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Fútbol: ilusión sin fronteras en un mundo enjaulado – 20 de junio de 2018

Para engañar al frío del monte Gurugú en Marruecos se juega al fútbol. Y, durante años, el rey imaginario de todos los negros que en el mundo viven, escribió el ecuatoguineano Ávila Laurel, fue Samuel Eto’o. El delantero se hizo ídolo metiendo goles en el Barça. O con la selección de Camerún, con la que disputó tres mundiales, ganó dos Copas de África y se colgó la medalla de oro en los juegos de Sidney. Eto’o era el triunfo y eso es a lo que aspira el que emigra desde que a los seres humanos nos salieron piernas para correr. No todos los varados en el Gurugú sueñan con goles mientras preparan el salto a Melilla. Pero sí con el triunfo. Vale con una carta sellada en Europa.

Algunas llegan a Nigeria, de donde salieron parte de los viajeros del Aquarius. En Nigeria gusta mucho el fútbol y en el mundial de Rusia tienen aficionados: aunque los hay que lamentan que la FIFA no les deje entrar en el estadio con gallinas vivas para el mágico sacrificio. En Nigeria, la vida económica la vigila el FMI, preocupado por las deudas del país. El prestamista pide sacrificios humanos, no de aves. En Nigeria, la mitad de sus cerca de doscientos millones de habitantes vive en la miseria. Unos pocos, en la absurda opulencia. El hombre más rico gana en un día 8.000 veces lo que un compatriota en un año. Se llama Aliko Dangote y su gran sueño es comprarse el Arsenal de Londres.

Inglaterra, Francia y Alemania fueron las grandes potencias que dibujaron las fronteras de África y que hoy siguen supervisando su presente y porvenir. Comparten poder con Estados Unidos y con China, recién llegado al que los viejos señores coloniales llaman, sin ironía, «neocolonialista». Las grandes campeonas económicas pelean hoy por África y sus recursos. Washington lidera en el envío de tropas. Las tiene en Mali, Burkina Faso, Níger, Nigeria, Chad, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Uganda, Etiopía, Kenia y Somalia. También las tuvo en Libia, ese país que la OTAN liberó a bombazos, y ahora tiene esclavos y barcos sin puerto.

En un mundial de fútbol, las fronteras son las líneas del campo y el banderín de córner. Y en Rusia, además, el VAR y sus ojos de halcón cibernético. Pero ahí está todo, un planeta encerrado en césped en el que los himnos no llevan pistola. Es una ilusión colectiva: un mes de normas y límites iguales para todos. El gol socializa, aunque el mercado lo negocie como una camiseta del Marsella en Dakar. Lo que no toca es la gloria, el gran premio en Moscú o en el Gurugú y todavía improstituible porque no se le ha inventado una calculadora. Por eso cuando termina el torneo, escribía Galeano, entra la melancolía. Pasa lo mismo después de hacer el amor y dicen que la guerra.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

Víctor García Guerrero
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