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Arte y Letras

«Reckless» de Brubaker y Phillips, un nuevo ladrillo para el monumento noir

Pongamos las cartas sobre la mesa: el mejor equipo creativo del cómic actual es el formado por Ed Brubaker y Sean Phillips. Puede sonar excesivo, puede parecer hasta un intento de llamar la atención, pero lo cierto es que es la realidad. No es casualidad, sino el resultado de muchos años de trabajo conjunto en el que la pareja de autores han ido construyendo una obra sin errores, sin pasos en falso. Han sido constantes en su brillantez y en su investigación en torno a las posibilidades del matrimonio entre el noveno arte y la literatura popular.

Ya hablé en esta misma revista de Sleeper, ese primer encuentro en una obra que ponía al día las historias de espías y las reconstruía dentro de un universo superheroico. Esa tendencia se puede ver también en Incógnito, por ejemplo. Pero si en algo se ha cimentado el éxito de la carrera de estos creadores es en su capacidad para construir el mejor cómic de serie negra que nos puede dar la actualidad. Ese monumento que es Criminal, los paseos por otras vertientes como The Fade Out y Kill or be Killed… Todas sus obras fueron construyendo un imaginario propio del que nacieron tanto una nueva serie de Criminal como Pulp, un verdadero punto intermedio en el que parece que Brubaker y Phillips descubrieron que podían liberarse de todo asomo de continuidad, que podían contar la historia que quisiesen sin importar que esta tuviese anclaje en una serie mayor.

Es posible que ahí naciese Reckless, una serie de novelas gráficas, término que por una vez se puede usar sin miedo, que nos irán contando diferentes aventuras de un protagonista más grande que la vida y sus alrededores. Sus propias novelas de a duro, bolsilibros o como queramos llamarlas, su propio Parker, su propio Jack Reacher… El gran personaje que, seguramente, era lo único que le faltaba a su herencia comiquera.

Construyendo un personaje pulp

Ethan Reckless. Es un nombre que mola. Es nombre de protagonista, como Richard Parker, como Jack Reacher, como Remo Williams, como Jack Carter, como John Clayton, como Sir Percy Blakeney, como Don Diego de la Vega, como tantos otros grandes héroes de la ficción. Porque el nombre es imprescindible, es algo que debe un sentido a la obra y hacer que todos lo recordemos. Los héroes tienen nombres importantes.

Reckless, para quien no lo sepa, significa temerario, imprudente o insensato en inglés. Es un apellido raro pero que funciona dentro de la ficción en la que nos movemos. Es casi un nombre de superhéroe, de agente secreto… que es, al final, lo representa nuestro protagonista, un tipo vacío por dentro que hace lo que debe y que no puede evitar verse involucrado en asuntos oscuros por culpa de ser fiel a su propia moral. Ethan Reckless es un perfecto protagonista para una serie de historias criminales, porque dentro de las mismas nos sirve de ancla. Sabemos que es capaz de lo peor, pero también que siempre cree hacerlo por un bien mayor.

La ambientación también es importante. Estamos a principios de los años 80, nuestro protagonista es todavía joven, escapó de Vietnam y se metió en líos más gordos en el proceso. Su pasado se relaciona con la contracultura estadounidense, con el movimiento de los derechos civiles, con la reacción de las fuerzas del orden. Además, tiene problemas de memoria que le persiguen en más de un sentido. No es extraño que su pasado sea la causa de la primera aventura que se nos cuente, porque vuelve para atormentarle mientras su único objetivo en la vida parece ser hacer surf y ver viejas películas en un cine destartalado que recibió como pago por sus servicios y mantiene a duras penas. Porque Ethan es un arreglador, un tipo que soluciona problemas de todo tipo a cambio de unos buenos honorarios, pero que solamente toma aquellos casos que quiere; algo que, de nuevo, nos permite identificarnos con él porque querríamos tener su misma guía moral.

Es maravilloso que enseguida se nos diga que ha conseguido tener una línea telefónica a la que le tienen que llamar para plantear el caso. Es algo así como el giro final para comprobar nuestra suspensión de la incredulidad. Se deja claro que debemos abandonar el mundo real, que estamos sumergiendo en las aguas de la ficción de género más pura. Ahora estamos en una saga de novelas populares, en una serie de televisión de los 80, en un sitio cuyas reglas conocemos pero que sabemos que no son las que rigen nuestra propia existencia. Somos turistas en el mundo de Ethan Reckless, que no es el nuestro pero se le parece mucho.

El arte de la serie negra

Recientemente, Astiberri ha empezado a reeditar en España, en una maravillosa edición, la adaptación que el tristemente fallecido Darwyn Cooke hizo de las novelas de Parker escritas por Donald E. Westlake bajo el pseudónimo de Richard Stark. Con ellas, el autor canadiense marcó un nuevo estándar en la adaptación literaria al cómic. Estamos ante una serie de novelas gráficas que son fieles al original hasta el extremo, pero consiguen el más difícil todavía: no abandonar en ningún momento la creatividad propia del nuevo medio. Son grandes narraciones y grandes adaptaciones pero, sobre todo, son enormes comics.

