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Los auténticos Indiana Jones: Sylvanus G. Morley

Indiana Jones es un personaje icónico surgido de la imaginación de George Lucas y Steven Spielberg, que nació, principalmente, de los recuerdos de los seriales y el cine de aventuras de los años 30 y 40. En realidad, de esas mismas fuentes nació también Star Wars, influenciada por las aventuras espaciales del Flash Gordon encarnado por Buster Crabbe. Pero, además de los antecesores ficticios, desde el Harry Steele (Charlton Heston) de El secreto de los incas al David Jones (Alan Ladd) de China, con una pizca del Fred C. Dobbs (Humphrey Bogart) de El tesoro de Sierra Madre, hay un número de personajes reales que influyeron en la imagen, la historia y la identidad del personaje, y que, con mayor o menor acierto, han sido calificados como auténticos Indiana Jones. Hoy vamos a hablar de uno de ellos, Sylvanus G. Morley, y ver cuánto hay de cierto en esta afirmación.

Sylvanus Griswold Morley (1883-1948), conocido amistosamente como Vay, fue un arqueólogo estadounidense que se especializó en la cultura maya, siendo considerado durante su vida uno de los mayores expertos en la transcripción y descifrado de la escritura de este pueblo. Aunque hoy gran parte de su trabajo ha sido superado por investigaciones posteriores (especialmente la idea de que las inscripciones eran casi completamente de naturaleza calendárica y astronómica), durante décadas sus manuales fueron lectura obligada para cualquiera que deseara introducirse en la materia.

Las fotos de Morley representan a un individuo bajito, con gafas redondas y, a menudo pajarita, además de un pequeño bigote bien recortado; un tipo más similar al Indy profesor  (o a su padre) que al de aventurero de látigo y sombrero fedora. Otro reputado mayista, Sir J. Eric Thompson, lo describió como «un romántico incurable», destacando su tendencia a la verborrea, pero también su habilidad para dar charlas persuasivas y trasmitir su entusiasmo por la materia a tratar. Otros hablan de su energía incansable, a menudo minada por las enfermedades, como la malaria, que le obligaban a largos periodos de recuperación.

Aunque nacido en Pennsylvania, donde su padre, el coronel Benjamin F. Morley, era profesor de de Química, Matemáticas y Táctica en el Pennsylvania Military College, pasó parte de su infancia en Colorado, Estado vecino a Utah, en el que el joven Henry Jones Jr (River Phoenix) buscará la Cruz de Coronado unos años después. En un principio, su interés en la Arqueología (y especialmente en la Egiptología) contó con la oposición de su padre, que le obligó a licenciarse en ingeniería civil en la PMC antes de matricularse a Harvard para estudiar Arqueología. En dicha universidad fue donde comenzó a centrar sus intereses ya no en los egipcios, si no en las culturas americanas y, sobre todo, en los aún misteriosos mayas. Allí entabla amistad con algunos de los primeros mayanistas, como  Alfred M. Tozzer, pero al menos en parte parece que esta decisión se vio influenciada también por la lectura del Corazón del mundo de H. Rider Haggard, una novela  de aventuras con toques místicos, publicada en 1895 y que gira en torno a una ciudad maya perdida en la jungla.

Durante sus estudios, colaboró en distintas excavaciones en sudoeste de los EEUU bajo la supervisión de Edgar Lee Hewett y, tras graduarse en 1907 (no se doctoró en Harvard aunque si recibió un título de doctor honorífico de la PMC más adelante), se trasladó a Santa Fe (Nuevo México) para unirse a la nueva School of American Archaelogy (SAA). Seguiría vinculado a esta ciudad durante el resto de su vida, incluso conociendo allí a su segunda esposa y realizando visitas regulares a la ciudad. También tienen lugar en esos años sus primeros viajes al Yucatán y sus yacimientos, por medios privados, visitando entre otros Copan o Tulum.

Pero el gran paso en su vida académica, y profesional, fue obtener un puesto de investigador asociado en 1914 en el Instituto Carnegie de Washington, institución bajo cuyos auspicios llevaría a cabo la mayoría de su trabajo de campo. Desde el principio intentó conseguir de esta institución y las autoridades un compromiso para excavar en el Yucatán y llegó a obtener algunas promesas al respecto en 1914. La guerra se interpondría en estos objetivos, retrasando casi diez años sus proyectos.

