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Morir trabajando más allá de Catar – 9 de noviembre

«15.000 muertos por 5.760 minutos de fútbol. ¡Qué vergüenza!», decían este domingo las pancartas de los aficionados del Hertha Berlin y el Borussia Dortmund. La copa del Mundo de fútbol de Catar arrancará con un borrón mediático: el de ser un torneo fuera de tiempo, conseguido a base de corrupción y costoso en vidas humanas. Amnistía Internacional le ha dedicado un informe; y el diario londinense The Guardian ha hecho cálculos de trabajadores muertos en condiciones similares a la esclavitud. «Boicot a Catar 2022», pedían los seguidores alemanes. El pequeño país arábigo también es acusado de machista, homófobo y antiecológico. No se puede caer más bajo.

Catar consiguió ser la sede del Mundial con malas artes. Lo denunció France Football en portada: Sarkozy, el presidente de la FIFA, Platini, todos habrían cobrado en negro para otorgar la copa del Mundo a la dinastía al-Thani. La parte de derechos humanos la han denunciado oenegés y medios occidentales, que también ponen el acento en la cuestión laboral. Pero The Hindu Times decía estos días que donde más trabajadores indios mueren en la región es en Arabia Saudí. Y no se suele recordar que Catar es enemigo de Israel porque habla con Irán, y paga los salarios de los palestinos ocupados. La fama catarí se la construyen sus enemigos; sus pecados con los trabajadores son universales.

«Mil colegas quedan tiraos por el camino», canta Evaristo mientras ve a gente «morir democráticamente». En España muere más gente en el trabajo que por homicidio: 705 frente a 290, el año pasado. Las cifras aumentan con la precariedad: fallecen más hombres que mujeres, más jóvenes que veteranos, y más temporales que fijos, según CCOO. «Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver», dice Humphrey Bogart en Llamad a cualquier puerta. Es de 1949, cuatro años después de que el mundo se poblase de hermosos cadáveres juveniles en la guerra. Hollywood siempre encuentra una frase para decorar la infamia.

¿Acaso no matan a los caballos?, se preguntaba Horace McCoy en una novela que rodó el cine valiente de Sidney Pollack. Danzad, danzad, malditos cuenta la historia de Gloria y Robert (Jane Fonda y Michael Sarrazin) dos desesperados que se apuntan a los concursos de baile infinito que se organizan durante la Gran Depresión: a falta de trabajo, se juegan la vida bailando, un fútbol de años veinte. Bailan día y noche, casi sin pausa, por un premio que les hace soñar con ser estrellas. Cuando ya quedan pocas parejas en pie, les hacen competir entre ellas. Pero Gloria no puede más, y le pide a Robert un tiro de gracia, como si fuera un caballo exhausto e inútil. Robert dispara, por compasión.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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