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Cinefórum CCCXLIV: «El francotirador»

El género negro siempre ha brillado por su capacidad para explorar los problemas de las sociedades que retrata. Así pasaba en ese Londres posterior a la Segunda Guerra Mundial que retrataba Noche en la ciudad, con sus bajos fondos, pequeños criminales y turbios acontecimientos. Algo semejante, pero a mayor escala, nos propone nuestra película de hoy, El francotirador, The Sniper en su título original.

El francotirador se abre diciéndonos que uno de los mayores problemas de la policía es el de los criminales sexuales. También nos dice que en el año anterior a la película hubo, suponemos que en los Estados Unidos, 31.175 mujeres que sufrieron algún ataque. Por si fuera poco, también nos recuerda que no hay unas leyes adecuadas para prevenir la situación. No es una película actual que busque aprovecharse de ninguna presunta cruzada por lo políticamente correcto, ese difuso e inconsistente discurso de lo woke que se ha inventado la derecha estadounidense para, después, exportarlo por todo el mundo occidental. No. Esto es una cinta de 1952. Y es que los problemas del presente a veces vienen ya de lejos. Es algo que siempre conviene recordar.

La película resulta muy interesante, convertida en una especie de cinta protesta construida desde los estudios. El director era ni más ni menos que Edward Dmytryk, que al igual que Jules Dassin, director al que visitamos la semana pasada, fue uno de los diez de Hollywood; es decir, acusado de comunista y apartado del sistema de estudios. Dmytryk se fue al Reino Unido pero, a diferencia de Dassin, decidió testificar contra sus compañeros en 1951, volviendo así a dirigir en los Estados Unidos. Su segunda cinta de vuelta en América fue precisamente El francotirador, una película que exploraba la psique de un asesino en serie en el San Francisco contemporáneo, dieciséis años antes del Zodiaco.

La película, en cuyo reparto brilla Arthur Franz en el papel protagonista, destaca por los escenarios urbanos de San Francisco y por plantear algo muy parecido a un documental. Se trata de una cinta que nos presenta un caso ficticio, pero que podría ser real, con sus testigos, sus errores por parte del criminal y los fallos de la sociedad a la hora de enfrentarle. En este sentido, es reseñable que la película presenta al asesino como un hombre torturado que no quiere hacer aquello a lo que su naturaleza le obliga. De hecho, la sociedad estadounidense es la que le traiciona también a él, ignorando sus intentos de pedir ayuda.

Al igual que en casi todo el buen cine negro, lo que intenta y consigue El francotirador es hacer una llamada a la acción dirigida a la sociedad que relata, dejando claros sus fallos y haciendo que el espectador se plantee cómo se pueden solucionar. Y sí: ya en 1952 un traidor a los diez de Hollywood podía saber que existía en los Estados Unidos un problema con los crímenes sexuales, aunque más de siete décadas después algunos traten de negarlo en el contexto de la sociedad actual…

Ismael Rodríguez Gómez
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