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El fin de Francáfrica – 28 de septiembre

Francia se irá de Níger con armas y bagajes. El gobierno francés va a retirar a mil quinientos militares y a su embajador, persona non grata en el país africano desde el golpe de Estado del verano. «Se acabó la Françafrique», anuncia Macron. «No podemos defender a estos países contra su voluntad», explica el presidente del comité de Defensa de la Asamblea. París se muestra disponible para volver a sus antiguas colonias, pero solo si la llaman gobiernos «democráticamente elegidos», no golpistas que además coquetean con Rusia. Francia no sabía que en el casino de África se jugaba.

A Francia la han echado de Mali, Níger y Burkina Faso. París no está respondiendo con mano militar sino con castigos a la población: ha cancelado la emisión de visados para estudiantes y artistas, y una directriz del gobierno enviada al Sindicato Nacional de Empresas artísticas y culturales pide «suspender toda cooperación» con esos países. La ministra de Cultura rechaza el boicot, asegura que Francia es una nación de acogida, pero pide comprensión, que la seguridad se ha deteriorado, como si sus antiguas colonias del Sahel estuviesen planeando enviar terroristas disfrazados de cantantes.

La lucha contra el terrorismo ha sido la justificación de la presencia militar francesa en el Sahel, un incendio de yihadismo desde que Francia y la OTAN destruyeron Libia. Pero ninguno de los hombres bomba y asesinos suicidas que han matado en terrazas, estadios o avenidas del Hexágono en la última década había nacido en esa parte de África. El más cercano fue Amedy Coulibaly, de padres de Malí, pero más hijo, en realidad, de los criaderos de odio de la suburbia parisina. O de Bruselas, como los autores de la matanza de Bataclan. Francia ha disparado en el sur del Sáhara las balas que no han frenado la tormenta en su tierra.

De la arena de Níger, Francia extrae uranio para sus centrales nucleares. París se va, pero Areva, la industria minera del átomo, se queda. El futuro dirá si todo seguirá igual en el mayor productor de uranio del mundo, pero donde el ochenta y cinco por ciento de la población vive sin luz. La grandeur no ilumina a todos por igual. «Sedientos, hemos bebido las brasas», canta el poeta Hawad. «Un esclavo que no se rebela no merece piedad», anuncia el capitán Traoré desde Burkina Faso, otra nación en pie contra la metrópoli a la que los hijos del desierto quieren dejar atrás, cansados de ser meros espejos del porvenir.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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