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La desaparición de los oficios

Durante una época de su vida, mi abuelo, además de agricultor, era pocero. Su jornada consistía en abrir zanjas, horadar el suelo tanto para los cimientos de una vivienda, como para propiamente un pozo. Pico, pala y palín eran las herramientas que utilizaba para dar la forma necesaria al terreno, hasta convertirlo en el lugar donde se erigiría una vivienda. De eso hace unos sesenta años, un trabajo que compaginó con otros tantos. Ya entonces existía maquinaria para poder abrir el terreno de forma eficiente y rápida; sin embargo, en aquel lejano pueblo, los costes o la disponibilidad de esos armatostes impulsados por gasóleo constituía un impedimento que convertía en rentable una cuadrilla de jornaleros cavando de sol a sol, pese a que con una máquina el cometido resultase mucho más rápido. Este, como muchos otros, es un trabajo prácticamente extinto. Debe de haber países o zonas inaccesibles que, por circunstancias varias, tengan que recurrir a la fuerza manual para desempeñar la labor, pero no es, sin duda, algo menos que un porcentaje meramente anecdótico, una actividad que era parte de los ingresos con el que familias subsistían no hace tanto tiempo.

La extinción total o parcial de oficios es algo que ha venido sucediendo a lo largo de la historia, porque vivimos en constante cambio y hay aspectos que en un contexto de la civilización es válido, pero en otro no. Los talleres de copistas, los canteros, el sereno, los sopladores de vidrio, los alfareros[i] y en general, una amplia cantidad de oficios que se realizaban, que eran el sustento de una amplia parte de la población y que pasaron a ser parte de la historia, con la incursión de tecnologías toda su producción pasó a ser automatizada y el trabajo manual ya no fue necesario o no resultó rentable.

Hace un tiempo, conversaba con un filósofo en torno a esto. A él, como graduado en Filosofía, le ha supuesto un gran esfuerzo poder encauzar su vida como profesor y poder dedicarse profesionalmente a su vocación. ¿Cuántos milenios no lleva desempeñándose esta noble profesión? A pesar de que vivimos en una sociedad que, en su mayor parte, pone el foco en la productividad y excluye de manera sistemática los conocimientos que no tengan una buena retribución, creo que podríamos atrevernos a pronosticar que dentro de cincuenta años  habrá personas que sigan eligiendo la Filosofía como estudios superiores y seguirán impartiéndose sus asignaturas en las aulas de prácticamente todo el mundo. No obstante, es posible que la profesión de profesor, tal y como la conocemos hoy en día, también desaparezca. Las tecnologías (sobre todo la irrupción de la Inteligencia Artificial en el ámbito de la educación) podrían convertir la formación en algo totalmente individualizado en el que cada persona reciba una experiencia acorde a sus necesidades e intereses. En cualquier caso, es poco probable que no haya alguien regularizando todo ese tema, un profesor o como quiera que se le llame entonces, realizando un seguimiento del aprendizaje.

Independientemente de que se dé presencialmente o en remoto, de quién o qué imparta los conocimientos, se seguirá enseñando el pensamiento de Platón, de Aristóteles, de San Agustín, de Tomás de Aquino… El cambio se estructuraría en la forma de impartirlos. Y estos cambios no deberían asustarnos, el debate más bien sería: ¿es más eficiente que el modelo actual? Y no solo en el ámbito productivo (que también), sino en los aspectos de conocimientos en sí: ¿se logra que esas personas asimilen mejor?, ¿consiguen más destrezas?, ¿se desenvuelven con mayor soltura?, ¿es esta forma de enseñar respetuosa con las personas e inclusiva?, ¿es respetuosa con el medio ambiente y no contaminante? En definitiva, lo que debería preocuparnos es si vamos a ir a mejor.

Pero a fin de cuentas, no sería algo nuevo: la profesión de profesor no es la misma que hace veinte o cuarenta años. Los programas educativos cambian, las metodologías han cambiado, el funcionamiento… Por todo ello, aunque las profesiones sigan denominándose igual y alguien que empezó a dar clase hace treinta años pueda seguir ejerciéndola en la actualidad, existen enormes diferencias. De hecho, a personas que llevan toda la vida desempeñando una labor (digamos veinte o veinticinco años de su vida) a veces les resulta muy arduo poder adaptarse a los nuevos modelos que surgen, porque aprendieron y trabajaron durante demasiado tiempo de una manera, y resulta cuanto menos difícil de asimilar que con el tiempo les digan que su forma de trabajar ya no es válida y que ya no sirve porque ya no se hace así. Y no tiene nada que ver con ser más o menos profesional, sino a que las herramientas y las metodologías, ya no son las aceptadas o las más adecuadas para llevar a cabo la labor.

En contraposición a todo esto nos encontramos con el desarrollo web, una profesión en auge, muy demandada en la época actual. Una actividad profesional contemporánea, que no existía hace treinta años (las páginas web eran estáticas y no implicaban lógica en el entorno cliente) y que es bastante probable que no exista dentro de treinta años, porque todo estará automatizado y será la Inteligencia Artificial la que se encargue de crear toda la lógica. Del mismo modo que en el ámbito de la educación, esto no implica que no vaya a haber personas trabajando en el desarrollo del software, solo que será diferente, que la intervención humana será muy distinta a la actual, y puede que incluso no se parezca en nada, como no se parece prácticamente en nada la programación de alto nivel con la programación que se efectuaba a mediados del pasado siglo[ii].

Es parte de la vida, nuestros oficios vienen y van, el conocimiento sigue, vamos a seguir necesitando la medicina, la filosofía y las matemáticas, las diferentes ingenierías, pero puede que llegado el momento ya no veamos barrenderos arrastrando la suciedad de la calle, farmacéuticos recortando los códigos de barras de los medicamentos o conductores en los medios de transporte- Sin embargo, sin duda habrán unas nuevas posibilidades o formas diferentes de realizar los trabajos. Por eso, el discurso en torno a la desaparición de los empleos que surge cada cierto tiempo con la inmersión de algún invento o tecnología nueva es poco menos que sensacionalista[iii]. Porque está claro que grandes tecnologías implican grandes cambios y modelos que funcionaban hasta hoy ya no lo harán mañana. Pero no debemos olvidar que la desaparición de los oficios es algo constante (aunque es cierto que al encontrarnos inmersos en una sociedad que vive a gran velocidad, los cambios se producen con mayor rapidez), tan inevitable como lo ha sido desde la antigüedad. Así pues, no deberían preocuparse demasiado por la posible desaparición de su profesión actual. Esto no es el final, después de todo, van a seguir trabajando, en un sector o en otro, hasta que las fuerzas les aguanten.


[i]      En este aspecto, hay algunas que nunca se perdieron del todo o que se retomaron, como por ejemplo la alfarería, que sigue ejerciéndose por una cantidad muy pequeña de personas y su campo suele estar sujeto a mercadillos temporales, negocios especializados, etc.

[ii]    Para la programación de sistemas como el IBM 7090, se utilizaban tarjetas perforadas que contenían instrucciones en código binario. Un programa podía contener una pila de estas cartulinas, las cuales solo funcionaban si iban en el orden correcto.

[iii]   Sin ir más lejos, podemos encontrar esto en el revuelo recientemente causado por la aparición de chatGPT. No hay más que añadir «trabajos que desaparecen» en un buscador de noticias, para observar los numerosos titulares que auguran el fin de una gran diversidad de empleos debido a la IA.

Rubén J. Triguero
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