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Arte y Letras

Lo que sé de los vampiros (VII): Anne Rice y sus vampiros condenados

Dentro del proceso de humanización que experimenta la figura del vampiro en la segunda mitad del siglo XX, la obra de la norteamericana Anne Rice (1941-2021) va a protagonizar un papel fundamental. A ella le debemos la revitalización más importante del mito en la cultura popular desde el Drácula de Stoker y, también, su transformación definitiva como ese antihéroe romántico que, con mejor o peor fortuna, sentará las bases en una suerte de oscuro superhéroe posmoderno.

Uno de los rasgos que han definido a la figura (y obra) de Anne Rice es que nunca ha dejado indiferente a nadie. Como esas estrellas del rock en las que convirtió a sus vampiros, ha sido amada y odiada a partes iguales: amada por seguidores que la idolatran como grupies de una banda gótica; y odiada por haters que han despreciado sistemáticamente todo lo que ha escrito sin posiblemente llegar a leerlo. Y en el medio el grueso de su multimillonaria audiencia, aquellos que, como sucede con los bestsellers, se han acercado atraídos por el reclamo de sus obras más populares pero que no han dudado en huir en cuanto ha dejado de interesarle lo que contaba.

La realidad es que los aciertos de Rice han hecho que se la subiese a los altares de la literatura de terror con el mismo entusiasmo con el que sus fracasos y los prejuicios han intentado hacerla bajar. Se la ha criticado por querer hacer del terror un género mayoritario, por intentar hacer trascender ese género hacia la alta ficción literaria y por interpretar el horror moderno desde el prisma del romanticismo clásico. Y esta hostilidad le ha llegado desde la crítica seria, que la ha despreciado considerándola una escritora de segunda; desde la crítica especializada, que ha visto en su obra los delirios de grandeza de una pseudointelectual; y desde parte la comunidad gótica, que la ha considerado representante de una vertiente blanda, alejada del espíritu subversivo y underground supuestamente original del movimiento.

Desde luego, una obra tan ambiciosa como la de Rice, tanto por lo valiente de su concepción (desde revisionar a su manera prácticamente todos los iconos clásicos del terror, a la reconstrucción histórica de la vida de Jesús, pasando por la literatura erótica) como por lo excesivo de su ejecución (sagas interminables que incluso se entremezclan y se reinician dentro de ellas mismas), lleva irremediablemente a filias y fobias de la misma intensidad. Pero hay que reconocer que en sus momentos más inspirados la escritora estadounidense alcanzó cotas literarias más altas de lo que puedan pensar sus detractores, y es indiscutible la importancia capital de algunas de sus novelas en la literatura de terror moderna, en el género vampírico y en la cultura popular.

Y es que ningún autor desde Bram Stoker se había aproximado con tanto éxito a la figura del vampiro como ella. Los motivos son variados: en primer lugar, porque el público de los años setenta, década en la que aparece su primera publicación, era una audiencia especialmente receptiva al género del terror, como había demostrado Stephen King con sus primeras y exitosas novelas (incluida un clásico instantáneo de la literatura de vampiros como El misterio de Salem´s Lot, de 1975), así como al taquillero nuevo cine de horror americano (La noche de los muertos vivientes, El exorcista, Tiburón, El otro, Carrie…). En segundo lugar, porque los vampiros de Rice aterrizaron en el contexto del incipiente movimiento goth anglosajón, que no ha dejado de mutar y evolucionar desde entonces y que ha sabido ir viendo en ellos diferentes lecturas de su filosofía vital. Y en tercer lugar, porque Rice consiguió refundar el mito del vampiro de acuerdo a los nuevos tiempos, renovando su esencia original: lo acabó de humanizar otorgándole la voz narradora; lo americanizó; lo dotó de una mitología propia (con su explicación fundacional y sus grandes hitos históricos); y lo reescribió, transformándolo de repulsivo monstruo en atractivo antihéroe y, con el paso de las novelas, directamente en una suerte de superhéroe en el que reflejarnos.

