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Cinefórum CCXLIV: «Climax»

La última película de nuestro cinefórum, Lazzaro feliz, recibió el premio especial del jurado en el festival de Sitges de 2018. Sin embargo, fue la obra que nos ocupa la que se llevó a casa el premio a mejor película.

Decir que el franco-argentino Gaspar Noé es un director polémico se ha convertido en un tópico, citando especialmente la dura Irreversible (Irréversible, 2002), que gira en torno a la brutal violación del personaje de Monica Bellucci y que provocó grandes debates en Francia tras su presentación en el festival de Cannes. También es obligatorio comentar su dedicación a la dirección de vídeos musicales, entre ellos para Nick Cave (We No Who U R), Placebo (Protege Moi) y, sobre todo, para Thomas Bangalter (una de las dos mitades de Daft Punk), que también se encargó de la música para una película anterior del director: Enter the Void (Enter the Void [Soudain le vide], 2009). De hecho, aquí Bangalter se encarga de dos  temas, What to doSangria.

Estos dos puntos focales, la polémica y la música, se convierten en fundamentales para la construcción de esta cinta, formalmente indiscutible (merece mencionarse el trabajo del director de fotografía Benoît Debie, habitual del cine de Noé) y con tintes escandalosos. Rodada en dos semanas, en una única localización y con un guion en gran parte improvisado es, según el director, su película más exitosa que le ha costado menos esfuerzo.

La obra se abre con una escena grabada con un plano cenital: una mujer desesperada trastabilla por la nieve, gritando y manchada de sangre. Unos títulos de crédito (no serán los únicos) interrumpen la escena cuando la cámara se aleja, informándonos entre otras cosas de que la película se basa en un supuesto suceso real acontecido en 1996. La ambientación en ese año es algo inconsistente, especialmente en el terreno musical, pero sirve como excusa para eliminar opciones tecnológicas que el director no quiere explorar.

Saltamos a un plano fijo de una pantalla de televisión que se nos muestra las entrevistas del grupo de bailarines que serán nuestros protagonistas. En torno a la pantalla, una serie de libros y películas (en VHS, recordemos, se supone que es 1996) parecen ofrecernos un juego de referencias o de pistas falsas sobre la película. Así se nos plantea la situación inicial: un grupo de bailarines diverso, en todos los sentidos, se encierra en una antigua escuela en el campo para ensayar un espectáculo que piensan lanzar en una gira internacional. El resto de la película gira en torno a ese único escenario y ese único momento: la fiesta del final del ensayo, que como podemos esperar no va a acabar bien.

Los pasillos de la escuela se convierten en un laberinto de luces y oscuridad, de colores saturados envueltos en un extraño paisaje sonoro. La sala principal, donde suena la música (presidida por una gigantesca bandera francesa de purpurina); las habitaciones, incluso los baños, iluminados de forma pesadillesca, sin rastro de luz natural hasta el desenlace de la noche fatídica… Ante nuestros ojos y oídos los personajes degeneran en una espiral alucinógena que nos contagia y en las que se nos asalta con escenas brutales, a veces rodadas con una fría indiferencia; otras, con una fijación casi morbosa.

ClimaxNoé insiste en las entrevistas que no hay significados especiales en la película, que no debe interpretarse como una crítica hacia nada ni como símbolo de algo; que solo pretende contar lo que cuenta (que, en un sentido puramente narrativo, no es mucho). En su resumen, es la historia de un grupo de gente creando algo juntos (la espectacular primera escena de baile) y luego fallando miserablemente. Temas más complejos sobre identidad, sexualidad o nacionalidad se utilizan para acentuar esa sensación de incomodidad, pero nada se explora con profundidad.

La elección de interpretes, en su mayoría no profesionales con la excepción de Sofie Boutella (Star Trek: más allá, la Momia) en el papel de la cuasiprotagonista Selva, busca la implicación de bailarines más que de actores. Ello acentúa la fijación de lo formal sobre lo narrativo, hasta que la forma se convierten en el único mensaje.

Climax: formalmente indiscutible, pero argumentalmente algo hueca.

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