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Cinefórum CDVII: «Los misóginos»

A veces es difícil de creer a qué extremos puede llegar la miseria humana. Siglos de avances tecnológicos, científicos, filosóficos y educativos no son suficientes para esquivar los repetidos tropiezos en los que como sociedad caemos. Aunque pueda caer en un pesimismo naif, no deja de ser paradójico que la película de esta semana coincida con un contexto internacional tan apropiado para evidenciar esta realidad. Hoy hablamos de Los misóginos de Onur Tukel.

Como nos gusta rebuscar por el fondo del barril humano como un gochu en tiempo de castañes, hilamos la anterior película del ciclo (El déspota) con la cinta de hoy a través del profundo odio y repulsión hacia las mujeres que muestran los protagonistas de ambas películas. Un odio diferente en la forma y similar en el fondo, un odio que esconde una fragilidad pueril difícil de reconocer.

Pero vamos al lío. Los misóginos cuenta la historia de Cameron, un furibundo trumpista que, en la noche electoral de las elecciones generales de 2016, celebra junto con su amigo Baxter en la habitación del hotel donde reside el éxito obtenido en las votaciones. A lo largo de la noche, diferentes personajes pasarán por esa habitación, participando o siendo víctimas de una espiral de alcoholismo, droga, e incontinencia verbal.

Porque si algo tiene el protagonista es eso, una necesidad de verbalizar continuamente hasta la exasperación una odiosa verborrea que trasciende la pantalla hasta la incomodidad del propio espectador. Y es este un punto interesante, cómo, siendo el personaje tan repugnante, resulte también tristemente tan familiar. Dylan Baker borda una interpretación que casi roza el monólogo teatral y que acompaña con una gestualidad y retórica digna del mismísimo Gollum. La teatralidad es otro rasgo de esta cinta, que transcurre en su mayor medida en un solo escenario: una habitación que podría ser la de cualquier hotel, en cualquier ciudad.

En ese torrente de toxicidad, Cameron atrapa y arrastra a Baxter, un débil acólito que, cual Sancho Panza, ante la imposibilidad de frenar a su amo, termina por unirse a él en su particular cruzada de autodestrucción. Sasha (Ivana Milisevic) y Amber (Trieste Kelly Dunn) completan la cuadratura del círculo, dando a la película y al espectador un respiro agradecido.

Los misóginos
Anjuna Pictures, Kjax

Dar con esta película justo en estas semanas no deja de resultar doblemente incómodo, por la película en sí y por la triste comparación que se puede hacer con lo que vemos en los telediarios. Esa familiar incomodidad nos golpea en la certeza de que cada vez hay más Camerons y en la frustración de no poder detenerlos. O quizá sí. Sin duda, de lo mejor de la película es la secuencia en la que clientes y personal del hotel se juntan en el pasillo y se preguntan cómo es posible que ese loco armado esté ahí dentro encastillado y no se le pueda echar.

Algo que todos nos preguntamos de nuevo estos días, mirando hacia el Oeste.

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