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Seriéfilo: diciembre de 2018

Vuelve a sonar en la lejanía el The End de The Doors. Entre comilonas y saraos varios, aprovechamos para empaquetar y olvidar en un sótano oscuro todo lo sobrantes del 2018. Ya se han publicado todos los rankings y reseñas de lo mejor y lo peor de este año, porque diciembre es un mes en descomposición; un tránsito aburrido y obligatorio de recuerdos que nos lleva directos al botón de reset del nuevo año. El borrón y cuenta nueva de antaño, actualizado a la era digital.

Esto es así para la mayoría de los mortales, pero nosotros somos seriéfilos y exprimimos hasta el último segundo del calendario para seguir con nuestros maratones, lanzamientos de última hora y descubrimientos desesperados en televisiones lejanas. ¿Que diciembre no aporta nada? Sigue leyendo y verás…

Si en enero de 2018 (qué lejos queda ya) aparecía por sorpresa Counterpart (Starz) y afirmaba que, a pesar de tener doce meses por delante, iba de cabeza a las mejores series del año, esta vez el presentimiento se adelanta todavía más. Quizás el gran descubrimiento de este mes sea la miniserie Fuga en Dannemora (Showtime), un drama carcelario basado en hechos reales y brillantemente protagonizado por el triángulo Benicio del Toro, Paul Dano y Patricia Arquette. Los dos primeros tratan de planear su huida engatusando a una empleada externa de la cárcel. Los tres reciben todo el peso de la trama junto a David Morse y Eric Lange, secundarios de lujo.

Quizás la mayor sorpresa se encuentre en la dirección de un Ben Stiller que consigue insuflar el ritmo preciso a la serie para que avance siempre en su justa medida: se detiene en los detalles importantes y acelera cuando la acción lo requiere. Por caprichos del calendario, la serie terminó de emitirse justamente el 30 de diciembre, por lo que fue materialmente imposible incluirla en el resumen anual del 2018 y  entra por poco en el de en este mes, pero lo cierto es que es una serie de gran calidad que no tendrá problema para colarse entre las mejores miniseries del 2019 aunque haya sido emitida un año antes.

Siguiendo con el tema de los tiempos, nos detenemos en el insólito caso de la serie que comenzó su quinta temporada en 2017 y la terminará, si Odín lo quiere, en 2019. Probablemente es la temporada más extensa de la historia. Me refiero, obviamente, a Vikings (History Channel) que después de un parón de casi un año, vuelve con la segunda parte de esta larguísima entrega. Aunque la serie sigue siendo potente, se extraña a los personajes originales, especialmente porque la trama de Floki es la más floja de las tres que baraja cada capítulo y la presencia de Rollo es ya meramente anecdótica. Los hijos de Ragnar no alcanzan el carisma de su padre, incluyendo a Ivar que cada vez se desdibuja más en una caricatura; la producción solo se sostiene gracias a la irrupción de algún secundario, como es el caso de Jonathan Rhys Meyers en el papel del obispo Heahmund, un personaje carismático que hace que no extrañemos a Athelstan.

La serie que está creciendo exponencialmente y puede ser una dura competencia para Vikings es The Last Kingdom (Netflix) que con su tercera temporada ha rayado a gran altura. En este caso, se trata de una serie más directa, con más acción y ambientada unos años más tarde. Es curioso ver cómo mientras en Vikings se acaba de coronar al Rey Alfred de Wessex, en The Last Kingdom, Alfred está muy mayor, a punto de morir.

Es ese tono distinto de la serie, esa falta de realismo en favor de la espectacularidad de la acción, es la que la hace un producto distinto al anterior dentro del mismo género; aunque The Last Kingdom naciese a la sombra de la serie del canal Historia, cada vez están más cerca de tratar de tú a tú con su clara inspiradora.

Menos suerte ha corrido la ciencia ficción este mes: dos son los representantes del género que hemos conocido y ninguno de los dos pasa de ser un mero entretenimiento olvidable. Quizás la peor parte se la lleva Origin (Youtube Premium), una buena idea, con un buen arranque, que se va diluyendo hasta perder todo el interés: ocho extraños en una enorme nave espacial; entre ellos hay un asesino. Una idea que en la máquina de escribir de Agatha Christie sería un best seller, en manos de Paul W.S. Anderson se transforma en un coitus interruptus. En su descargo, hay que reconocer que los dos primeros episodios, que son los que él dirige, puede que sean los mejores; de todas formas, da mucha rabia ver cómo una buena idea, con algún buen actor implicado, se convierte en algo intrascendente en tan sólo diez episodios.

