Contexto y memoria en los asistentes de IA

Para empezar, voy a tirarme una pedrada: el uso de ChatGPT y otros asistentes virtuales puede ayudar a mejorar la capacidad de expresión oral y escrita de sus usuarios; véase, casi todo el mundo. Ahora, si después de este exabrupto queda algún defensor de la educación tradicional en la sala, trataré de explicarme.
Víctor Muiña, ilustre director de esta revista digital, fue quien me recomendó la lectura de The Twittering Machine, ensayo de Richard Seymour que anticipaba la pesadilla tecno-distópica en que se ha convertido todo lo relacionado con las redes sociales. Una de las ideas que encontré más originales en el libro fue la de que, al contrario de lo que la intuición podría decir, nos encontramos en la época en la que más leemos. Es cierto que gran parte de ese texto es contenido en redes sociales de calidad más que dudosa, pero texto es y, por lo tanto, cuenta como lectura.
¿Ha enriquecido eso nuestra escritura? Entendida esta como nuestra capacidad para expresarnos por escrito sin ambiciones literarias, parece como poco discutible, aunque quizás algún filólogo me lleve la contraria. También es cierto que algunas redes sociales mayormente textuales, como Twitter (me niego a llamarlo X), han quedado como un nicho frente al apabullante impacto cultural de Instagram y TikTok, basadas en la imagen. La inmediatez de WhatsApp tampoco la convierte en un aliado de la excelencia en cuanto a escritura se refiere. Hemos trasladado al medio escrito conversaciones que antes formaban parte de la comunicación oral. Parece, pues, que nuestra escritura es ahora más directa, con ideas inconexas y que puede resultar difícil de entender. Se ha perdido el respeto al lector y se prescinde de formulismos a cambio de mayor inmediatez. El medio a través del que se escribe, el móvil en muchos casos, es otro factor determinante si lo contraponemos con la escritura manual en papel, que requiere de mayor pausa y sosiego. WhatsApp es al género epistolar lo que McDonald’s a Casa Marcial.
Ahora que la IA acecha nuestras funciones cognitivas más primarias, ahora que ChatGPT amenaza con volvernos amebas incapaces de decidir cuándo ir al baño, sería conveniente pensar cómo queremos que se utilicen las capacidades de estos nuevos asistentes, que obviamente han venido para quedarse. La percepción general es que, si delegamos en ellos un exceso de razonamiento, se irán deteriorando nuestras propias capacidades. Parece más que razonable pensarlo, por lo que urge encontrar un uso constructivo de estos asistentes. Uno que cambie el foco de su uso y nos permita mejorar nuestras habilidades al margen de la tecnología.
Para comprender cómo funciona la memoria en los modelos de IA hay que entender la importancia del contexto en la comunicación, sea con máquinas o entre personas. La memoria, tan humana, cuyos incontables fallos y excesos han provocado crisis mundiales, guerras, o lo que es peor, rupturas amorosas, no es más que información que proporciona contexto a nuestras vidas. Cuando hablamos, decidimos, amamos u odiamos, lo hacemos en base a unas experiencias pasadas que, puestas en contexto, nos permiten dar el siguiente paso.
Pensemos ahora en nuestras conversaciones con asistentes de IA, sea ChatGPT, Alexa o cualquiera de estos altavoces inteligentes. Carecen de memoria y, sin embargo, recuerdan. Son capaces de referirse a conversaciones pasadas, pueden sobreentender qué es lo que quieres e incluso pasar por alto errores gramaticales y ortográficos. No son humanos, pero esa pequeña memoria funcional contribuye a dotarles de cierta humanidad: los hace extrañamente familiares. Lo que para nosotros es una sensación, una intuición, para el asistente es simplemente información contextual que le permite dotar a las conversaciones de fluidez.
