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El seriéfilo: marzo de 2016

Con la tranquilidad que ofrecían los estrenos de los últimos días de febrero, me tumbé plácidamente en mi butacón de ver series (sí, de orejones, con respaldo inclinado ergonómico… Tengo otro igual para ver películas. Puntilloso que es uno)  y comencé con los visionados del mes. Treinta y un días después, me levanto con una mueca de satisfacción en la cara y, directamente, sin comer ni beber nada, sin ir al baño, sin ducharme siquiera, me siento en la silla en la que siempre os escribo. Sí, es tal y como os la estáis imaginando: negra, mullida, con ruedas. Tengo otra igual para jugar a los videojuegos.

Y es que las buenas vibraciones con la que empezamos el mes no nos han abandonado todavía. Mucha calidad y pocas pegas que poner a un mes seriéfilo sobresaliente. Para que luego digáis que soy un cascarrabias, gruñón y/o quejica.

Pero, aun siendo un gran mes, hay una serie que ha destacado por encima del resto: Daredevil (Netflix) va camino de marcar un nuevo hito en la historia de los superhéroes. Si ya la primera temporada fue una gran sorpresa y zarandeó magistralmente el género, sus creadores no se han querido dormir en los laureles y han perfeccionado la fórmula. Manteniendo el tono oscuro y pesimista que domina el barrio de Hell’s Kitchen, la serie explota las relaciones de los personajes, poniéndolas al límite. Por un lado, al protector del barrio más peligroso de Nueva York cada vez se le hace más difícil mantener esa frenética doble vida, que alterna la abogacía diurna con el reparto de estopa masiva cuando cae la noche. Tanta actividad cada vez le crea más problemas con sus allegados al bueno de Matt Murdock. Pero, por si esto fuera poco, la irrupción de El Castigador y Elektra como nuevos justicieros, vuelve a plantearle conflictos morales sobre el quinto mandamiento. En esta segunda temporada no existe un enemigo central y visible, como era Kingpin en la primera entrega: el peligro es el mismo Daredevil, que navega peligrosamente entre dos mundos irreconciliables en los que mantener el equilibrio es prácticamente imposible.

Más alejado de las modas se encuentra, en cambio, HBO, ese clásico todoterreno tan seguro de sí mismo que juega en otra liga. La suya propia. Puede que haya perdido el dominio hegemónico del buen gusto seriéfilo que ostentaba a principios de siglo, pero esto se debe más a la proliferación de canales que se juegan los cuartos con buenas series que a los deméritos de la cadena decana. Si tuviese que definir su última creación, Vinyl (HBO), con una sola palabra, creo que destacaría su atemporalidad: quizás sea por su perfecta ambientación en los años setenta; quizás por esa historia de redención encarnada en un impulsivo ejecutivo de una compañía discográfica, en pleno corazón de Nueva York; o puede que simplemente sea la música, pero lo cierto es que mientras la ves esta serie te invade la sensación de que funcionaría igual de bien dentro de veinte o treinta años. Que no perdería ni un ápice de su ritmo y frescura. Supongo que tener a leyendas del arte moderno como Scorsese y Jagger velando por el proyecto ayuda bastante.

No se queda muy atrás la vuelta de Better Call Saul (AMC), que sigue sacudiéndose capítulo a capítulo la etiqueta de spin off para labrarse su propia leyenda. Y es que, a pesar de compartir escenografía con su hermana mayor, su historia va por unos derroteros muy diferentes y no exentos de mérito, pues consigue enganchar al respetable empleando muy pocas escenas de acción. Como afirmación polémica, encuentro que esta serie tiene un ritmo más equilibrado que Breaking Bad (AMC). Dicho esto, puede comenzar mi lapidación.

