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Arte y Letras

Tarde de verano en La Quinta de Selgas

Al igual que las lecturas y las ensoñaciones, los viajes son máquinas del tiempo que nos transportan a otros lugares y épocas. Esta vez, en pleno revuelo estival, mi reloj se ha parado entre finales del siglo XIX y principios del XX. Me ha sucedido al visitar con unas amigas La Quinta de Selgas en El Pito (Cudillero), un lugar que, como si tratase de una exótica flor o un extraño fenómeno natural, solo puede verse durante unos meses al año.

La Quinta (que fue residencia de esta benefactora familia hasta 1992, fecha en que pasó a formar parte del patrimonio de la Fundación Selgas-Fagalde) es un conjunto de palacio y finca ajardinada situado en la población de El Pito y fue construido entre 1880 y 1895 por iniciativa de los hermanos Ezequiel de Selgas Albuerne y Fortunato de Selgas. Ezequiel fue todo un empresario de éxito en Madrid y puso los medios económicos para realizar el proyecto, mientras que Fortunato, historiador, erudito y hombre apasionado por el arte, fue quien lo diseñó. Gracias al apoyo económico de Ezequiel y a la fortuna familiar, Fortunato, que ya se había licenciado en Derecho, se dedicó a la Historia, la Arqueología y las Bellas Artes. En 1883 inició la construcción de la residencia de la familia en unos terrenos heredados de sus progenitores y dirigió junto con su hermano tanto la construcción como la decoración del palacio. Asimismo, emprendió la adquisición de numerosas obras de arte iniciando de esta forma la impresionante colección de la familia. De hecho, el palacio alberga un valioso conjunto de pinturas, esculturas, cerámicas, porcelanas y tapices. Entre las piezas destacadas está Anibal vencedor cruzando los Alpes que por primera vez mira Italia y el Retrato del General Ricardos, ambos de Francisco de Goya; el óleo Asunción de la Virgen de El Greco, o el Retrato de Felipe II de Rubens, entre otros. Caminar por su interior es como visitar un verdadero museo por la calidad y cantidad de obras de arte, mobiliario, objetos decorativos y piezas artísticas. Los salones y dormitorios recrean estilos historicistas mayormente franceses; desde la época de Luis XIII, hasta el estilo Luis XVI. En un recorrido por la casa, llaman la atención los techos pintados con motivos alegóricos por Casto Plasencia, los suelos de parqué con marquetería de colores y los textiles de Aubusson. Ambientes lujosos adornados con cerámicas chinas, porcelanas de Sèvres y del Buen Retiro, objetos de vidrio y orfebrería.

Ni el palacio, ni los fondos artísticos, ni sus bellísimos jardines (que ocupan 90.000 metros cuadrados y tienen un perímetro de tres kilómetros) han sufrido modificaciones desde entonces. Por algo es conocido popularmente como el Versalles asturiano. Pero los Selgas no solamente eran amantes de la belleza representada en objetos y fragantes jardines. Les guiaba un espíritu filantrópico materializado, entre otras obras, en unas escuelas muy particulares creadas en 1915: las Escuelas Selgas. El círculo intelectual asturiano de Fortunato, el Grupo de Oviedo o Generación de la Quintana, compuesto por un grupo de catedráticos y profesores de la Universidad de Oviedo, estaba vinculado al krausismo hispánico, emanado de la Institución Libre de Enseñanza y del propio Giner de los Ríos, entendido como un movimiento librepensador en el que la formación del individuo se convierte en idea central (la educación como instrumento de libertad y progreso de la humanidad) [1]. Según los datos de la época, en 1914 la tasa de analfabetismo en Asturias era del cuarenta y cinco por ciento. Fortunato de Selgas y Albuerne pensó qué podía hacer para que la cultura, en el amplio sentido de la palabra, llegara al pueblo, y se decantó por construir un centro escolar en su aldea asturiana de origen. Un centro que, actualmente, alberga el Instituto de Educación Secundaria del municipio. Fue así como el 6 de enero 1915 inauguró las llamadas Escuelas Selgas cerca de su palacio residencial. El discurso que pronunció entonces dejaba muy claras sus intenciones: «Cumpliendo los deseos de mis hermanos don Ezequiel y doña Francisca de Albuerne y los míos propios, fundé y organicé estas Escuelas Selgas para instrucción y educación de los niños y niñas de la parroquia de Santa María de Piñera, dotando sus aulas de los docentes y con el capital y rentas necesarios para su sostenimiento a fin de que los que aquí reciban enseñanza adquieran los medios necesarios a su mejor porvenir y tengan siempre un testimonio del afecto de mi familia por estos pueblos»[2].

