«Golpe de gracia», de Dennis Lehane

Parecía que habíamos perdido a Dennis Lehane para la literatura. Parecía que el deslumbrar de la pequeña pantalla y el cansancio de su ya dilatada y popular carrera (casi una quincena de novelas, entre ellas varias obras memorables y exitosas adaptaciones cinematográficas) le habían alejado definitivamente de las mesas de novedades. Su último título, Después de la caída, distaba ya de 2017 y, pese a ser muy disfrutable, denotaba cierta desgana y ese agridulce sabor de quien ya lo ha contado todo. Pero nos equivocábamos. Hasta el propio autor puede que se equivocase. En medio de las fastidiosas restricciones de la pandemia y con su vida metida en una maleta para hacerse cargo de la serie Encerrado con el diablo (Apple TV+, 2022), la magia literaria volvió a Lehane. De la forma más inesperada, cuenta, surgió ante él la historia de Mary Pat, una nueva historia que reclamaba ser narrada a la vieja usanza. A su vieja usanza. El resultado de tal epifanía es la deslumbrante Golpe de gracia (Salamandra Black; 2024).

Una vez más, el punto de partida es un episodio de la Norteamérica contemporánea: corre el tórrido verano de 1974 en Boston y, para acabar con la segregación en los colegios públicos, una decisión judicial dictamina el intercambio, forzoso, de estudiantes blancos y negros entre centros de secundaria. El resultado es un verano que pasó a la historia de la ciudad por la conflictividad que provocó dicha decisión: convulsas manifestaciones y disturbios que, en definitiva, delataban una reacción racista protagonizada, principalmente, por los clases populares blancas. Las clases acomodadas directamente ignoraron la medida.

Ejemplo de ese airado rechazo será Mary Pat, mujer de mediana edad, divorciada y de clase trabajadora que no se considera racista pero que, sin embargo, prefiere que los críos de su barrio (por otro lado, carne de desguace lumpen y de los tejemanejes de la mafia irlandesa) se mantengan alejados de la población negra. Por si acaso. La cuestión es que, precisamente, un adolescente negro es asesinado en una estación de tren de un barrio blanco, a la vez que su hija Jules desaparece una noche habiendo sido vista por última vez cerca de ese lugar. Y ahí empieza el particular vía crucis de la protagonista, quien reencarnada en una suerte de furia vengadora protagonizará un tour de force físico y mental que le llevará a remover los cimientos de su desgraciada realidad. Porque como pronto sabrán en las calles de Southie, no hay nada más peligroso que una madre rota que cree haberlo perdido todo.

Lehane, alejado de sus célebres obras sobre hampones idealizados y de sus thrillers más formularios, recupera en Golpe de gracia los elementos centrales de sus grandes obras: la familia de clase obrera y su convivencia con la mafia suburbial (ambas de ascendencia irlandesa), así como la amenaza y violencia que esta relación fáustica y que la pobreza conllevan para los más vulnerables. En este sentido, la novela es una suerte de revisitación de su monumental Mystic River (y, por tanto, también de Desapareció una noche, novela hermana de aquella); pero donde una abogaba por la ambición del lienzo coral y la centralidad del viaje a los infiernos de sus protagonistas, esta opta por la contención y el viaje inverso: el de la redención de un personaje que solo siendo consciente de sus infiernos conseguirá salir de ellos. O al menos lo intentará.

Puede que en otra época de la carrera del autor la historia de Mary Pat se hubiese escrito con las letras mayúsculas (y el número de páginas) de la Gran Novela Americana. Pero las musas son las que han hablado y el resultado es una obra tan honesta en su falta de ambición como directa y vertiginosa en su lectura. Pocas veces una novela tan subyugante trae consigo, también, un poso tan profundo. Motivo de más para desear que este no sea el último golpe de Dennis Lehane.