NELINTRE
Arte y Letras

Superman (I)

En abril de 1938, los comic-books (literalmente libros de cómics), el paradójico nombre de esos cuadernillos de 24 páginas que en español los lectores solemos llamar grapas, eran aún un mercado menor frente a las tiras de prensa; pero la portada de una nueva colección, Action Comics, presentaba al mundo a un personaje que no solo revolucionaría el medio, sino que también crearía un nuevo género que hoy es uno de los pilares de la cultura comercial: el de los superhéroes. Ataviado con un ajustado traje azul y rojo, conjuntado con una capa y un escudo con una S en el pecho y levantando sin esfuerzo un sedán sobre su cabeza, Superman hacía su primera aparición en papel.

La historia, en realidad, no empieza en el lejano planeta Krypton, ni siquiera en las calles de Metrópolis, sino en Cleveland, Ohio. En 1930, esta ciudad de cerca de 900 mil habitantes, industrial y diversa, con un fuerte movimiento obrero y sindical, había sido duramente golpeada por la crisis del 29 y por el crimen organizado que, aunque enfrascado en cruentas guerras internas, campaba a sus anchas. En este entorno crecían dos chavales, no demasiado lejos el uno del otro, en el barrio de mayoría judía de Glenville. Uno era el aspirante a dibujante Joseph Joe Shuster (nacido en Toronto, pero que se mudó a Cleveland con nueve o diez años); el otro, el aspirante a escritor Jerome Jerry Siegel. Ambos eran hijos de inmigrantes judíos europeos, ambos habían nacido en 1914, tenían problemas de vista y se conocieron en el instituto, el Glenville High School. Aunque los dos eran por lo general tímidos, descubrieron que compartían su entusiasmo por las tiras de prensa, las revistas pulp y el, aún en su infancia, género de la ciencia ficción.

En la adolescencia, Siegel escribía sin parar, casi de forma compulsiva; Shuster, demasiado pobre para comprar todas las revistas que tanto le fascinaban, intentaba recrearlas con sus propios dibujos, especialmente fascinado por las portadas de Frank R. Paul para la revista Amazing Stories. Pronto comenzaron a colaborar en diversos proyectos amateurs, normalmente en forma de fanzines; entraron así en el difuso mundo de las producciones semiprofesionales, con escasa difusión y aún menores beneficios, muchas veces editando, mimeografiando y distribuyendo ellos mismos. Estos proyectos les robaron tanto tiempo y energías que, para el que debía ser su último año en el instituto (1933), ambos se habían quedado tan atrás en sus estudios que tuvieron que esperar otro año para poder graduarse. Pero no parecía importarles demasiado; su destino no estaba en una carrera académica, soñaban con convertirse en autores publicados.

Mientras maduraban, la serie de influencias formativas en la que luego sería el personaje que conocemos se iba acumulando, y ellos estaban más que dispuestos a absorberlas. En un mundo sumido en la Gran Depresión, las revistas pulp (la forma más común de literatura popular en los Estados Unidos) y las tiras de cómics en la prensa estaban plagadas de justicieros y aventureros de todo tipo, muchos de ellos con identidades secretas y poderes más allá de toda explicación. Algunas similitudes de Superman con Clark Savage Jr. (mejor conocido como Doc Savage y el Hombre de Bronce[1]) son evidentes y no puede ignorarse que los personajes de Edgard R. Burroughs (especialmente las capacidades aumentadas de John Carter y la orfandad de Tarzán[2]) jugaron también un papel en la construcción del héroe. El concepto de la doble identidad debía mucho a El Zorro, personaje creado en 1919 por Johnston McCulley y llevado al cine ya en 1920; y a la Pimpinela Escarlata, personaje creado por Emma Orczy en 1905 en la novela del mismo título[3], que escondían su habilidad como espadachines y sus intenciones justicieras bajo la apariencia de petimetres.