Cuando hacemos una pregunta o petición a un asistente, la información que finalmente le llega es mucho más que lo que nosotros le estamos proporcionando. Mediante diversas técnicas, los asistentes han ido almacenando, en mayor o menor medida, las interacciones previas, con lo que nuestra pregunta inicial es enviada al asistente acompañada de información adicional que añade contexto en caso de ser necesario. Esto facilita la comprensión y permite elipsis, omisiones y otras figuras retóricas. En caso de no encontrar el suficiente contexto para generar una respuesta óptima, creará una con la información referente disponible en el modelo.
Y es en este punto donde considero que se pueden usar los asistentes para mejorar las habilidades de lectoescritura. Porque es muy sencillo comprobar cómo, cuanto mejor redactada esté una petición a un asistente, mejor será la respuesta. El tipo de gratificación inmediata tan propio de la nueva educación. A partir de aquí, si cambiamos el paradigma en el que nos referimos a los asistentes de IA, nos estaremos haciendo un favor a nosotros mismos. Un enfoque más constructivo sobre los mejores usos de ChatGPT ha de incluir incidir en las capacidades de resumir y de dar formato, y advertir sobre los problemas derivados de usarlo para que te haga los trabajos.
Si ponemos el foco en el uso creativo de la herramienta, en afinar los resultados mediante prompts más concisos, mejor redactados y más ricos en vocabulario, si enseñamos a obtener imágenes más cercanas a lo que nuestra imaginación nos dicta o a automatizar tareas repetitivas, estaremos reforzando habilidades cognitivas que resultan cada vez más importantes. Cierto es que hay un coste, pero está en nuestras manos que la degradación de ciertas habilidades, como ya está ocurriendo con la memoria, se vea, además de frenada, al menos compensada con el desarrollo de otras.
Un paper reciente, Leave No Context Behind: Efficient Infinite Context Transformers with Infini-Attention (Munkhdalai, T., Faruqui, M., & Gopal, S., 2024), ha causado cierto ruido en la comunidad científica, pues en él se propone una solución técnica para liberar las restricciones físicas y tener un contexto infinito, es decir, una memoria eterna. Me recorre un escalofrío al imaginar un mundo donde las personas fuésemos capaces de recordar hasta el más nimio detalle de nuestro día a día. Si para los humanos olvidar es una cuestión de higiene mental, que las máquinas sean capaces de recordar todo nuestro contexto nos hace cada vez menos necesarios.
Si delegamos la creación del contexto en nuestras comunicaciones en máquinas cada vez más capaces de sobreentender lo que decimos, corremos el riesgo de no necesitar expresarnos para obtener lo que queremos. El sueño de algunos parece más bien la pesadilla de la especie: convertidos en adictos a la gratificación instantánea y sin necesidad de mayor esfuerzo para conseguirla. Tus deseos a un clic o dos balbuceos de distancia. Que sean técnicamente viables los asistentes con memoria infinita no significa que no sigan siendo deseables unos requerimientos por nuestra parte, sobre todo en lo que a expresarnos se refiere, para seguir conservando todo lo humano que hay en una conversación, aunque sea con Alexa o Siri.
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Muy interesante el artículo.
Sin embargo discrepo en cuanto a la tendencia a hablar de inmediatez cuando se habla de los nuevos medios audiovisuales.
Mi argumento es que habitualmente suele ser necesario «tragarse» media hora de video para localizar los 2 minutos que realmente interesan. En cambio en un texto digital es muy fácil buscar lo que se quiere. Eso sí que es inmediatez.
Pero claro, ese concepto de inmediatez no es el que interesa a Instagram, Tiktok, etc. Les interesa retener al usuario lo máximo posible con basura para poder administrar el máximo de publicidad.
Muchas gracias por el comentario JM!
Es cierto lo que dices de la inmediatez, que no significa lo mismo para nosotros, que para las multinacionales tecnológicas. Como digo en el articulo, nuestra inmediatez va asociada a la eficiencia en el lenguaje, y en el acceso a la información. Mientras que la de esta gente va mas orientada a ofrecer un suministro de basura a cambio de atención constante.