El seriéfilo: febrero de 2015
«Lo bueno, si breve, dos veces bueno». Eso le dije a mi madre cuando a la tierna edad de diez años rompí de un balonazo (ya desde muy joven fui consciente de que no iba a vivir del fútbol) el cristal de la ventana que habían cambiado tres días antes. Lógicamente, no sirvió de nada y me llevé un buen castigo, pero quizás de haber contado con los servicios de Saul Goodman me hubiese ahorrado parte de mi gravosa condena que incluyó, además de dos meses sin salir de la habitación, la prohibición total de utilizar cualquier dispositivo electrónico. Para que fuera efectivo, el castigo incluyó la confiscación de todas las pilas de botón de la casa para evitar que jugase a la maquinita Game and Watch de Donkey Kong Jr. y a la de Zelda, que debido a su reducido tamaño eran difíciles de controlar. Sí, amigos, así de crueles pueden llegar a ser los padres.
Pero estamos en febrero, que es mes breve, y esta vez sí que podemos contar con Saul Good… bueno, con quien conocíamos como James McGill antes de convertirse en nuestro picapleitos favorito. Él y su personaje han convertido este mes en algo maravilloso: Better Call Saul (AMC) ha sido uno de los estrenos más esperados del año, porque se echaba de menos el mundo de Breaking Bad (AMC). Queríamos más y Saul Goodman nos lo da. A pesar de situarse siete años antes de su hermana mayor, todo lo que vemos (las calles de Alburquerque, los coches, los colores, los planos) nos recuerda que estamos de vuelta al mundo creado para Walter White. Es como jugar a un nuevo Grand Theft Auto: distintos personajes, diferentes historias, pero la esencia está ahí. Y el personaje principal es rompedor: me gustaba como secundario y me fascina como protagonista absoluto, acaparando la mayoría de las escenas en cada capítulo sin que la acción se resienta. Viendo lo bien que le sienta a Saul Goodman una serie para él solo, no puedo dejar de fantasear en lo que podría ocurrir si le dejásemos cancha libre a otro personaje demoledor como es el Ari Gold de El séquito (HBO). Productores millonarios, os regalo la idea. Mientras dure la espera y si todo lo que echan en la tele te sabe a poco, ya sabes: Better Call Saul.
Y de una gran bienvenida pasamos a una gran despedida, la de la segunda temporada de Broadchurch (ITV), que una vez confirmada su renovación por un año más, lleva camino de convertirse en un clásico del género policiaco. Personalmente, esta temporada me ha parecido mejor que la primera, entrelazando dos historias muy distintas (una transcurre en los juzgados, explorando el lado más oscuro y torticero de las leyes; y otra en el ámbito de la investigación pura y dura, que a la vez permite desvelar partes del pasado del D.I. Hardy) que dinamitan la estructura tan encorsetada de la primera temporada, en la que cada episodio se centraba básicamente en un posible sospechoso. Ahora, la narrativa, mucho más ágil, se acompaña de unos personajes secundarios que aprovechan todo su desarrollo anterior para construir un trasfondo muy rico en detalles.
Pero a rey muerto, rey puesto, porque el sustituto de Broadchurch ya está aquí. Sin llegar a la versión clónica para adolescentes que resultó ser Glue (E4), se aprecian en Fortitude (Sky Atlantic) ciertas similitudes con la serie de ITV: asesinato en una comunidad tranquila donde todos se conocen, pero con suficientes secretos inconfesables como para levantar sospechas; un detective metódico llegado desde Londres y del que todos recelan… Si a esto le añadimos una inhóspita localización en Noruega, con nieves eternas que impiden cualquier vía de escape, un cuerpo de policía que nunca se había enfrentado a un asesinato hasta entonces y el asfixiante ambiente provocado por la sensación de incomunicación, el resultado es un entretenido thriller psicológico que gustará a los que disfrutan el género detectivesco.
