El spoiler de Rosemary
El superlativo de la palabra crudo es Un amor (2020) de Sara Mesa. Por si alguien no lo ha leído, no desvelaré nada, porque el peor de los infiernos está reservado para las personas que hacen spoilers.
La protagonista de la novela, Nat, es traductora y, en el momento que ocupa el libro, el encargo que tiene entre manos es una obra de teatro francesa. La joven da vueltas, una y otra vez, al significado oculto que puede haber en las palabras del texto, y se sumerge en reflexiones sobre la importancia de la lengua y la responsabilidad de traducirla fielmente.
Mientras lo leía, me venía a la mente la traducción de los títulos de películas que se hace en España. Ese tema. Archiconocido es el caso de Rosemary’s baby (1968) por La semilla del diablo. ¿Qué decía de los spoilers? Cuando vi la película sabía que el bebé de la protagonista era el hijo del Anticristo, aunque desconocía cómo transcurrían los hechos, la relación entre los personajes y su inquietante final. Desconocía, por abreviar, lo mejor de la película, pero claro que me había tragado la guinda del pastel. Al acabar de verla, me pregunté por qué un título tan inocente como el original no se había traducido al español de manera literal: El bebé de Rosemary. Sencillo, fácil de recordar y que genera por sí mismo cierta intriga: ¿Quién es esa tal Rosemary y qué le pasa a su bebé?
La película de Polanski está basada en la novela de Ira Levin, publicada un año antes del film. Por supuesto, en la cinta original el título del libro se respeta. ¿Quizás en España pusieron el título de la novela tal y como lo había traducido la editorial del libro para que no hubiera confusión? Es la práctica más habitual. Un caso que dio bastante que hablar fue el libro Harry Potter and the Half-Blood Prince (2005), rebautizado en nuestro país como Harry Potter y el misterio del príncipe. Al parecer, la editorial encargada de traducirlo, Salamandra, dedicó casi un año a esta labor; es decir, si en Reino Unido el libro vio la luz el 16 de julio de 2005, en España no lo hizo hasta el 23 de febrero del año siguiente. Vale, pero, ¿por qué cambiaron el título si estuvieron tantos meses pico y pala traduciendo? Porque a los dos días de estrenarse el libro en Reino Unido ya circulaban traducciones no oficiales (hechas por fans) al castellano, tituladas como Harry Potter y el príncipe mestizo. La editorial Salamandra, para desvincularse de estas versiones piratas, decidió cambiar el título de la novela y, posteriormente, la Warner mantuvo el título de la traducción española. Las malas lenguas dicen que el cambio que hizo Salamandra se debió a una cuestión de marketing. Solo me queda verter tres gotas de Veritaserum sobre el zumo de calabaza del editor jefe de Salamandra para aclarar el asunto.
Pero volvamos a Rosemary y su bebé. ¿Cómo tradujeron el libro de Ira Levin en España? La primera edición se publicó en 1968, de la mano de Ediciones Grijalbo y, efectivamente, lleva por nombre La semilla del diablo. El 12 de junio de ese mismo año se estrenó la película en nuestro país y la Paramount, distribuidora de la cinta, decidió mantener el título que todos conocemos.
Las distribuidoras, productoras y editoriales tratan siempre de buscar un título que enganche al espectador porque la cultura, además de arte, es negocio, y sin espectadores o lectores está perdida. Ahora bien, priorizar la subjetividad que se esconde tras lo que al público le engancha frente a la idea original del autor puede ser un terreno peligroso. ¿Al público le atrae lo evidente o el misterio? ¿Necesita tener todo masticado antes de saber qué va a ver o prefiere dejarse llevar por una premisa enigmática? Supongo que depende del tipo de público al que nos dirijamos, aunque tratarlo desde el respeto, de tú a tú, debería ser la única forma válida de dirigirnos a él.
La última edición de La semilla del diablo que circula en España es de 2018. A estas alturas del partido, ¿quién no conoce ya la mítica novela y la adaptación de Polanski? ¿Qué sentido tendría recuperar el título original de la novela? Personas de poca fe. Quién sabe si, en lo más profundo del bosque o dentro de la burbuja de TikTok, se encuentra un alma inquieta desconocedora del relato que desea descubrir, sin títulos que abanderen spoilers, quién es esa tal Rosemary y qué le pasa a su bebé.
Un último apunte. En 1997, Ira Levin publicó la novela Son of Rosemary, la secuela de Rosemary’s baby dedicada a Mia Farrow, esa icónica madre coraje. En esta ocasión, la editorial Grijalbo se puso las pilas y el título fue traducido con una literalidad milimétrica: El hijo de Rosemary. Solo treinta años tarde.
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