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Rugidos y mentiras – 20 de enero

La ultraderecha será la segunda fuerza en las próximas elecciones de Alemania. AfD, Alternativa para Alemania obtendrá en torno al 21% de los votos, dicen los sondeos. Si acude tanta gente a las urnas como en las últimas generales, eso serían unos diez millones de personas. Todavía está lejos de los diecisiete millones de alemanes que votaron a Hitler en 1933. Pero va creciendo. La propaganda jugó entonces un papel importante. Como hoy. Partidos y medios convencionales culpan a Tiktok y a los hechizos de las redes sociales del ascenso de un partido racista, xenófobo, antiIslam y euroescéptico, pero también neoliberal y sionista. Es Völkisch: etnonacionalista. El término no se usaba desde la derrota nazi. La historia no rima, pero tiene eco.

Aún más extremas que Alternativa para Alemania son sus juventudes. Jungen AfD está calificada como amenaza para la democracia por el propio gobierno germano desde 2023, pero eso no lastra su crecimiento. La organización se dirige a alemanes con edades entre 14 y 35 años, y es especialmente eficaz en la parte más joven de esa franja. Los atrae con campañas en redes, pero sbre todo en el este del país, también con conciertos, veladas temáticas o quedadas en moto. Y con moda. Jungen AfD vende camisetas, tazas y todo tipo de merchandising ultra: y también creatina para los chavales del gimnasio. Defender Kreatine se dice una marca no-woke. Todo eso se puede comprar en su tienda online. Se llama Patria, en castellano: que se noten los veranos en Mallorca.

Del crecimiento de la ultraderecha en Alemania se ha culpado al comunismo: gentes del este embrutecidas por la RDA que ahora buscarían líderes fuertes para sacarlos del ostracismo. Es una explicación psicologista, no política, una reducción del fascismo a la neurosis: cosas de gente estropeada que no ha comprendido las virtudes del capitalismo. En Italia, sin embargo, el regreso de fascistas al poder no ha necesitado revisar psiques, y en las capitales de las democracias se celebra a Giorgia Meloni: disciplinada en las cuentas, y obediente a las trompetas guerreras de Washington. No como AfD, que cuestiona a la OTAN mientras agasaja a Elon Musk. Es un amor recíproco entre nihilistas del destino manifiesto.

«No creemos en nada, Lewoski», le dicen, con acento alemán, los malvados nihilistas a Jeff Bridges en la película de los hermanos Cohen, judíos y sarcásticos. En realidad, Hollywood se reía más de los nazis antiguamente. Lo hicieron Charles Chaplin en El gran dictador y Ernst Lubitsch en Ser o no ser, con el mérito de que cuando filmaron todavía Hitler vivía y mataba. En los años cuarenta del siglo XX se cancelaba por la vía del exterminio. Hoy se hace con el silencio, una propaganda a la inversa, como se ha visto estos días en Auschwitz: invitaron a todos menos a los herederos de quienes abrieron las verjas del campo. Ni mención ni rastro del Ejército Rojo y sus millones de muertos. Hablaron de respetar la Historia quienes la falseaban, y mientras las bestias pardas venían rugiendo.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3

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Víctor García Guerrero
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