Pero quizás una de las mayores influencias fue una obra algo menos conocida hoy día: Gladiator de Philip Wyllie. Esta obra, publicada en 1930 (pero que nuestros autores no leyeron posiblemente hasta 1932), presentaba la historia de un científico, Abednego Danner, que, haciendo experimentos sobre su propio hijo, le dotaba de capacidades físicas excepcionales. Hugo Danner, que así llaman al muchacho, poseía fuerza y velocidad sobrehumanas, así como una casi total invulnerabilidad al daño, pero no tenía nada claro que hacer con ellas. Durante las páginas de la novela busca constantemente un uso para sus poderes (incluyendo un breve intento de convertirse en justiciero, aplastado no por ningún supervillano si no por la más simple de las corrupciones) y un lugar en el mundo, pero viéndose siempre alienado respecto a la sociedad normal, a la que no puede pertenecer por entero, va cayendo en la desesperación. Finalmente, embarcado en una expedición arqueológica en territorio maya y quizás más cerca de encontrar un sentido a su existencia, es alcanzado por un rayo y muere, en un final que parece más un recurso desesperado del autor, que no sabe como dar salida al personaje, que un final satisfactorio.

Los motivos para crear a Superman quizás no fueron solo los de la fantasía: algunos señalan la muerte en junio de 1932 de Michael Siegel (el padre de Jerry), que sufrió un infarto durante un robo en su sastrería, como otra inspiración o explicación para crear a un justiciero superpoderoso… No obstante, el autor mismo nunca señaló esta conexión y, quizás, sea buscar una explicación en exceso melodramática. Entre otras cosas, hay que señalar que el primer Superman[4] creado por Siegel, ya tras la muerte de su padre, no era un héroe defensor de los débiles, si no un villano. En uno de esos fanzines antes mencionados, titulado Science Fiction: The Advance Guard of Future Civilization (en su número 3, de enero de 1933) Siegel escribió una historia titulada The Reign of the Superman (El reinado del superhombre). En ella un científico llamado Ernest Smalley decide experimentar con un misterioso meteorito, dotando así de poderes sobrehumanos a William Dunn, un pobre hombre, convertido en vagabundo por los efectos del crack del 29. Con sus increíbles poderes mentales Dunn, que se bautiza a si mismo como The Superman, asesina a Smalley y se lanza a la conquista planetaria pero, antes de poder completarla, el proceso científico revierte y pierde sus capacidades, quedando su reinado en mera posibilidad.

En otras obras no publicadas, Siegel, con o sin la colaboración de Shuster, siguió elaborando la idea de Superman en los siguientes años, aunque en estas ya no como un villano si no como un justiciero e intentado venderla, sin éxito, a todos los editores, revistas y empresas de sindicación que se le ponían a tiro. La historia de como, durante años, la pareja de jóvenes autores llevaron su personaje de puerta a puerta, recibiendo siempre negativas, tiene algo también de legendaria, de forma de dar más lustre al éxito final, pero es innegable que parte de una realidad: la mala suerte o la poca visión de los editores va posponiendo continuamente los sueños del dúo.

Por ejemplo, en ese mismo año (1933), Shuster ideó una versión en la que el superhombre en cuestión era un científico del futuro y sus poderes derivaban de la evolución natural de la humanidad. Este hombre super evolucionado viajaba a los años 30 para convertirse en luchador contra el crimen. Este proyecto llegó a ser aceptado por un sindicato de tiras de prensa, pero el cierre de la empresa impidió su publicación y provocó que los desilusionados autores destruyeran todo el trabajo realizado para esta intentona.

Otra versión del guion, en la que se mantenía la idea de que el superhombre era enviado desde el remoto futuro de la Tierra y en la que ya aparecía el nombre de Clark Kent, fue enviada en 1934 a Russel Keaton (por entonces dibujante de la popular serie de ciencia ficción Buck Rogers) que llegó a realizar algunas tiras, pero no consiguieron interesar a ningún comprador.