Para hablar de Horace & Pete (Louie C.K.) tenemos que resetear todas las ideas preconcebidas  que podamos tener sobre drama, comedia, series, e incluso televisión en general. Para empezar, esta producción no se emite ni por televisión, ni por ninguna plataforma conocida. Aparece directamente en la página web de Louie C.K. sin previo aviso, y no tiene una fecha de cierre prevista. Por ahora, van nueve capítulos y ya se verá cuánto dura. El formato  está más cerca del teatro que de la televisión, ya que toda la trama se desarrolla en dos únicos escenarios: el bar que da nombre a la serie y el salón de la vivienda de los protagonistas. Hay pocos cortes y mucha improvisación, lo cual, contando con actores de la talla de Steve Buscemi, Edie Falco, Alan Alda o Jessica Lange, es una auténtica gozada. Subrayar que no se trata de una comedia: es un drama gamberro con chispas de humor amargo. Si Baskets (FX) es una vuelta de tuerca al concepto de humor de Louie (FX), Horace & Pete (Louie C.K.) va un poco más allá. Por eso, si ya avisaba de que Baskets no era para todos los públicos, esta serie lo es menos todavía. Es un producto exclusivo para verdaderos fans de Louie C.K. (y de Steve Buscemi) entre los que me incluyo.

Después de la fallida Under the Dome (CBS), parece que, esta vez sí, Stephen King va a contar con una adaptación a la altura de sus libros: 11.22.63 (Hulu) explora la ciencia ficción bajo la hipótesis de poder viajar al pasado, a una fecha concreta, y lo que pasaría si una vez allí se intentase cambiar mínimamente el pasado. ¿Qué pasaría si, por ejemplo alguien impidiese el asesinato de Kennedy? James Franco como protagonista es la cara visible de una mini serie muy bien hecha, entretenida y, sobre todo, con un entorno imaginario construido bajo unas reglas más coherentes y entendibles que el desesperante Deus ex Machina que nos machacaba en Under the Dome (CBS).

Mientras tanto, en Inglaterra, para no ser menos, emiten la segunda temporada de la miniserie top del año 2014, Happy Valley (BBC One), que ahonda en la vida de la sargento de policía Catherine Cawood y su familia, dieciocho meses después de los hechos acaecidos en la  primera temporada. La producción opta por mantener sus señas de identidad: sobre la fantástica interpretación de Sarah Lancashire siguen pivotando tanto el resto de personajes como la historia (que, por cierto, de happy solo tiene el título y la melodía de cabecera). Si se os escapó en su día, puede ser un buen momento para descubrirla, pues su corta duración (seis episodios por temporada) y su continuidad narrativa, hacen que verla en muy poco tiempo sea una experiencia muy satisfactoria.

Se están especializando los ingleses en miniseries de espionaje internacional de muy buena factura. Recordemos la maravillosa The Shadow Line (BBC Two), Hunted (BBC One) o la más reciente The Honourable Woman (BBC Two). Con The Night Manager (BBC One) la leyenda continua: basada en una novela de John Le Carré, esta vez el objetivo de la agencia de inteligencia de su graciosa Majestad será un desalmado traficante de armas (Hugh Laurie, el Dr. House) que tendrá que lidiar con un espía infiltrado en su organización (Tom Hiddleston, el Loki de la película Thor).

Para que no parezca esto un compendio de luz, color, alegría y demás tonterías, voy a acabar con algo no tan bueno, aunque tampoco malo: el estreno de Houdini & Doyle (ITV). Lo cierto es que, con ese título, me esperaba algo más, pero la serie usa la relación entre estas dos inmensas figuras únicamente para presentar una serie procedimental con capítulos auto conclusivos, en los que Harry Houdini es una especie de Sherlock Holmes y A. C. Doyle, el Watson de turno. Sin una ambientación tan lograda como en otras ocasiones, ni unas interpretaciones tan pulidas (aunque no llegan a estar mal en ningún momento), la serie no pasa de ser simplemente correcta, entretenida. Visto el gran nivel de este mes, sabe a poco.

Y tras soltar un poquito de bilis, para demostrar que las productoras todavía no me tienen a sueldo, me vuelvo al butacón de las series (efectivamente, el de orejones) a ver como se porta este abril de lluvias mil. No digo nada pero… vuelve Juego de tronos (HBO). ¡Valar Morghulis, amigos!

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