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Arte y Letras

La cara oculta del auge del género distópico

La demanda de productos culturales de carácter distópico está al alza. Obras como El cuento de la criada, Years and Years, Black Mirror, Westworld, Ready Player One, Blade Runner, Los juegos del hambre, o El juego del calamar han sido un éxito total en los últimos años. Incluso clásicos como 1984, Un mundo feliz o Fahrenheit 451 han vuelto a la lista de más vendidos. Una cultura de masas para unas generaciones que han vivido dos crisis de gran relevancia y han visto cómo su horizonte de certezas y seguridades se desmoronaba. Un miedo al futuro próximo que se traduce en una percepción de la realidad de corte distópico.

Las distopías que nos enganchan reflejan sociedades opresoras y narran historias emancipadoras. Pero lo que subyace es un temor al desmoronamiento social (que no al capitalista) al que enfrentarse. La distopía ha acabado convirtiéndose en un género propio, independizándose así de la propia ciencia ficción en los que también están presentes las ideologías y la propaganda.

En Contra la distopía, la cara B de un género de masas (La Caja Books), Francisco Martorell reflexiona acerca de este auge que ha propiciado una oferta y demanda muy elevadas de estos productos culturales, tanto en libros, series y películas. Martorell alerta de que en el fondo subyacen unos valores e ideas que contribuyen a la perpetuación del estatu quo pues, en definitiva, no están invitando a imaginar posibles futuros que mejoren el actual. Por el contrario, lo que sí transmiten son perspectivas negativas que incentivan el conformismo con el presente que conocemos. Es decir, aceptar el actual escenario social generando la idea de que el futuro puede ser bastante peor.

En estas distopías la emancipación que se relata se basa en una vuelta al pasado conocido. En ellas, tras una catástrofe y el desmoronamiento del orden social (normalmente, el sistema capitalista prevalece en cualquiera de sus formas, lo cual también evidencia la incapacidad para imaginar alternativas a este), diversos individuos buscan restaurar el orden anterior en una suerte de vuelta al pasado conocido. Esa es, precisamente, la cuestión de fondo: no hay una construcción de un futuro mejor. Se contrapone así el pasado coincidente con nuestra actualidad como la opción preferible al futuro distópico, eliminando de la ecuación otras alternativas que pasen por horizontes transformadores y sean saltos adelante.

Para Martorell, las distopías sirven para inculcarnos la idea de que el progreso y la búsqueda de alternativas a la realidad social que conocemos pueden ser contraproducentes, por lo que es mejor optar por la actual realidad. Además, todas las acciones que los personajes de las obras llevan a cabo suponen un alto coste individual y colectivo, como es la represión, las guerras y las pérdidas humanas. Un coste muy alto que invita a la desmovilización. En definitiva, nos encontramos ante un ensayo imprescindible para reflexionar y adquirir un punto de vista crítico ante un género cultural que en los últimos años se encuentra en continuo crecimiento.

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