Al mismo tiempo el dúo Shuster-Siegel consiguió sus primeros trabajos profesionales en New Fun Comics, la primera colección de comic-books que ofrecía material original y no meros remontajes de las tiras de prensa. Se trataba de un formato de antología, en que distintos personajes ocupaban un puñado de páginas, de forma irregular y realizadas por diversos autores. El primer trabajo profesional de los jóvenes de Cleveland fue una serie de espadachines, Henri Duval de Francia, en octubre de 1935; pero en general probaron suerte con todos los géneros imaginables. Para dicha colección, que pronto fue rebautizada como More Fun Comics, también crearon al Doctor Occult, un investigador de lo paranormal (mezcla de Sam Spade y Carnacki) que más tarde sería recreado en el universo superheroico de DC, compartiendo páginas con la creación más famosa de sus autores. Mientras trabajaban en estas series, el personaje de Superman seguía evolucionando en diversos borradores que no llegaban a nada, proyectos para los que realizaban un puñado de páginas.

Para 1935 la mayor parte de los elementos más reconocibles de Superman estaban ya en su sitio: el uniforme colorido (inspirado por los forzudos de circo, pero también por The Phantom, en España El Hombre Enmascarado[5]), la doble personalidad como el tímido periodista Clark Kent (que recuerda también a los personajes interpretados por el cómico Harold Lloyd) y el interés romántico encarnado por Lois Lane[6].

El dueño de More Fun Comics, Malcolm Wheeler-Nicholson (que se editaba bajo el sello editorial National), inicialmente no tenía la confianza suficiente en la idea de Superman para incluir en su cabecera, pero el negocio parecía ir lo bastante bien como para abrir más colecciones. En 1936 lanzó Detective Comics (cuyas siglas, años después, daría a la editorial el nombre de DC) para la que Siegel y Shuster crearon al personaje Slam Bradley, un justiciero forzudo (pero de nuevo vestido de calle y sin identidad secreta).

Para 1938 se preparaba el lanzamiento de otra cabecera adicional, que sería titulada Action Comics y necesitaba nuevos contenidos. Su editor, Vin Sullivan, recordó ese personaje que los dos autores le habían ofertado repetidamente y pensó que este era el momento perfecto para darle una oportunidad. Pegándoles la, por entonces, elevada suma de 130$[7], compró a la pareja de jóvenes creadores los derechos del personaje y les encargó una historia completa… algo que, paradójicamente tras tantos ensayos y pruebas, en realidad no tenían.

A toda prisa Shuster remontó y amplio para la ocasión varias de las tiras que había dibujado anteriormente y Siegel creó un argumento que uniría estas escenas, en principio inconexas, para las trece primeras páginas de Action Comics #1. En ellas, en rápida sucesión, se nos presenta el origen del personaje (con apenas una viñeta dedicada a la destrucción de su «lejano planeta» y otra dedicada a su infancia), una breve explicación sobre sus poderes y, enseguida, nos sumerge en la acción. La segunda página se abre ya con Superman colándose en la mansión del gobernador (nunca se nos aclara de que Estado) para que este firme el indulto de una joven injustamente condenada a muerte. Después, se enfrenta a la violencia doméstica, recibiendo en su identidad de Clark Kent uno de los soplos más absurdos de la historia del cómic («¡Kent, nos avisan por teléfono… alguien pegando a su mujer en el 211 de Court Avenue!»), aplasta a unos mafiosos (que unos momentos antes han ridiculizado a Clark ante su compañera Lois Lane) y se enfrenta en Washington a un lobista corrupto, que pretende implicar a los Estado Unidos de América en un conflicto en un país imaginario llamado Santo Monte (historia que continuará en el siguiente número).

En todos estos encuentros, Superman, sin apenas un momento de descanso, salta y corre a velocidades increíbles (aún quedará tiempo para que vuele), levanta coches sobre su cabeza y resiste impertérrito golpes, disparos y apuñalamientos. Las tramas se vuelven algo más elaboradas en los siguientes números, pero la novedad de los superpoderes, incluso con resultados cómicos en ocasiones (por ejemplo, en su cuarta aventura utiliza sus habilidades para reemplazar temporalmente a una estrella del futbol americano), parece ser una parte fundamental de su encanto; sin supervillanos[8] a la vista, a veces parece disfrutar demasiado de su manifiesta superioridad sobre los criminales.