Desde luego, Criminal ya existía con anterioridad, pero frente su visión más sociológica y naturalista del mundo del crimen, lo que hacía Cooke era destilar el cine clásico y la literatura que lo inspiraba para crear algo diferente. Su Parker fue clave para el desarrollo de todo el cómic actual y es el estándar de adaptación de novela negra al medio. Su influencia es tal que hasta Brubaker y Phillips han firmado una nueva historia corta para el segundo tomo de la edición integral de IDW de la obra de Cooke.

Con todo lo anterior uno podría creer que, a la hora de construir su propia serie de novelas gráficas en el mundo criminal, Sean Phillips habría mirado a los ojos a Cooke y decidido inspirarse en su obra. Pero, por suerte, no es así. Cooke solo hubo uno, pero Phillips también. Y en Reckless tenemos la enésima evolución de su propia narración, uniéndose de manera indisoluble al guion de Brubaker para ir construyendo un mundo propio que entronca fuertemente con el de Criminal y que va depurando su estilo. Así, se abandonan algunos experimentos presentes en Kill or be Killed en los que el texto se convertía en protagonista. Da la sensación de que al ser más popular todo se ha vuelto más visual, más cinematográfico y menos literario. En el fondo, más comiquero.

En Reckless existen, en realidad, dos narraciones diferentes. Una es la que tenemos si leemos solamente los diálogos y las viñetas. Funciona perfectamente y no necesita ningún apoyo. La otra es la que tenemos si, además, leemos los textos de apoyo. Esta segunda enriquece a la primera y le da más trasfondo, más cuerpo, pero nunca la sustituye ni se impone sobre ella. Esa es la verdadera magia de la simbiosis que han logrado Brubaker y Phillips, en la que toda la información imprescindible existe en la lectura más directa de la obra sin que eso evite que exista la otra. Si queremos saber más sobre su mundo exterior, si queremos entrar en ese mundo que se nos presenta, podemos. Pero no se nos obliga. Se huye de esos muros de texto que a veces pueden resultar agotadores y se confía en lo visual, en lo que al final define al propio medio del cómic.

Mención aparte merece el trabajo del color. En esta ocasión, como ya viene pasando en sus últimos cómics, el encargado es Jacob Phillips, hijo del dibujante y autor por méritos propios en series como la todavía inédita en nuestro país That Texas Blood. Su color es expresionista, alejado del realismo y buscando que cada escena, cada viñeta, tenga su propia personalidad. En cierto modo es una vuelta al pasado, a los viejos coloreados que buscaban, precisamente, expresar sensaciones y aportar a la historia más que conseguir una reproducción mimética de la realidad. Funciona perfectamente y ayuda a transportarnos a esa Los Ángeles de inicios de los años 80 que en realidad nunca existió.

Una nueva serie para un nuevo mundo

Reckless existe, en cierto modo, gracias a la pandemia. Es posible que el abandono del modelo de la serie regular se fuese a dar igual por parte de Brubaker y Phillips, pero sin duda la situación mundial ayudó a que tomasen la decisión de que, en lugar de iniciar una nueva serie regular o de seguir adelante con Criminal, era el momento de organizar su trabajo con una serie de novelas gráficas que saliesen cada cierto número de meses.

Este nuevo formato les ha dado a Brubaker y Phillips la posibilidad de contar nuevas historias. Contaba el guionista en una entrevista que la escritura había cambiado porque, si tuviese que contar lo mismo en cuatro o cinco números, se encontraría con que cada uno de ellos tendría que tener su propia entidad y eso habría cambiado bastante la estructura interna de la historia, aunque al final esta fuese casi la misma. Ahora se puede permitir apartes que antes no, idas y vueltas de la historia que antes descartaría. Y todo eso sin perder nunca de vista la línea de meta, sin sentir que está alargando todo innecesariamente.

Algo así sucede con Sean Phillips, que también disfruta de una mayor libertad. Hay más páginas completas, puede contar la historia con un ritmo más pausado, sin requerir tampoco de esas constantes llamadas de atención. Todo en su trabajo es aún más natural que antes, menos exhibicionista y, al mismo tiempo, más espectacular.

Una cosa que diferencia a Brubaker y a Phillips de otras parejas de colaboradores es que nunca parecen estar contentos con quedarse demasiado tiempo en el mismo sitio. Van experimentando, buscando nuevas maneras de contar cosas y nuevas ideas. Por eso mismo cada una de las obras que nos dan hay que atesorarlas: Ethan puede desaparecer en cualquier momento y ser sustituido por una nueva genialidad. De momento, en abril saldrá en los EEUU la cuarta entrega de Reckless. Y que sean muchas.

Ismael Rodríguez Gómez
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