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Cinefórum CCLXI: «Shelley»

Vaya la verdad por delante: en nuestro querido cinefórum semanal la mayoría de las veces enlazamos las películas un poco de aquella manera. Es decir, como se puede. No es que no nos guste el juego diletante de vincular semana a semana un título con otro como si de un ciempiés cinematográfico se tratara. De hecho, nos apasiona: seis años y doscientas sesenta y una películas así lo atestiguan. Pero, en más ocasiones de lo que nos gustaría reconocer, el relevo cinéfilo viene cogido con pinzas; ya sea porque es difícil dar con una candidata adecuada, ya sea porque se busca salirse un poco de lo esperado o, directamente, porque llevamos tiempo queriendo ver un título determinado y aprovechamos que el Pisuerga pasa por el cinefórum. La cuestión es que cuando realmente nos curramos el asunto, se nota. Y en el caso que nos ocupa, demasiado: Shelley (Ali Abbasi; 2017) continúa de forma tan certera los tropos de El bosque maldito (Lee Cronin; 2019) que en el presente texto valdría con ir comentándolos uno por uno para dar como finiquitado el compromiso.

Así, empezaríamos señalando que la película de Abbasi debe enmarcarse, también, en ese cine de terror estilizado de nuevo cuño que proyecta en una pesadilla fantástica la sombra metafórica de la realidad. En este caso, de nuevo, para hablar de los desequilibrios emocionales de una familia ante la maternidad. Pero si en El bosque maldito se hacía para reflexionar acerca de la maternidad solitaria de una mujer maltratada, en esta ocasión se hará para plantearse las cuestiones subyacentes al embarazo subrogado. Y para ello, nada mejor que invocar a los demonios de Ira Levin y revestir el asunto con reminiscencias polanskianas ya desde el propio cartel de la película.

Porque Shelley (título de oscuras evocaciones poéticas) nos cuenta la historia de Louise y Kasper, una pareja danesa que huye de la vida moderna para cobijarse en un bosque que, maldito o no, parecerá ejercer una extraño influjo en su futuro hijo. La criatura, gestada por Elena (asistente del hogar emigrante que, por su situación económica, acepta ser madre de alquiler), se destapará en su vientre como un inquilino digno del edificio Dakota.

Shelley AbbasiPero si la cinta de Cronin necesitaba agarrarse a la consistencia de las interpretaciones principales para sobrevivir a la medianía de su dirección y libreto, hay que reconocer que Abbasi supera esto último con una mayor capacidad de sugestión visual (rozando, eso sí, el efectismo facilón), siendo acompañado, además, por una Cosmina Stratan (Elena) que, de forma sobresaliente, soporta (nunca mejor dicho) la pesada carga de la historia durante buena parte del metraje.

El resultado, no obstante, se queda en una modesta píldora de terror psicológico más sensitiva que intelectual; con una dimensión audiovisual elegante pero no lo suficiente como para compensar su difusa narrativa. Y es que al final el espectador, como la pobre Elena, tiene la sensación de que se le ha exigido mucho más de lo que se le ha dado.

Marcos García Guerrero
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