Su implicación por disponer de los mejores métodos de aprendizaje le llevó a gastar una suma de dinero que nunca se conoció con exactitud. El edificio de por sí ya era un auténtico lujo para una localidad como El Pito. Al colegio podían acudir todos los alumnos que quisieran sin tenerse en cuenta la renta familiar. El proyecto tenía todo tipo de recursos y los alumnos disfrutaban desde libros gratis hasta servicio de comedor (un servicio que se puso en marcha apenas unos años después de la apertura del inmueble). Los métodos y contenidos de enseñanza eran realmente completos e innovadores, como puede verse actualmente en el Museo Escolar, situado en el complejo de la finca, donde se explica con detalle la totalidad del proyecto y se exhibe una nutrida muestra de los útiles, materiales, procedimientos, etc., de las escuelas. Quedamos ciertamente impresionadas por la envergadura y los logros de esta iniciativa humanista y pedagógica. Las escuelas nunca cerraron, aunque sí cambiaron de estatus. En 1915, nacieron como una fundación de beneficencia docente particular; en 1986, el centro pasó al régimen ordinario como colegio público; y en 1995 se convirtió en Instituto. Cerca del centro, un monolito recuerda a los hermanos Ezequiel y Fortunato de Selgas. Tiene grabado un lema: «Facilitar la cultura es hacer patria (1929)». En 1929 lo tenían muy claro, aprendamos de aquel espíritu.

Pero su afán benefactor no le llevó solamente a la creación y mantenimiento de las escuelas. Siendo como era arqueólogo y hombre de arte, Fortunato sufragó con su propio patrimonio la restauración de la iglesia prerrománica de San Julián de los Prados, en Oviedo, entre 1912 y 1915. Fortunato fue, además, director del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas, miembro de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la de Ciencias Históricas de Toledo. Con mucha coherencia renunció al título de conde de Selgas y falleció en Madrid en 1921, dejándonos este inspirador legado que ha sabido aunar la belleza más exquisita imaginable con la generosidad.

He visitado esta maravilla con Cristina y Mercedes durante varias horas (son veintitrés estancias) y aún nos quedan unos minutos para perdernos por uno de los maravillosos jardines de la finca, el jardín inglés, imaginándonos con delicados vestidos largos de seda y encaje como flores blancas entre la hierba. Tempus fugit y hemos de volver al siglo que nos ha tocado vivir. Convenimos las tres en que esta época nuestra también tiene sus ventajas y nos disponemos a celebrarlo tomando una sidra en San Esteban de Pravia, una encantadora localidad marinera cuyo agradable ambiente nos ha conquistado en esta noche alegre y clara. Dicen de ella que es única porque ninguna otra villa en Asturias conjuga con tanta gracia la parte marinera con la industrial y minera, ya que posee el primer y único puerto carbonero de España que, en pleno auge del sector en el siglo XX, daba salida a este mineral para la industria siderúrgica. Ciertamente el perfil de la ría es una bella y extraña mezcla de barcos diseminados por el agua y enormes grúas como caballos metálicos depositados caprichosamente en el paseo fluvial, como si un gigante hubiera dejado allí las piezas de su meccano. Quizá el santo Esteban no fuera un mártir, sino un gran coloso que simplemente jugaba a los pies de la ría en una tarde de verano.


[1] CUERVO ÁLVAREZ, Benedicto: «Fortunato de Selgas, ilustrado y librepensador asturiano», La Nueva España. En línea: https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/6612/fortunato-selgas-ilustrado-librepensador-asturiano.html

[2] SERRANO, A.M.: «Selgas, un siglo de aprendizaje». La Nueva España.

En línea: https://www.lne.es/asturias/2015/02/22/selgas-siglo-aprendizaje-19858133.html

Rosa Cuadrado Salinas
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