Durante la Primera Guerra Mundial, Morley, codificado como Agente 53 de la Office of Naval Intelligence (ONI), se ocupó de labores de espionaje en paralelo a su trabajo como arqueólogo. Su labor, además de formar una red de agentes propia, era buscar agentes extranjeros entre la comunidad alemana de la península de Yucatán[1] o, incluso, comprobar la posible presencia de una base secreta de aprovisionamiento de submarinos en sus costas. Estas acciones provocaron (y provocan aún) polémica: en una carta publicada en The Nation en 1919, el antropólogo de origen germano, pero afincado en la universidad de Chicago, Franz Boas, acusaba sin dar nombres a «al menos» cuatro arqueólogos americanos[2] de aprovecharse de la neutralidad del trabajo científico para desarrollar labores de inteligencia, considerando que era algo que ponía en peligro a otros arqueólogos, que podían ser percibidos, injustamente, como espías.  También Henry Jones Jr. realizará labores de espionaje, si bien durante la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, como nos recuerdan varios diálogos de El Reino de la Calavera de Cristal[3], pero no sabemos si utilizando su tapadera como arqueólogo o de forma más convencional.

Consumido su papel bélico, Morley retoma su carrera académica, publicando algunas de sus recopilaciones de inscripciones más importantes en 1919 y 1920. Es en 1923 cuando consigue el permiso para que la institución pueda excavar en los yacimientos de Uaxactún[4] y Chichén Itza. Sería a este segundo yacimiento al que vincularía la mayor parte de su actividad de campo durante los siguientes 17 años de su vida.

Chicén Itza («en la boca del pozo de los itzaes») es una de las mayores ciudades mayas jamás excavadas, con una historia larga y llena de eventos, hasta su abandono y decadencia tras la conquista española en la década de 1540. Fue una de las ciudades mayas en llamar la atención de los estadounidenses a mediados del siglo XIX, gracias a los románticos dibujos de sus ruinas realizados por Frederick Catherwood[5] y las fotografías, igualmente fascinantes, de Claude-Joseph Désiré Charnay[6]. Durante varias décadas había sido excavada informalmente por Edward Herbert Thompson, cónsul americano en Yucatán, al que más tarde (en 1926) el gobierno mexicano acusaría de haber robado diversos artefactos, incluyendo algunos de oro, sustraídos del Cenote Sagrado de la ciudad. Las campañas de la Carnegie convivieron con otras del gobierno mexicano, que no solo realizaron excavaciones, si no que también realizaron limpiezas y reconstrucciones para convertir Chichén Itza en un lugar visitable.

Bajo su égida se excavaron los templos conocidos como Templo del jaguar y Templo de los guerreros, así como una estructura más antigua bajo este, que sería conocida como Templo del chacmool[7]; también se excavaría El caracol, una estructura circular identificada con un observatorio astronómico. Con los años se ha llegado a criticar que estas campañas buscaron más realizar una reconstrucción visualmente atractiva que establecer con precisión la cronología del yacimiento, y aún hoy los arqueólogos encuentran problemas para datar varias de las estructuras. En ocasiones, sin embargo, llegaron a utilizar técnicas innovadoras, incluso adelantadas a su época, como intentos de prospección de yacimientos desde el aire en la campaña de excavación de 1929[8].

En el equipo de arqueólogos que trabajó con Morley en Chichén Itza podemos mencionar a la pareja formada por la arqueóloga y artista Ann Axtell Morris (1900-1945) y su marido Earl H. Morris (1889-1956). Este, arqueólogo especializado sobre todo en el suroeste de los Estados Unidos (asociado a la SAA y a la Universidad de Colorado), es mencionado a veces como otro posible Indiana Jones, pero en este caso no hay nada más allá de un aire general de arqueólogo del periodo para alimentar la identificación.

Durante estos años, Morley siguió acumulando y publicando recopilaciones de inscripciones mayas de distintos yacimientos y sus traducciones parciales[9]. Pero también y casi en mayor medida, se convirtió en un divulgador, en un apasionado popularizador de la cultura maya y sus ideas sobre la misma: escribió multitud de artículos para revistas como National Geographic y, sobre todo, un manual, The Ancient Maya, que desde su publicación en 1946 se convirtió en el libro de introducción a esta cultura para generaciones de estudiantes norteamericanos. Aunque hoy está anticuado y ha sido responsable, en parte, de la creencia en mitos como la desaparición de los antiguos mayas, sigue siendo una lectura básica sobre el tema.

En 1947, Morley, ya un hombre más que maduro y avejentado por las penurias de viajes y enfermedades, recibe el nombramiento como director del museo de Santa Fe (Nuevo Mexico), lo que parecía un retiro dorado en comparación con las jornadas en la jungla. Sin embargo, Sylvanus Morley, tras una serie de ataques al corazón, moriría en 1948, sin apenas llegar a disfrutar de su nombramiento.

En 1957, durante los sucesos de la cuarta película de Indiana, aparecen las dos única referencias directas a los mayas en las aventuras cinematográficas del personaje: en la primera, se supone que Indy estaba excavando un yacimiento maya cuando es secuestrado por los rusos; más tarde, decide utilizar el maya como paso intermedio para interpretar la lengua koihoma, hablada por los ficticios ugha de la película. Para hacerlo, debía basarse en las teorías más avanzadas de su época, que empezaron a identificar la naturaleza parcialmente silábica (y no solo ideográfica, como pensaban tanto Morley como la mayoría de mayistas occidentales) ya durante la misma década de los 50[10].