Quizás fuera esa sensación de poder, puesto a favor de la justicia y de los más débiles, lo que fascinó al público, mientras la crisis económica de 1937-1938 hacía temer a muchos un retorno a los años más duros de la Gran Depresión; o a lo mejor en el interior de todos los Clark Kents que debían soportar jefes tiránicos, abusones y criminales anidaba el deseo de convertirse en un Superman, que pusiera las cosas en su sitio. Es posible que el éxito llegara a través del estilo acelerado y dinámico de las páginas de Shuster. O quizás fue, solamente, el poder de una imagen imposible, un hombre vestido de forma extraña levantando un coche sobre su cabeza, que adornaba la portada y que permitía escaparse de la realidad inmediata. Sea como sea, algo del personaje conectó con los lectores, de una forma que posiblemente nadie podía esperarse.

El éxito no fue del todo evidente, ni inmediato. De hecho, Superman sería desterrado de las portadas de Action Comics (que seguía siendo un título de antología con varias historias) hasta el número #7 (diciembre de 1938) y no se convertiría en ocupante permanente de la misma hasta el #19. Pero a partir de ahí sería imparable: Action Comics se convertiría en una serie exclusiva de Superman en 1939 (y aún hoy es el título de una de las colecciones dedicadas al personaje) y una segunda serie, titulada simplemente Superman, debutaría en Junio de ese mismo año. Mientras tanto, algunos titubeos en el dibujo (la forma del escudo de su pecho, los colores de algunas piezas del dibujo) se van refinando en los primeros años.

Shuster, que no era un dibujante particularmente rápido, pronto tuvo que contar con asistentes[9] para mantener un ritmo de producción demasiado elevado (en determinado momento su labor se limitaba a los bocetos y el acabado de los rostros de los personajes). Shuster escribía la mayor parte de los guiones, pero igualmente necesitó ayuda de varios colaboradores para mantener un ritmo frenético. Con un contrato en exclusiva por diez años, ambos recibían sueldos más que decentes pero cada vez estaba más claro que el acuerdo inicial había dejado mucho que desear para los autores, que veían como toda una industria se establecía sobre su criatura.

Además de las dos colecciones de comic-book tendría también su tira de prensa, publicada en centenares de periódicos de todo el país e incluso con una serie derivada protagonizada por Lois Lane. Y el éxito no se limitó a las páginas de cómi:, The Adventures of Superman (1940-1951) convertían en serial radiofónico las aventuras del último hijo de Krypton (con la voz de Bud Collyer y Joan Alexander).

Entre 1941 y 1943 Fleischer Studios (y su sucesor Famous Studios), produjeron 17 cortos animados de Superman, que siguen siendo una de las piezas audiovisuales más hermosas asociadas al personaje[10], de nuevo con Joan Alexander como Lois Lane y Bud Collyer dando voz a Clark Kent/Superman. Pero no sería hasta 1948 que se encarnó para su primera aparición cinematográfica, de acción real, en los músculos de Kirk Alyn para un serial de quince episodios. Este volvería a calzarse las mallas en una segunda aventura ya en 1950, antes de ser reemplazado para la serie televisiva por George Reeves, ya en 1951.

La continuidad no era un concepto demasiado estricto, y partiendo de la misma premisa básica y elementos repetidos, las historias podían contradecirse o olvidarse con una facilidad pasmosa.  No obstante, ya en1940 Siegel planteó un cambio radical: en una historia que debía publicarse, posiblemente, en el Superman #8, no solo se introducían detalles importantes sobre el origen del personaje (mencionando Krypton y creando la primera versión de la kriptonita), si no que además el héroe desvelaba su identidad secreta a Lois, cambiando toda la dinámica de su relación. Pero la historia nunca se publicó[11], quizás por que los editores ya veían con malos ojos cualquier cambio que pudiera alterar la fórmula del éxito.

Al mismo tiempo, los imitadores de Superman se multiplicaban tanto en las páginas de las revistas de National (Batman o Sandman debutarían en ese mismo años de 1939 y Wonder Woman en 1941), pero también en las de la competencia como. Por poner algunos ejemplos de los centenares posibles: Fox Feature Syndicate (donde Blue Beetle debuta en 1940), Nedor (el Capitán Futuro en 1940 o Black Terror en 1941), Timely (Namor o la Antorcha Humana, ambos en 1939),… El mismo Siegel creó otros personajes también, como El Espectro[12] (con el dibujante Bernard Bailly) o The Star Spangled Kid[13] (con Hal Sherman).