La otra esperanza del género la era Nightflyers (SyFy). Las credenciales eran inmejorable:, basada en una novela de George R.R. Martin (ya saben, escritor de Juego de tronos), con algún actor conocido, algo de presupuesto… Pero como en el anterior caso, un par de capítulos esperanzadores y un desarrollo bastante desastroso dan al traste con esta historia que no pasa de ser entretenida. La producción intenta mezclar muchas cosas del género, pero el batiburrillo resultante es más bien confuso. La trama, de forma concentrada, parte del descubrimiento de lo que se cree que es vida alienígena en los confines de la galaxia. Un científico y su equipo quieren establecer contacto, pero ninguna nave quiere llevarles hasta el fenómeno. Aquí es cuando aparece el enigmático capitán Roy Eris que ofrece llevar a los protagonistas en su mítica nave, la Nightflyer. La cosa empieza muy bien, pero los agujeros negros del guion absorben todo lo bueno y lo dejan en un quiero y no puedo.

Lo único salvable en este terreno es la segunda temporada de Mars, una aproximación seria a lo que podría ser una futura colonización de Marte, estimada para el año 2030. Lo mejor de esta serie es el paralelismo que establece entre esa futura colonización y la actual explotación de los recursos en la Tierra. De esta manera la producción se convierte en una especie de serie documental, siendo la parte documental la más potente, ya que el hilo conductor de la serie es bastante gris.

El placer culpable de este mes es Mirzapur (Amazon Video) un thriller indio de acción sobre crimen organizado. La historia no es nada original y tira constantemente de los clichés del género, pero crea una mezcla extraña que llama la atención. Violencia descarnada y muy sangrienta que contrasta con escenas de humor blanco y bastante tonto; gracioso, pero totalmente fuera de lugar. La producción se guarda mucho de que no aparezca ningún desnudo mientras trata sin ningún tapujo el tráfico de armas y drogas. Los protagonistas son extremadamente crueles en su trabajo, pero en sus relaciones sentimentales y fraternales tienen una mentalidad bastante infantil. Como se puede observar, es una serie curiosa por sus múltiples contrastes pero la que aún le falta empaque para competir con las series occidentales del género. Al menos, cumple el primer mandamiento de este tipo de productos: entretiene.

Mientras tanto, vuelve la insulsa Room 104 (HBO) con doce nuevas historias en su objetivo de sorprender al espectador. El resultado es bastante irregular, si bien la mayoría de ellas son bastante predecibles, como ocurría invariablemente en su primera temporada. En esta ocasión destacan tres episodios: en cuanto a su historia, destaca Mr. Mulvahill, que bordea el tema de los abusos sexuales a menores; en cuanto a la producción y la ejecución, el musical Arnold, protagonizado por uno de los actores de la serie Atlanta, Brian Tyree Henry; y finalmente, en lo relativo a tensión interpretativa y sorpresa cómica, Shark es un capítulo genial. Renovada para una tercera temporada, esperemos que siga aumentado el número de capítulos reseñables.

Sobre las otras dos grandes series de Amazon Video, Patriot y La maravillosa Sra. Maisel no voy a comentar nada más, porque no quiero ser redundante: ambas son series que están entre lo mejor del año por méritos propios y parece que la maquinaría de Amazon por fin empieza a carburar en el mundillo seriéfilo. Buena noticia.

Para acabar el año de forma alegre, voy a recomendar una comedia: El método Kominsky (Netflix). Aunque, como soy un poco retorcido, se trata de una comedia negra con dos protagonistas de altos vuelos, Michael Douglas y Alan Arkin. Interpretan respectivamente a un actor y un agente que encaran juntos la vejez con una visión bastante cínica de la vida, hablando sin tapujos de la enfermedad, la muerte, la soledad y todos aquellos temas que no les preocupaban mientras eran jóvenes, ricos y famosos. Capítulos de media hora escasa muy cuidados y con una interpretación soberbia que suben el nivel de la comedia de este año un par de escalones. Si mi gusto por lo escatológico no fuese tan irracionalmente fuerte, esta serie estaría en lo mejor del año sin lugar a dudas.

Antes de desear el pertinente «Felíz año nuevo a todos… y más aún a los seriéfilos de corazón», me gustaría guardar un minuto de silencio por la cancelación de nuestra serie de zombis favorita. No, no es The Walking Dead; me refiero a Z Nation, la disparatada serie sobre el apocalipsis zombi de SyFy. Cinco años ha resistido entre nosotros hasta decir basta

Y después de este minuto de silencio, ahora sí: feliz año nuevo. Espero veros a todos aquí reunidos dentro de un mes, ya en pleno 2019, para hablar de lo que más nos gusta. Las series.

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