Las Crónicas vampíricas y el vampiro Lestat

Los vampiros de Rice parten de una redefinición elegante del prototipo byroniano, esa metáfora de lo extraño, lo salvaje y lo desterrado que se esconde en todos nosotros. Pero, además, y como ya hemos dicho, suponen la culminación de la humanización que habían ido experimentando en la cultura popular del siglo XX. Rice completará esta tendencia dotando de criterio moral a sus personajes, lo que los convertirá en seres con una humanidad aún latente, condenados a enfrentarse a lo que ella denomina el Don Oscuro: su necesidad de alimentarse de sangre. Revestidos de la estética y el manierismo del vampiro donjuanesco, los acompaña de una intensa sensibilidad romántica que los convierte más en una especie de antihéroes malditos que en los monstruos bestiales de naturaleza folclórica o los malvados aristocráticos de genética polidoriana. Los vampiros de Rice son bellos, poderosos y (a veces) carentes de remordimientos.

Una de las cosas que más sorprende de la primera novela de la saga, Entrevista con el vampiro (1976), es que convierte a un no muerto en el narrador de su historia. Este recurso, que podría parecer novedoso entonces, fue heredado de escritores como Lovecraft, Sturgeon o Fred Thomas Saberhagen, que ya habían dado voz a los pensamientos de sus personajes vampíricos como medio de análisis psicológico, y será, de hecho, una constante en el proceder de Rice. Así, el vampiro Louis de Pointe du Lac relata la historia de su vida a Daniel Molloy, un periodista que conoce en San Francisco. Le cuenta cómo fue convertido en la Nueva Orleans de finales del siglo XVIII a manos del enigmático y perverso Lestat de Lioncourt; y cómo emprendió, junto a la niña-vampiro Claudia, la búsqueda por desentrañar los misterios de su nueva naturaleza. La serie continúa con trece novelas más, así como crossovers con otras sagas literarias y series paralelas.

La fuerza que irradiaba el personaje de Lestat en esa primera novela fue tan abrumadora que Rice decidió darle la oportunidad a él mismo de contar su versión de los hechos y, sobre todo, de narrar su vida. Así aparece Lestat el vampiro (1985), una autobiografía completa del personaje que, junto a su secuela directa, La reina de los condenados (1988), enlaza con su presente en los años ochenta, cuando sale de un largo letargo y decide, a través del rock, revelar al mundo los antiguos secretos de su raza con la idea de unir a sus congéneres en una confrontación contra los humanos. Esta novela y su continuación son esenciales para entender el impacto de Rice y su aportación al vampiro pop. Primero, porque frente al tímido éxito de Entrevista con el vampiro (que, no obstante, le había valido a la escritora un importante pellizco económico al vender sus derechos al cine), estas se convirtieron definitivamente en un fenómeno. Y segundo, porque Rice abogará por una apuesta narrativa que resignificaría su propio panteón vampírico.

Lestat el (super)vampiro

El gran acierto de la primera entrega de las Crónicas había sido enfrentar a dos personalidades vampíricas antagónicas pero obligadas a entenderse: Louis, vampiro humanizado y desconsolado que se resiste a asumir su naturaleza monstruosa; y Lestat, personificación del príncipe de las tinieblas byroniano que abrazaba con absoluto entusiasmo y sin remordimientos su naturaleza oscura. Pero a partir de la segunda entrega la transformación de Lestat es evidente y, al hacernos conocer su punto de vista, Rice comienza a justificar moralmente sus actos: lejos de la aleatoriedad señalada por Louis en la primera novela, sus víctimas son descritas ahora como criminales ajusticiados en base al peculiar sentido de la justicia del protagonista. Dentro de las coordenadas positivas con las que son proyectados los dos personajes, en el paso de Louis a Lestat vemos, como quedó señalado por Cartmill y McFaden en uno de nuestros anteriores artículos, el paso del vampiro-monstruo al vampiro-trágico y, finalmente, al vampiro-héroe. Porque Lestat, bajo la dirección de su discutible guía moral y dotado de habilidades extraordinarias (fuerza brutal, capacidad de volar, hiper sensibilidad artística, telepatía e incluso resistencia a la luz del sol o supervivencia sin depender de la sangre), se convierte en una especie de justiciero oscuro con hechuras de superhéroe. Todo eso, además, redondeado por la acertada apuesta de Rice de convertirlo en el tiempo presente de los relatos en una estrella del rock, figura que en la cultura pop de las últimas décadas del siglo XX asumirá con mayor naturalidad y entusiasmo el papel del héroe byroniano.