Algunos eran copias descaradas del personaje de Siegel y Shuster, otros ofrecían acercamientos diferentes al concepto del justiciero y algunos introducían poderes más increíbles e historias más y más rocambolescas. Muchos duraban apenas una aventura, o un puñado de ellas, antes de desaparecer, en un mercado extremadamente volátil. Quizás una de las historias más convulsas sea la del Capitán Marvel (1940), personaje creado por el guionista Bill Parker y el expresivo dibujante Charles Clarence C. C. Beck para Fawcett Publications, que, tras superar en ventas a Action Comics, sería denunciado como un plagio de Superman, iniciándose una larga batalla legal que terminaría más de diez años después, en 1953 con una acuerdo por el que Fawcett se comprometía a no publicar más al personaje, cuando la primera oleada de los superhéroes ya había pasado[14].

Y es que esta primera generación de justicieros, exuberante y alocada (que mucho después sería nombrada como la Edad Dorada), había florecido justo a tiempo para mandar a sus coloridos personajes a la guerra; en apenas unos años los personajes en leotardos y capas se enfrentarán repetidamente a las potencias del Eje en las páginas de los cómics, en los seriales radiofónicos y en las pantallas de cine. Los superhéroes ganaron la guerra cientos de veces (¿qué ejercito podría enfrentarse a ellos?), mientras los soldados del mundo real luchaban, y morían, muchas veces con uno de sus cómics en el petate.

Pero a la vuelta del conflicto parecía que su tiempo había pasado: a finales de los 40 y principios de los 50, en un mundo muy distinto al que los había visto nacer, parecía que no había sitio para los superhéroes. Además, los esfuerzos censores que provocarían el nacimiento del Comic Code Authorty[15] en 1954 limitaban la posibilidades expresivas del medio. El género estuvo a punto de desaparecer, con la misma brusquedad con la que había nacido y prosperado. A pesar de todo, había tres personajes seguían siendo un seguro de venta: Wonder Woman, Batman y, sobre todo, Superman.

En cualquier caso, las historias del héroe de Metrópolis ya no eran realizadas por entonces por sus creadores. A finales de 1947 ambos habían abandonado DC, tras un proceso judicial en que habían obtenido un pago adicional de 94 mil dólares por los derechos sobre el concepto de Superboy[16]. Sus siguientes creaciones conjuntas, como el superhéroe cómico Funnyman, no tuvieron éxito y pronto sus carreras siguieron caminos separados y más oscuros[17].

Más allá del horizonte, en el futuro que nadie podía prever todavía, esperaba un nuevo estallido de ficción superheroica, una nueva generación de personajes, más influenciados por la carrera espacial y la ciencia ficción campbelliana, en la que será conocida como Edad de Plata de los cómics. En ella, Superman sería de nuevo recreado y revisitado por una nueva generación de autores, algo que se repetirá desde entonces cada cierto tiempo, creando un héroe distinto para cada generación aunque siempre basado en aquella idea invendible de dos jóvenes de Cleveland aficionados a la ciencia ficción.


[1]Personaje creado por Henry W. Ralston, John L. Nanovic y Lester Dent para la editorial Street and Smith en 1933. El filántropo, inventor y aventurero Doc Savage lucha contra crímenes imposibles, ayudado por un equipo de cinco ayudantes y desde su base en Nueva York. Incluso hay una famosa imagen promocional, de 1934, en que aparece descrito como un «Superman».

[2]En el periódico del instituto, The Torch, Siegel escribió una parodia de Tarzán, llamada Goober The Mighty, que parece tuvo bastante éxito entre sus condiscípulos.

[3]De la que Siegel, por cierto, hizo también una entusiasta reseña en el periódico del instituto.

[4]El origen de la palabra en lengua inglesa se encuentra, por supuesto, en la traducción, no demasiado refinada, del neologismo alemán Übermensch, utilizado por Friedrich Nietzsche en su Así habló Zaratustra, aunque la influencia directa del filosofo alemán sobre el personaje, y sus autores, es mínima.

