Cinefórum CCCXCIX: «Possessor»
De padre a hijo y tiro porque me toca. Hay muchas dinastías cinematográficas en la historia del séptimo arte. Todos podemos pensar en los Huston, los Coppola… pero los últimos años resulta curiosa la pujanza de los Cronenberg. El hecho de que un director canadiense de alcance minoritario durante la mayor parte de una carrera entregada a la renovación del cine de terror y ciencia ficción haya dado ya dos vástagos que también se dediquen a la dirección es, cuanto menos, curioso. La semana pasada pudimos ver esa maravilla que es Cromosoma 3, ahora nos vamos al segundo largo de Brandon Cronenberg, la no menos notable Possessor. Tal vez en el futuro podamos acercarnos a la tercera de la saga, Caitlin Cronenberg.
Un aspecto que parece perseguir a Brandon en su carrera es, precisamente, la sombra de su padre. Los dos, después de todo, trabajan en el mundo del terror y el fantástico, los dos tienen una mirada personal y bastante deprimente de las relaciones corporales y sentimentales humanas y los dos comparten apellido. Esto último no es baladí, porque cuando observa las películas en sí es fácil ver que muchas comparaciones existen solamente por ese aspecto familiar.
Donde Cronenberg siempre ha sido algo parecido a un talento salvaje, un director de instinto que parece siempre un poco descuidado en lo formal, su hijo es un cuidado estilista que construye desde una frialdad en la composición muy contemporánea. Su uso del color y las texturas resultan también muy actuales, con esa estética limpia, casi de minimalismo de tienda de Ikea, que parece ser la seña de identidad de nuestra época. Donde los personajes de su padre existían en lugares sucios, llenos de objetos, personales, los de Brandon pululan por lo que podemos considerar no-lugares. Oficinas con cubículos iguales para todo el mundo, casas caras pero indistinguibles, máquinas increíbles de un blanco impoluto en salas vacías. El cine de Brandon Cronenberg es el cine de nuestro momento, el cine del presente vacío de contenido.
De ahí que sus personajes no sean auténticos, sino que actúen como si lo fueran. Todo el mundo en Possessor está siempre interpretando otro papel, inventándose una identidad que creen que les corresponde mejor. Aquí ayuda un reparto de mucha altura, con Andrea Riseborough a la cabeza y un Christopher Abbott que le da muy bien la réplica. Como secundarios un plantel tan impresionante como efectivo con Jennifer Jason Leigh, Sean Bean y Tuppence Middleton. Todos ellos consiguen transmitir la irrealidad de sus actos, la esencia de que todo lo que hacen no es más que una representación para ellos mismos y para los espectadores, incluso aquellos desconocidos como los trabajadores de la empresa del magnate interpretado por Sean Bean.
Possessor es una cinta que habla del presente, de nuestra deshumanización y de la conversión de nuestra mera existencia en una interpretación hacia la nada. Lo hace escondiéndose bajo una trama de ciencia ficción y asesinatos que al final sirve para cuestionar todavía más quienes somos. No es una película cómoda ni sutil, pero posiblemente sea una cinta que consigue llegar al corazón de los problemas de nuestra sociedad y dejarlos a la vista frente a nosotros. No da soluciones, solo desesperanza y la sospecha de que nuestra pérdida de identidad tal vez sea ya algo imposible de evitar en este mundo que nos ha tocado vivir.
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