En el universo ampliado de Indiana Jones, que incluye diversos cómics, novelas y videojuegos, la presencia de antigüedades mayas ha tenido algo más de suerte que en el cine, pero, igualmente, nunca ha sido el principal interés del personaje. Así, en El diario perdido de Indiana Jones, este realizó excavaciones en Tikal en 1926; y en varias novelas escritas por Max McCoy a mediados de los 90 (comenzando con Indiana Jones and the Philisopher’s Stone) aparece una calavera de cristal, distinta de la de la película, que habría descubierto en el yacimiento maya de Cozan en 1933. En Indiana Jones and the Pyramid of the Sorcerer, novela de 2009 escrita por Ryder Windham y ambientada en 1941, la pirámide del título es un monumento real (más conocida como Pirámide del adivino) del yacimiento maya de Uxmal. También hace una visita a ruinas mayas en el famoso videojuego Indiana Jones and the Fate of Atlantis (1992) y en su adaptación al cómic (de apenas un par de páginas).

Juzgando a Sylvanus Morley como inspiración de Indiana Jones nos encontramos una serie de rasgos muy generales y algunas coincidencias geográficas, pero pocas conexiones directas. No obstante, su participación en labores de espionaje lo hace destacar, en realidad, sobre otros candidatos. A pesar de ello, la misma cronología de su vida es siempre demasiado temprana para inspirar la de Indiana, que pese a sus precoces acciones en la Gran Guerra es casi quince años más joven que el académico.

Veredicto: es americano, es arqueólogo, más o menos de la época correcta y ha vivido algunas aventuras propias en la vida. Pero ni su personalidad ni su historia académica ni profesional ofrecen demasiadas similitudes con el personaje cinematográfico. No está mal, pero…

Este ha sido solo un primer paso en nuestra búsqueda del auténtico Indiana Jones.


[1] Hay que recordar, por fantásticos que nos puedan parecer estos planes, el efecto del telegrama Zimmerman sobre la opinión publica norteamericana. En 1917 se desveló esta comunicación secreta entre el Imperio Alemán y México, que contenía una propuesta para que este último país atacara a Estados Unidos en caso de que este, a su vez, declarara la guerra a Alemania. Como contraprestación, la República mexicana recibiría de vuelta los Estados de Texas, Arizona y Nuevo México, perdidos tras el tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848.

[2] Boas fue, a su vez, desautorizado por la American Anthropological Association (AAA) y fue acusado de que sus críticas estaban motivadas, en realidad, por sus bien conocidas simpatías por su país de nacimiento. Es necesario señalar, por completar el cuadro, que en el mismo consejo directivo de la AAA se sentaban varios de estos espías-científicos.

[3] En varios episodios de la serie de TV de Las aventuras del Joven Indiana Jones encontramos a nuestro héroe ejerciendo como espía, también, en la Gran guerra. No obstante, está muy lejos de Yucatán y de cruzar sus caminos como Morley.

[4] Uaxactún, por cierto, no es el nombre antiguo de este yacimiento guatemalteco, si no uno puesto por el mismo Morley en 1916. Oficialmente, el nombre, traducido como «ocho piedras» deriva de una inscripción referida al octavo baktún (un baktún es un periodo de 144.000 días en la cuenta larga maya), pero otros señalan a que el nombre es una broma, por el parecido fonético con Washington D.C., sede del instituto Carnegie.

[5] Aparecidas en Incidentes de viaje en Yucatán de John Lloyd Stephens (1843).

[6] En Cités et ruines américaines (1863).

[7] Un chachmool o chac mol es un tipo de estatua común en varias culturas mesoamericanas que representa a una figura reclinada de espaldas, apoyada sobre los codos y sujetando un cuenco o disco sobre el estómago. Probablemente, eran utilizadas para la presentación de sacrificios.

[8] En ellos contaron con la colaboración del famoso piloto Charles Limdbergh, aunque parece que Morley no participó personalmente en estos vuelos.

[9] Por entonces, solo una parte de la escritura maya había conseguido traducirse y, en general, esta se correspondía con las anotaciones cronológicas (las famosas cuenta larga y cuenta corta de los mayas, que hace unos pocos años era esgrimida como señal apocalíptica) y la idea de Morley y de la mayoría de los expertos en dicha cultura, era que el texto sin traducir era también de la misma naturaleza… Una idea preconcebida que dificultó la traducción real de los textos y también creó una idea deformada de la mentalidad maya antigua.

[10] Curiosamente, dado el ambiente de paranoia de la Guerra Fría de la película, debido a la investigación de un autor soviético, Yuri Knórozov.

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