[5]Este héroe de las tiras de prensa es un justiciero, aunque algunos lo consideran realmente el primer superhéroe, heredero de una tradición iniciada por sus antepasados en el siglo XVI, que lucha contra piratas y otros criminales en un entorno selvático. Creado por Lee Falk en 1936 aún continúa publicándose en periódicos de todo el mundo.

[6]Que debe mucho a la periodista cinematográfica Torchy Blane, personaje que protagonizó nueve producciones de  misterio de serie B para la Warner entre 1937 y 1939. Era interpretada en una de sus películas (Torchy Blane in Panama, 1938), por la actriz Lola Lane que posiblemente inspirara el nombre aliterado del personaje. Otra influencia más cercana sería Joanne Carter (de nombre real Jolan Kovacs) que trabajó como modelo brevemente para Joe Shuster en 1935 (y también salieron en algunas citas). Tras la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, con quien volvió a coincidir fue con con Jerry Siegel, con quien contraería matrimonio en 1948.

[7]Las circunstancias legales en que las corporaciones mediáticas gigantescas (como son Warner y Disney, dueñas respectivamente de DC y Marvel) han adquirido y mantenido la propiedad intelectual de estas creaciones es, como ya he dicho en otra parte, uno de los puntos oscuros de cualquier historia del medio.

[8]El primer proto-supervillano en hacer aparición sería el Ultra-Humanite en Action Comics #13: un científico criminal que resulta, casi, el paso intermedio entre una combinación de los dos personajes principales de The Reign of the Superman y el futuro Lex Luthor (que aparecería casi un año después en el Action Comics #23). Años después, y gracias al trasplante de cerebro (y de la eterna juventud de los personajes ficticios) ha seguido atosigando a Superman en diversos cuerpos, entre ellos el de un gorila albino con poderes mentales.

[9]Entre los más importantes debemos mencionar a Paul Cassidy, Leo Nowak, John Sikela y Wayne Boring.

[10]Y el primer medio en que el personaje reemplazó sus saltos por verdadero vuelo.

[11]En realidad, el guion quedó olvidado en los archivos de DC hasta 1988, cuando fue encontrado, casi por casualidad, por el guionista Mark Waid. En la colección regular, sin trucos, realidades alternativas ni oportunas amnesias, Lois conocería la verdad sobre la doble identidad en Action Comics #662 (Febrero de 1991).

[12]Con poderes mágicos tan amplios como indefinidos, el Espectro es literalmente el fantasma vengador del policía Jim Corrigan, devuelto a la tierra para repartir violenta (y a menudo irónica) justicia contra criminales de todo pelaje.

[13]Sylvester Pemberton es un adolescente de familia rica, que se viste con un uniforme basado en la bandera de los Estados Unidos para luchar contra quinta columnistas y espías. Junto a él actúa su ayudante adulto, y empleado, Pat Dugan alias Stripsey.

[14]Y cerca de dos décadas más tarde (en 1972) el personaje sería resucitado, precisamente, por DC, que sigue utilizándolo hoy bajo el título de Shazam!… ya que Marvel cómics (la antigua Timely) había creado su propio Capitán Marvel (y registrado el título) en 1967-1968.

[15]Una forma de autocensura aceptada por los editores de cómics de Norteamerica.

[16]En principio, las aventuras juveniles del propio Superman en su infancia en Smallville, aunque con los años ha habido diversos personajes independientes también conocidos como Superboy.

[17]Aunque Siegel volvería a trabajar para DC en los 60, ya como un mero empleado más, la carrera de Shuster se vio complicada por problemas de salud, especialmente la pérdida de visión. Los dos autores volverían a intentar obtener reiteradamente nuevos pagos por los derechos de Superman y sus personajes derivados, en 1967 y, en una campaña coincidiendo con la producción de la película Superman de Richard Donner, en 1976. De este último acuerdo (conseguido más por la mala publicidad que estaban generando para la película que por argumentos legales) obtuvieron el reconocimiento legal como creadores del personaje (y sus nombres desde entonces aparecen como tales en todos los cómics y material derivado), una pensión vitalicia de 20 mil (luego 30 mil) dólares anuales y, la muy necesaria, cobertura médica.

José Ramón Vidal Álvarez
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