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Cinefórum CCXL: «El árbol del ahorcado»

La ceguera, ya sea temporal o permanente, siempre ha sido un recurso muy valorado por el cine. No solamente la tuvimos la semana pasada en Andhadhun, sino que ya era un tema muy importante tanto en Sola en la oscuridad como en El milagro de Ana Sullivan. Tres películas que trataban de manera diferente una cuestión que en El árbol del ahorcado, nuestra cinta de esta semana, es menos importante y temporal, pero igualmente básico para la trama.

La mayoría de nuestros lectores seguramente no sepan quién fue Dorothy M. Johnson, y no es extraño. Se trató de una escritora estadounidense especializada en el western. Si decimos que de su pluma salieron los originales en los que se basaron tanto El árbol del ahorcado como Un hombre llamado caballo y, sobre todo, El hombre que mató a Liberty Valance, es muy probable que la impresión cambie.

Su primera adaptación fue, precisamente, la que hoy nos ocupa. La historia se centra en un médico de pasado oscuro, interpretado por un magistral Gary Cooper, que se traslada a una comunidad minera de Montana. Allí conocerá a un ladronzuelo fugitivo, Ben Piazza en su debut para Hollywood, a un lujurioso buscador de oro que clava el gran Karl Malden y hasta a un predicador muy loco al que da vida el mismísimo George C. Scott. Por si eso fuera poco, tendrá que encargarse de una inmigrante suiza que ha sido atacada en el camino al pueblo y se ha quedado ciega temporalmente. Merece la pena señalar aquí que la actriz era Maria Schell, nacida austriaca pero que se había mudado con doce años a Suiza: por una vez Hollywood acertaba plenamente en el casting de un europeo.

El árbol del ahorcadoDe la mano de Delmer Daves, director también de obras tan importantes como El tren de las 3:10 o Flecha rota, la película se convierte en un ejemplo del cine clásico, un artefacto de una época perdida. No tiene una trama grandilocuente, sino que es un drama de personajes en un entorno cerrado y pequeño. Se construye en torno a las relaciones humanas y a unos fuertes arcos narrativos que hacen que sobre todo tipo de adorno. Podría decirse que, a la manera de muchas otras películas de la época, es un cine casi minimalista en sus planteamientos. Pocos personajes y pocas localizaciones, pero todo ello muy bien dibujado y donde cada escena importa. Una joya de un tiempo pasado que no siempre fue mejor, pero en esta ocasión sí.

No podemos terminar de hablar de la película, sin embargo, sin mencionar la canción que la abre y cierra. Marty Robbins, mito del country, cantó maravillosamente una composición de Mack David y Jerry Livingston que hacía alguna referencia velada a la trama de la película con la que compartía título y que acabó nominada a los Oscars.

Ismael Rodríguez Gómez
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