica The Passing of Mr. Quin, Julius Hagen y Leslie S. Hiscott, 1928) habían sido adaptados a otros medios. Chistie había escrito un relato titulado originalmente Traitor’s Hands, que apareció por primera vez en el número del 31 de enero de ese año de la revista pulp Flynn’s, una publicación dedicada a la ficción detectivesca editada por William J. Flynn, antiguo director del BOI (antecedente del FBI). En 1933, el relato cambió su título por el definitivo Witness for the prosecution para su publicación como parte de un libro de relatos y, en 1953, la misma autora decidió adaptarlo en forma de una obra de teatro que tuvo bastante éxito en Londres y, al año siguiente, en Nueva York. Curiosamente, existieron otras dos versiones audiovisuales anteriores al estreno de la obra adaptadas directamente del relato en 1949 y 1950, ambas producciones para la naciente televisión.
La historia, en todas sus versiones, gira alrededor del juicio por el asesinato de una solitaria millonaria, Emily French, a manos del encantador Leonard Vole. A pesar de ello, el protagonismo recae en los abogados defensores de Vole y en su esposa, de nombre Romaine en el relato, aunque este se cambió por el de Christine para una película en la que juega un papel fundamental en el tribunal.
La herencia teatral del guion se nota en una estructura que gira fundamentalmente sobre una única localización, el tribunal de Old Baylie, y una puesta en escena que acentúa las similitudes entre un tribunal y un teatro, entre un juicio criminal y una representación. Incluso el papel del público en el propio juicio y sus reacciones son manejadas por Wilder como si se tratara de un evento teatral.
En la película, los papeles principales recaen en los ya mencionados Laughton (como el abogado Sir Wilfrid Robarts), Dietrich (como Christine Vole) y Power (como el acusado Leonard Vole). Es particularmente el papel de Laughton el que ocupa la mayoría de las escenas y cuya personalidad impregna gran parte del metraje. Pare ello, Wilder aporta a este personaje un trasfondo del que carecía en la obra de Christie, así como un tono humorístico que se acentúa ante la solícita enfermera Miss Plimsoll, interpretada por Elsa Lancaster (por cierto, esposa de Laughton), siempre pendiente de que el peculiar abogado cumpla las órdenes del médico pese a su reticencia.
Esa combinación de la trama de suspense y humor no solo se manifiesta en el duelo entre abogado y enfermera, si no que utiliza pequeños detalles como la forma en que la famosa estatua de la justicia, en lo alto del tribunal de Old Bailey (famosa, al menos, para los lectores de V de Vendetta), se encuentra en obras al inicio del juicio.
También se nota la mano para la comedia del director en el caricaturesco papel de la criada, interpretada por Una O’Connor en la última actuación de su larga carrera como actriz de carácter, que incluye papeles en títulos legendarios como La novia de Frankenstein (The Bride of Frankenstein, James Whale, 1935) o Robin de los Bosques (The Adventures of Robin Hood, Michael Curtiz y William Keighley, 1935). También fue la última película protagonizada por Tyrone Power, que moriría de un infarto poco después, durante el rodaje de su siguiente proyecto, Salomón y la reina de Saba (Solomon and Sheba, King Vidor, 1959), en el que sería finalmente sustituido por Yul Bryner.
Sin embargo, los elementos cómicos no desmerecen para nada la trama de suspense, que nos lleva a preguntarnos si Sir Wilfrid conseguirá ganar su caso; si descubriremos la verdad sobre el asesinato de la señor French o los motivos detrás del comportamiento de Christine.
El anecdotario afirma que la productora se interesó en primer lugar por Dietrich para el papel de Christine y que fue ella quien pidió a Wilder como director. Ya habían trabajado juntos en otra película que ya hemos visto en este cinefórum, la magnífica Berlín Occidente (A Foreign Affair, 1948). Pero, mientras que en la obra de Christie la esposa era simplemente una actriz, en la película, por supuesto, se convierte en una cabaretera del Berlín ocupado tras la Segunda Guerra Mundial e, incluso, se permite un breve número musical enmarcado en un flashback en el que el nombre del local, The Blue Lantern, parece señalar a otro de sus papeles más míticos: la Lola de El ángel azul (Der blaue Engel, Josef von Sternberg, 1930).
Un detalle menor, pero interesante, es que al tratarse de una adaptación americana de una obra británica el guion se ve obligado en algunos puntos a recordar ciertas diferencias entre ambos sistemas legales. Para ello acude al diálogo, pero hasta esa tarea, que podría haber resultado anodina, es resuelta con habilidad por el texto y el genio de la dirección de Wilder, que siempre parece capaz de integrar en un todo los elementos que forman sus películas sin llamar demasiado la atención sobre cada uno de ellos.
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