Orhan Pamuk: «El paternalismo nos protege de nosotros mismos»
Orhan Pamuk siempre ha dicho que la política es un compromiso inevitable pero que no le gusta. Al escritor turco le dieron el Premio Nobel de Literatura en 2006 no por hacer política sino por hablar de una polis, Estambul, tópica e inevitablemente descrita por viajeros y locales como una puerta que cruzan diferentes culturas. En La mujer del pelo rojo (Literatura Random House), Pamuk cuenta la historia de un maestro pocero y su aprendiz, un joven que se enamora entre pico y pala de una misteriosa mujer pelirroja. Según él, es una reflexión sobre la figura del padre y el paternalismo, esa forma de ver el mundo que, entiende Pamuk, ofrece una guía permanente pero también una protección frente a uno mismo. El novelista de una Turquía todavía hoy en estado de emergencia y con decenas de periodistas, sindicalistas y activistas en la cárcel, no habla de política, o más bien no de actualidad. Eso es cosa de periodistas. Lo suyo, asegura Orhan Pamuk, son las novelas de ideas.
¿Puede decirnos cómo surge y qué plantea la novela?
En 1988, cuando estaba tratando de terminar El libro negro en un lugar cercano a Estambul, vi que un pocero y su discípulo empezaban a cavar un pozo en la finca que estaba junto a la mía. Trabajaron durante tres semanas y yo no podía dejar de prestar atención. Después de un tiempo, me pusieron a mí agua y electricidad, y desarrollé una especie de amistad con ellos. Les pedí que me contasen historias a la antigua usanza. Y me las contaron.
Pero lo que también me resultaba interesante era la relación que tenían entre ellos, entre el maestro pocero y su discípulo. Por la mañana, el pocero gritaba al aprendiz. Lo intimidaba como si fuese su hijo. Sin embargo, por la tarde era tierno, afable, como un padre compasivo. Yo nunca tuve ni un padre opresor ni compasivo. Me resultó muy interesante esta idea de cómo es la relación entre padre e hijos; los padres que enseñan pero también dominan, que dan una dirección en la vida. Estas ideas son las que aparecen a la hora de cavar un pozo y esta es la parte realista de la historia.
Si esa es la realista, ¿cuál es la parte metafórica?
La idea de padre. Porque padre es también sinónimo de guía poderoso o de una persona que manda en todo. También, la idea de que es algo tan importante (y esto es lo que intento explorar en el libro) que puede quizás explicarse en el hecho de que la gente tiene miedo de su individualidad, recela de tomar sus propias decisiones. Con un padre tal vez sientan que tienen un modelo ético y económico. Y, desde luego, una protección de sí mismos.
La mujer de pelo rojo, la mujer pelirroja, ¿es también una metáfora?
En la literatura inglesa y europea las mujeres de pelo rojo suelen ser personas airadas, furiosas, diferentes y difícilmente controlables. Nada más publicar el libro fui a Inglaterra y me sorprendió la cantidad de mujeres pelirrojas. Pero claro, es algo natural en los países del norte. En Turquía, la idea que hay sobre ellas es más o menos la misma, pero normalmente son teñidas. Y lo que ocurre es que se tiende a asociar con actrices, mujeres que quieren tener un carácter fuerte, que no puedes dominar o controlar fácilmente. Eso me animó a escribir un personaje así.
¿Conoce usted a muchas mujeres pelirrojas?
Muchas. Mientras escribía mi libro les pedía a mis amigas pelirrojas que me contasen sus historias, cosas interesantes que les pudiesen haber ocurrido en Turquía por tener el pelo rojo. De hecho, al principio de la novela la mujer protagonista cuenta una historia sobre la diferencia entre tener el pelo al natural o teñido que una amiga me contó.
Antes de la entrevista nos dijeron que a usted no le gustaba hablar de política…
No, yo puedo hablar de política. Lo que no quiero es hablar de la actualidad, eso que buscáis los periodistas. Mi libro es profundamente político, pero más desde un punto de vista antropológico. Lo que a mí me gusta es conectar antropología y política con historias. Y definitivamente no me interesa lo último de la actualidad política. Es decir, me interesa, pero no ahora, que estoy hablando de mi libro.
Pero su libro transcurre en Turquía, donde el Gobierno de Erdogan está encarcelando a periodistas, escritores, activistas… ¿Eso es porque Turquía es un país donde es más fácil que prenda el paternalismo político?
Buena pregunta. Siempre hablo de esta relación entre países y paternalismo, y siempre pongo el ejemplo de Japón, donde el paternalismo es muy fuerte. Pero los japoneses tienen una democracia mucho más desarrollada que la turca. El paternalismo está muy conectado con una fuerte idea de comunidad. Sin duda, en una sociedad que no alienta el individualismo seguramente se va a dar un notable paternalismo, pero eso no significa necesariamente que de ahí se pase al autoritarismo. Mi libro rebate exactamente estos asuntos.
La cuestión es que nunca puedes hacer generalizaciones con estos temas. España fue gobernada por Franco y ahora es una democracia. O mira Alemania, que tuvo a Hitler y ahora es, quizás, una de las democracias más desarrolladas del mundo. No podemos generalizar acerca de las naciones o su historia como para decir que este o aquel país está determinado a ser paternalista o autoritario. No, eso es muy difícil e incluso erróneo. No se pueden hacer generalizaciones esencialistas.
Turquía está en medio de algunos de los grandes conflictos del mundo en estos momentos. La guerra de Siria, sin ir más lejos. ¿Cómo ve el papel de su país en estas situaciones?
Pues no creo que sea tan importante. Tal vez es lo que están diciendo los periódicos turcos pero, al final, el papel de Turquía en estos asuntos (justo igual que su economía o su producción) es bastante más pequeño de lo que parece. No nos olvidemos de que la población de Turquía es el uno por ciento de la mundial y de que la economía turca está solo ligeramente por encima de eso. Por tanto, esa es la situación. Yo no quiero hacer más grande un papel que no tenemos.
Lo que sí puede ser importante, a veces, es la literatura. Ahora en Kars, donde transcurre su novela Nieve, está llena de turistas que llegan allí para hacerse fotos y selfies, y publicarlas después en instagram. ¿Cree que el turismo masivo, en este caso movido por una novela, puede desnaturalizar lugares que son interesantes, precisamente, porque no hay turistas?
No, al contrario. Creo que es bueno. Hace veinte años fui a la ciudad de Kars, en el nordeste de Turquía. Allí nieva mucho. Quería emplazar allí mi novela Nieve. Con la popularidad que tuvo el libro resulta que ahora están sacando mapas con los «lugares de Pamuk» en Kars y ha aumentado mucho el turismo en la ciudad. A mí no me parece nada mal. No me entristece en absoluto. Al revés, me hace feliz que mi libro haya hecho famosa a Kars y también que la gente se haga selfies. Los selfies no son una cosa mala. Es lo que hace todo el mundo. Respeto a la gente que los hace y los pone en Instagram.
Volviendo al principio: realidad e ideas. ¿Lo de cavar un pozo también le parecía una metáfora?
Sí. Encontrar agua en una tierra árida es algo muy importante. Trae civilización y crecimiento económico. Y el padre que te trae agua, no importa lo cruel o autoritario que sea, en mi parte del mundo parece que va a conseguir que la gente lo quiera haga lo que haga.
¿Conviene de vez en cuando matar al padre, metafóricamente hablando?
Pero lo que yo hago son cuentos. Por favor, no sigan estos ejemplos y maten a su padre después de leer mi libro, aunque se sientan tentados a hacerlo.
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