No es de extrañar, por tanto, que el interés inicial por Entrevista con el vampiro se convirtiese en furor con sus continuaciones, en unos años ochenta en los que cientos de adolescentes adoptarían la pose maldita de Lestat mientras el movimiento goth alcanzaba su época dorada (música, cine, literatura, cómic…). La década de los noventa no haría sino avivar ese fuego con populares vetas de renovación vampírica con etiqueta made in Rice, como los juegos de rol (Vampiro: la mascarada), la televisión (Buffy cazavampiros) o el cine (Drácula de Bram Stoker, de Francis Ford Coppola); pero sobre todo lo haría con la extraordinaria adaptación cinematográfica que Neil Jordan hizo de la primera novela, que no solo insufló vida a una serie literaria que, por otra parte, no había perdido aún su vigencia (y que seguía publicándose con nuevas entregas), sino que la dotó, además, de nuevas lecturas vinculadas a temas sociales complejos como la homosexualidad, las drogas o las enfermedades de transmisión sexual.

Así pues, los vampiros seductores, andróginos y de ambigüedad sexual de Rice se iban a acabar identificando no solo con antihéroes románticos, sino con seres superiores que reflejaban nuestras miedos y fantasías. Como señala Grady Hendrix, «alienados, solitarios, tristes, góticos, glamurosos, buenos bailarines… lo vampiros de Rice eran todo lo que queríamos ser. (…) Antes de Anne Rice, los vampiros mataban a los humanos. Los nuevos (…) entran en contacto con su lado sensible mientras hacen espeleología por los adentros de sus víctimas. No son depredadores; en el fondo, son parte de nosotros, literalmente».

Se abre con ellos, por tanto, la veda de los vampiros buenos que seguiría rápidamente autores como Fred Saberhagen, George R.R. Martin o John Shirley. Un camino que, a su vez, derivaría directamente en los superhéroes posmodernos que analizaremos en nuestra siguiente entrega y, en paralelo y de forma cercana, en las popularísimas visiones que, como ya le pasara a Drácula, parten de la lectura más superficial del vampiro de Rice hasta banalizar en extremo su esencia. Es el caso de series literarias y audiovisuales como las Crónicas vampíricas de L.J. Smith o Crepúsculo de Stephanie Meyer, que a comienzos del siglo XXI convirtieron el vampiro-héroe en carne de cañón del género High School. También lo es, paradógicamente, la reciente adaptación catódica de las propias Crónicas vampíricas  por parte de AMC, claro ejemplo de cómo intentar poner al día una obra por parte de quienes no la han entendido o no la quieren entender. Como despedida, reivindicar True Blood (HBO, 2008-2014), adaptación televisiva de Los misterios de los vampiros del sur de Charlaine Harris que, espoleada en la nueva ola seriéfila de la primera década de siglo, revisitó la figura del no muerto como depurada metáfora de los problemas segregacionistas del sur de Estados Unidos en una fresca, desprejuiciada, divertida y, esta vez sí, más que digna renovación de la herencia vampírica de Anne Rice.


  • Bibliografía:
    • Alcalá, C. [César] (2009). Todo lo que debe saber sobre los vampiros. Belacqva.
    • Arries J. [Javier] (2007). Vampiros. La historia de nuestra eterna fascinación por el señor de la noche. Zenith.
    • Borrmann, N. [Norbert] (1999). Vampirismo. El anhelo de la inmortalidad. Timun Mas.
    • Campbell, J. [Joseph]. Moyers, B. [Bill] (1991). El poder del mito. Emecé Editores.
    • Cartmill, M. [Michael]. McFadden, M. [Mary] (2021). Una historia de vampiros y su transformación de ser solo monstruos a figures monstruosas, trágicas y románticas. Curiosity: Interdiciplinary Journal of Research and Innovation.
    • Frayling, C. [Christopher]. (1992). Vampyres: Lord Byron to Count Dracula. ‎Faber & Faber.
    • Groom, N. [Nick]. (2020) El vampiro. Una nueva historia. Despertaferro ediciones.
    • Hendrix, G. [Grady]. (2024). Paperbacks from Hell. La oscura historia del auge del terror de bolsillo. Minotauro.
    • Pirie, D. [David] (2021). El vampiro en el cine. Cult Books.
    • Remartínez, D. [David] (2021). Una historia pop de los vampiros. Arpa editores.
    • Rivero Gómez, A. [Ángel]. El vampiro reflejado. Alberto Santos editor.
Marcos García Guerrero
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