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Argentina: pañuelos contra la impunidad – 17 de mayo de 2017

Los jueces de la Corte Suprema de Argentina han conseguido que miles de pañuelos blancos llenen la plaza de Mayo. Los pañuelos son el símbolo de las Madres y Abuelas de los desaparecidos, las que salieron a pesar de las armas a reclamar el paradero de sus hijos sumidos en las cloacas de aquel estado nacido para matar. Cuarenta años después, algunos de los asesinos están en la cárcel pero los jueces del máximo tribunal pueden sacarlos de prisión. A uno le han aplicado los beneficios penitenciarios con la ley del llamado 2×1, que computa doble los días pasados en prisión preventiva. A protestar se fueron los que piden que el 2×1 no se use para genocidas.

El beneficiario de la decisión se llama Luis Muiña y ya está en la calle. En 2011 le condenaron a trece años por integrar el comando paramilitar que en 1976 tomó el hospital Posadas, Buenos Aires, y secuestró a decenas de empleados. Once desaparecieron. Torturaban y mataban en el mismo hospital, como al empleado Jacobo Chester, cuyo cadáver apareció flotando en el río de la Plata. Al frente estaba el general Reynaldo Bignone, que llegaría a dictador. También mandaban coroneles médicos como Julio Ricardo Esteves, que supervisaba el robo de bebés. Andaban con metralletas por los pasillos a cara descubierta.

Muiña era civil y actuaba a las órdenes de militares y médicos. Al menos cien prestaron servicios a la dictadura. Pero había trescientos sesenta centros clandestinos de secuestro, tortura y asesinato, por lo que el número de doctores asesinos puede triplicarse. La mayoría eran médicos militares o de la policía, y muchos de ellos siguieron dedicándose a la medicina en tiempos democráticos. Como el capitán Humberto Luis Fortunato Adalberti, acusado de la desaparición de detenidos y que luego fue doctor de Cruz Roja durante décadas. Estudios recientes señalan que colegios y asociaciones médicas toleraron, fueron cómplices con los médicos torturadores.

De ese 2×1 de Argentina pueden beneficiarse civiles como Muiña, militares o doctores que se pusieron al servicio de aquella dictadura entrenada y bendecida por ilustres democracias como la de Estados Unidos. El Parlamento intenta evitarlo pero la última palabra la tiene una Corte Suprema que no da señales de rectificación. La enfermera Gladys Cuervo, secuestrada y torturada en el hospital, teme que setecientos cincuenta y dos genocidas puedan quedar en libertad. Gladys cree que se trata de un indulto encubierto y un golpe a la democracia. Cuenta que no quiere encontrarse en un bar los criminales. Tiene setenta y siete años pero dice que a su edad no piensa bajar los brazos. Seguirá luchando.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.

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Víctor García Guerrero
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