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Cine y TV

The Twilight Zone, 1

Al igual que el crepúsculo que existe entre la luz y la sombra, hay en la mente una zona desconocida en la cual todo es posible; podría llamársele la dimensión de la imaginación, una dimensión desconocida en donde nacen sucesos y cosas extraordinarias como lo que ahora vamos a ver. ¿Que no es posible? Todo es posible en el reiado de la mente. Todo es posible en La dimensión desconocida.

Ese era el texto leído en español antes de cada episodio de la primera temporada de La dimensión desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), aunque una traducción más textual y menos literaria del original inglés diría algo así: «Existe una quinta dimensión, más allá de aquello que es conocido por el hombre. Se trata de una dimensión tan vasta como el espacio y tan atemporal como el infinito. Es el punto medio entre la luz y la sombra, entre la ciencia y la superstición, y se encuentra entre el pozo de los miedos del hombre y la cima de su sabiduría. Esta es la dimensión de la imaginación. Es un área al que llamamos La dimensión desconocida».

Tras esa entrada se encontraba un programa que cambió la televisión de la mano de Rod Serling, quien ya para entonces era un importante autor en el mundo televisivo estadounidense pero que buscaba mayor libertad creativa, encontrándola en el mundo de la ciencia ficción y la fantasía. El resultado de esa búsqueda fue un programa construido sobre historias independientes de algo más de veinte minutos, en las que Serling y sus colaboradores fueron construyendo un mundo propio y dando claves para la ficción de los años venideros.

¿Dónde está todo el mundo? (Where Is Everybody?)

El primer episodio es curioso porque… no es uno de los más famosos o representativos de la serie. Los primeros pasos de Rod Serling tenían que ser medidos, debían permitir que la antología que planeaba se infiltrase poco a poco en las casas de los estadounidenses, sin forzar la máquina, pero dejando claro algunas bases.

De ahí que ¿Dónde está todo el mundo? se construya como un relato básicamente realista. La historia de un hombre amnésico perdido en un mundo desierto es, al final, una reflexión sobre los experimentos llevados a cabo por los Estados Unidos en aquel momento para poder poner a un hombre en la Luna, algo visto todavía como un lejano objetivo difícil de alcanzar. Merece la pena aquí recordar que todavía faltaba una década para que Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins hicieran historia.

Sobre ese fresco realista, lo que se plantea es algo muy del gusto de Serling: una reflexión sobre nuestra propia esencia que solamente podemos calificar de profundamente humanista. El verdadero problema del viaje, nos dice el relato, es la soledad. El ser humano no está hecho para estar solo y, tras cuatrocientas ochenta y cuatro horas, hasta el sargento Mike Ferris se derrumba, ansioso de una compañía que no puede conseguir.

La dirección se confió al siempre fiable Robert Stevens, responsable de más de cuarenta episodios de Alfred Hitchcock presenta (Alfred Hitchcock Presents, 1955-65)y más de cien de Suspense (id., 1949-1954). En la actuación destaca Earl Holliman, que solo tres años antes había ganado el Globo de oro al mejor actor secundario. Técnicamente el resultado era, por lo tanto, envidiable y merecedor de todos los parabienes.

Como primer acercamiento a La dimensión desconocida, este ¿Dónde está todo el mundo? es apenas un aperitivo de lo que estaba por venir, aunque aderezado con algunos detalles de interés y un acabado técnico de primer nivel.

Ismael Rodríguez Gómez
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