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El Seriéfilo

Seriéfilo: noviembre de 2023

Se acerca el fin de año y, como en mis mejores tiempos de estudiante, una riada de series se agolpa a la puerta de mi cueva exigiendo su visualización sin demora: quieren su oportunidad para poder entrar en la lista de mis favoritas del año y se atreven incluso a sugerir la categoría en la que quieren estar. Cuanto más se acerca la fecha de cierre del año, peor. No me quiero ni imaginar como estará la cola de pendientes el 15 de diciembre… Pero no adelantemos acontecimientos. Vamos a ver lo que he podido procesar en noviembre.

Si el mes pasado la reina era Star Wars con Ahsoka, este mes, le toca a Marvel con Loki (Disney+), título que incluso nuestro querido Ismael Rodríguez, habitual presentador del Podcast de LaSoga y autoproclamado azote de todas las series, habrá estado tentado a ver… Y es que esta segunda temporada cierra de forma magistral aquella historia que comenzaba con Loki siendo capturado por la misteriosa Autoridad de Variación Temporal (o AVT), en su condición de villano que más veces ha estado a punto de fulminar el universo. Aquí, le hemos visto convertirse en un abnegado héroe salvador del mundo tal y como lo conocemos.

Con un guion construido a base de funambulismo temporal, viajamos por el multiverso rebobinando y adelantando el tiempo como si de una cinta VHS se tratase. Así, lo que en un principio parece una divertidísima peonza girando a toda velocidad, pero de forma aleatoria, termina siendo una pieza de sinfonía temporal donde todo encaja de forma cuánticamente perfecta. Ouroboros, el nuevo personaje interpretado por Ke Huy Quan, que vive su segunda juventud en el cine tras participar en su adolescencia en dos películas míticas de los años 80, Indiana Jones y el templo maldito y Los Goonies), empasta muy bien con el tono general de la serie, aportando momentos cómicos, pero no empalagosos. De lo mejorcito del UCM. Así sí, Disney

Sin dejar de lado los superhéroes, pero pasando a otro universo más bestia, el brutalmente violento de The Boys (Prime Video) da paso a su vertiente adolescente con Gen V, que nos sitúa en la misma plataforma, pero dentro de un campus universitario en el que jóvenes con superpoderes aspiran a formar parte de Los 7. Aunque mantiene la misma dosis de violencia y mala baba de su hermana mayor y también tiene una historia entretenida, los personajes principales no logran llenar el vacío que dejan Huguie, Butcher o Starlight, aspecto que salta a la vista cuando en algún momento de la serie aparece el Patriota, Soldier Boy o Victoria Neuman y nos recuerdan lo mucho que los echamos de menos. Sin llegar en ningún momento al nivel de su serie madre, Gen V tiene los ingredientes necesarios como para hacer más corta la espera de la cuarta temporada de The Boys, que no es poco.

Sin abandonar la violencia extrema, otro universo cinematográfico que salta a la pequeña pantalla es el de John Wick (Chad Stahelski, 2014) con The Continental: Del universo de John Wick (Prime Video). A esta serie le pasa algo parecido a lo que sucedía con Gen V: aunque mantiene las frenéticas escenas de acción sanguinariamente bonitas y una estética cercana a lo que sería John Wick en los años 70, los personajes principales no logran llenar el vacío de Keanu Reeves y el único que logra destilar algo de carisma es un Mel Gibson pasadísimo de vueltas, pasándoselo pipa como el malvado, rencoroso y vengativo director del hotel. Tres capítulos de hora y media (algún día habrá que hablar de la excesiva duración de los episodios de muchas series, porque las grandes plataformas, con tal de tener enganchado al telespectador, se están columpiando mucho), que desaprovechan la oportunidad para profundizar más en lo que esperábamos: bucear en el universo de John Wick, saber más de la Alta mesa, el origen de las monedas de oro, del rey Bowery… Pero no, tenemos tres capítulos como tres películas de largos y a cada uno de los cuales les podríamos quitar media hora sin despeinarnos. Una pena, porque a pesar de estos inconvenientes, la serie es resultona y entretiene e incluso sorprende con alguna coreografía pistolera muy bien coreografiada.