Sin abandonar tierras británicas, quiero hacer mención a una pequeña comedia irreverente que me ha parecido muy original. Catastrophe (Channel4) trata sobre los problemas de una pareja cuando ella se queda embarazada. Vale que esto es muy típico y tópico, pero ¿y si el embarazo es fruto de una noche de borrachera? ¿Y si era la primera vez que ambos se veían? ¿Y si él es americano y ella inglesa? ¿Y si ambos pasan de los cuarenta y tienen un humor cínico, políticamente incorrecto y muy corrosivo? Entonces, sumando excentricidades, amigos y familiares raros, quedará configurado un cuadro que se dejará ver y además resulta bastante curioso.
Ahora voy a demostraros que no soy un seriéfilo rencoroso haciendo un comentario positivo sobre la cuarta temporada de Girls (HBO): el quinto episodio de la misma me ha parecido muy original, dando cabida a todos los personajes de la serie y dejando ver, de forma muy casual, el punto en el que se encuentra su relación con la (insufrible) Hanna. Y destacar también a Raymond «Ray» Ploshansky, al que inteligentemente han dado más protagonismo, pues ahora mismo es el personaje (seguido por Shoshanna) más interesante de la serie, una vez que Adam se ha ido deshinchando con el paso de las temporadas.
No puedo irme sin comentar ninguna serie de ciencia ficción. Este mes ya puedo hablar con un poco más de perspectiva de 12 Monkeys (SyFy) porque aunque se estrenó en enero, solo se habían emitido dos episodios y quería ver algo más para comentar con más propiedad. Tras seis capítulos, las sensaciones son buenas. Se nota el bajo presupuesto pero creo que han acertado tomando únicamente la idea central de la película: la humanidad está casi extinguida después de que se propagase un virus y los protagonistas utilizan una máquina del tiempo para tratar de evitar que se produzca la plaga. Sin embargo, no saben quién es el responsable de la misma, por lo que el viajero del tiempo tendrá que ir saltando por diferentes años y lugares, siguiendo las pistas que va consiguiendo. Partiendo de este concepto se desarrollan otras tramas con más acción tanto en el pasado como en el futuro. De la película homónima quedan únicamente pequeñas pinceladas y queda claro desde el primer momento que la serie va por libre.
Otra serie que recuperamos este mes (como veis corto pero intenso) es The Americans (FX), que ya va por su tercera temporada. Recuerdo sus comienzos, cuando no sabía qué esperar de ella. Con una protagonista (Keri Rusell) que solo recordaba por Felicity (The WB) y un argumento original pero que tampoco dejaba claro el tono en que se iba a desarrollar. A día de hoy, el personaje de Elizabeth Jennings se ha comido totalmente a Felicity, de la que ya no queda ningún rastro, y la serie avanza con la seguridad y soltura de quienes saben adónde quieren llegar, con la confianza que otorga el saber que el público respalda el buen hacer de todos y cada uno de los miembros del rodaje.
Este mes nos abandonó (por fin) Sleepy Hollow (Fox) y conmigo que no cuenten para la siguiente temporada (si es que la renuevan). Después de una primera temporada entretenida, la serie se ha ahogado en su propio éxito pasando de ocho a dieciocho capítulos (¿recuerdan la frase que abría este texto? pues eso) y girando, otra vez, alrededor de la idea de conectar lo sobrenatural con pasajes y personajes de la guerra de independencia estadounidense. La invención de una serie de seres del inframundo que no han aportado tampoco ayuda. Descalabro total.
Como veis, a pesar de ser el mes más corto del año, febrero ha dado para mucho. Y aún me dejo algunas cosas fuera, porque, para ser sincero, no me he olvidado de que a lo largo de estos veintiocho días también hemos podido disfrutar del estreno de la tercera temporada de Vikings (History Channel). Pero este evento es suficientemente importante y, de nuevo, exige suficiente perspectiva como para dejarlo para el próximo mes. Mientras tanto, manteneos seriéfilos.