Giramos la vista hacia tierras niponas y su historia de superación y conversión con El aprendiz de sumo (Netflix), una trama vista mil veces pero que, ambientada en Japón y en un deporte tan poco conocido en occidente como el sumo, gana en interés y originalidad. Seguiremos la vida de Enno, un joven arrogante, testarudo e irreverente que comienza a practicar sumo para ganar dinero sin importarle cómo y que, poco a poco, a base de golpes, comienza a valorar y respetar la tradición del sumo mientras aprende lo que es el compañerismo, el esfuerzo y la amistad. Con los típicos excesos del cine asiático y un argumento previsible pero bien desarrollado, estamos ante un drama deportivo exótico al que merece la pena darle una oportunidad.

Siguiendo con las propuestas asiáticas, aunque esta vez mirando más hacia la península, encontramos otra propuesta que sobre el papel puede resultar absurda, pero que funciona como un tiro (nunca mejor dicho). Hablamos de un western coreano, ambientado en la región fronteriza con China de Gando durante la ocupación japonesa de principios del siglo XX. Para situarnos, el espacio funciona de forma similar a la frontera entre México y EEUU: aquí también tendremos asaltos al tren, robos a diligencias en marcha y tiroteos de saloon… solo que al estilo coreano. Es decir, el western más clásico estará aquí aderezado con ciertas licencias. Sobre todo, impacta la sobreactuación emocional de algunos personajes, arquetipos andantes que se convierten en un lastre a la hora de contar una historia lineal, sencilla, directa y llena de acción.

Para rebajar la violencia del mes, vamos con un drama de época, más concretamente de los coloridos años 60 estadounidenses en los que una brillante química tendrá que luchar contra todos los prejuicios de la época para salir adelante, encontrando su hueco,  pero no en un laboratorio, que es donde le gustaría y merecería estar; aquí la protagonista irrumpirá en un programa televisivo de cocina que aprovechará para poner en valor y empoderar a las mujeres que la siguen, mientras les enseña los secretos de la cocina a través de sus conocimientos más técnicos. Cocina con química (Apple Tv+) cuenta con una magnífica Brie Larson en el papel de una analítica, lógica y metódica madre coraje que se sobrepone a todos los obstáculos, cuestionando y desafiando los estereotipos establecidos, tanto de género como de raza. Una pequeña joya oculta que no puede pasar desapercibida.

Y nada mejor, para acabar, que pasar del drama a la comedia. Y no cualquiera, porque vuelve a nuestras pantallas la tripulación pirata más alegre de toda isla tortuga: Nuestra bandera significa muerte (HBO Max), culmina la tormentosa y apasionada historia de amor entre Stede Bonnet y Barbanegra, espolvoreándola con una nueva capa de un humor surrealista y luminoso muy pulido, que logra mejorar la primera temporada y hace crecer todavía un poco más la serie. Risas emotivas aseguradas.

Me despido ya, aunque no sin antes recomendar, por seguir con el surrealismo (esta vez patrio y costumbrista) la comedia dramática Déjate ver (Atresplayer), una pequeña obra cuyo humor recubre a la perfección su ambientación en el mundillo del arte. Con las ideas frescas y originales de esta serie española os dejo para adentrarme peligrosamente en las jornadas de reflexión. Son estas horas de aislamiento y meditación (no estoy pata nadie) en las que debo configurar una lista de mis series preferidas que aún no tengo nada clara… Algunas de las que son no creo que estén y alguna de las que seguro que estarán seguro todavía no han sido. Y hasta ahí puedo leer. Nos vemos muy pronto, en formato billboard, seriefilers.

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