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Miscelánea lovecraftiana y cthuloidea: «La autopsia». David Prior adaptando a Michael Shea

Empiezo hoy un repaso por las obras más lovecraftianas de ese gran contenedor de historias de terror que ha resultado ser El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro (Guillermo del Toro’s Cabinet of Curiosities, 2022), producido para Netflix. Ante todo, hay que destacar que estamos ante un proyecto que viene a ser la recuperación de una idea que ya ha estado presente con anterioridad en la pequeña pantalla, pero que puede haber encontrado un nuevo sentido gracias al streaming. La referencia más directa que podemos encontrar es, sin duda, la de las dos temporadas de Maestros del terror (Masters of Horror, 2005 – 2007) y la continuación de esta, Terror en estado puro (Fear Itself, 2008). En ellas se trataba, sobre todo en la primera serie, de reunir a grandes autores de terror ya consagrados para desarrollar nuevas obras en un formato más corto que el del largometraje al uso. El resultado fue irregular, en el mejor de los casos, y la audiencia terminó dándole la espalda, hasta el punto de que Terror en estado puro ni siquiera fue emitida en su totalidad por la NBC. Para la historia quedaron algunas entregas como El fin del mundo en 35mm (Cigarette Burns, 2005) de John Carpenter o Huella (Imprint, 2006) de Takashi Miike; pero, al final, la pérdida de nivel artístico terminó acabando con unas antologías que tal vez tampoco se presentaban en el ecosistema adecuado.

Terror en estado puro se canceló en el 2008 y mucho ha llovido desde entonces. Por un lado, el éxito de Black Mirror (id., 2011- 2019) volvió a colocar a las antologías como una opción viable para las grandes cadenas; por otro, el fracaso del regreso de Twilight Zone (id., 2019 – 2020), de la mano del mismísimo Jordan Peele, parecía poner fin a esta situación. Pero, aunque ya esta última vio la luz a través de un servicio de streaming, este pertenecía a CBS All Access, lo que no permitió un impacto mundial y obligó a una publicación semanal que no funcionó tan bien como con otros proyectos. Hacía falta darle una vuelta al modelo. Y ahí llega El gabinete de curiosidades.

Para empezar, como ya hemos comentado, nos vamos a Netflix y a un estreno simultáneo en todo el mundo. Algo que permite copar la conversación en redes sociales y crear una verdadera sensación de evento. Además, el estreno se produce en sesiones dobles durante la semana previa al Halloween de 2022, convirtiéndose en la gran referencia del mismo. Por otra parte, el streaming permite variar la duración de las diferentes entregas de la serie, cuyos capítulos no deben adaptarse a la parrilla ni incluir unos anuncios televisivos prestablecidos. Para terminar, con Guillermo del Toro al mando, la antología se aseguró la participación de algunos de los directores más interesantes de los últimos tiempos dentro del cine de terror, gracias a la promesa de un buen presupuesto y cierta manga ancha a la hora de abordar sus proyectos. El resultado es estimulante y oculta algunas obras interesantes en su tratamiento del terror cósmico lovecraftiano, con mejor o peor fortuna.

Empezaremos con una de las mejores entre el conjunto. La autopsia (The Autopsy, 2022) adapta un relato que el propio Guillermo del Toro definió como reverenciado entre los aficionados al terror, pero que a menudo se consideró imposible de llevar a la pantalla. Estamos hablando de la obra homónima firmada por Michael Shea, un autor ya fallecido y de gran prestigio entre los aficionados al terror y la fantasía del otro lado del océano; no obstante, apenas es conocido en España. Estamos hablando de un ganador del World Fantasy Award a la mejor novela de 1983 con Nifft the Lean, obra todavía inédita en nuestro país, y de otro a la mejor novela corta en 2005 con The Growlimb, también inédito.

De hecho, solamente hay editados tres relatos de Michael Shea en español y los tres en diferentes recopilatorios. Entre ellos, por suerte, se encuentra La autopsia, aunque su edición date del ya lejano 1989 gracias al Horror 5 de la mítica colección de Martínez Roca llamada Gran Super Terror. Ni siquiera su novela más puramente lovecraftiana, The Color Out of Time, ha sido traducida en nuestro país, pese a que en diferentes momentos se ha editado casi todo lo lejanamente relacionado con los Mitos de Cthulhu. Aprovechemos estas líneas para desear que alguna editorial española decida traernos, por fin al menos alguno de los recopilatorios de este autor.

Volviendo a la obra que nos ocupa hoy, La autopsia está protagonizada por un forense ya veterano, aquejado de un cáncer terminal, que se ve obligado a comprobar las muertes producidas en una mina tras una explosión. El motivo es el más pedestre que podamos imaginar: la compañía de seguros de la mina quiere ahorrarse el dinero de las indemnizaciones echando la culpa a los operarios. Mientras tanto, el sheriff local, un buen y viejo amigo del forense que desconoce su enfermedad, está seguro de que hay algo raro en el caso. Con ese punto de partida Shea construye una narración en la que vamos conociendo poco a poco al protagonista, al tiempo que descubrimos más detalles del incidente de la mina. Ese proceso de descubrimiento es la clave de un relato que se mueve entre lo detectivesco y el terror cósmico con una facilidad absoluta y sin necesitar acudir a la acción para mantener nuestro interés.

La adaptación viene firmada por David S. Goyer al guion. El autor de Michigan es una figura muy interesante del panorama cinematográfico y televisivo estadounidense, capaz de lo mejor y de lo peor. De su pluma han surgido obras tan redondas como Dark City (id., 1998), éxitos como El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008) de Christopher Nolan… y también desastres como la nueva versión de Hellraiser (id., 2022), Batman v. Superman: el amanecer de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) o Ghost Rider: Espíritu de venganza (Ghost Rider: Spirit of Vengeance, 2012). Actualmente trabaja sobre todo para la televisión, estando presente en superproducciones como Sandman (The Sandman, 2022) o Fundación (Foundation, 2021). En este caso, por suerte, estamos ante uno de sus mejores trabajos, guiado por una fidelidad casi absoluta a la letra del relato que resulta curiosa teniendo en cuenta el trabajo anterior del director.

David Prior es uno de los valores más en alza del terror gracias a su ópera prima, The Empty Man (id., 2020). En ella se adaptaba, al menos oficialmente, un cómic de la editorial Boom Comics, firmado por Cullen Bunn y Vanesa R. Del Rey. Y digo oficialmente porque la obra original servía apenas como inspiración: realmente, la película apenas tenía relación con el cómic y encontraba sus mejores momentos fuera de su trama, convirtiendo algo que empezaba pareciéndose a Expediente X, con un extra de fantasía, en una narración mucho más subjetiva y, también, entregada a un giro final que era, probablemente, lo más flojo del conjunto. En cualquier caso, si The Empty Man era una película que apenas exploraba el propio título de la obra original, La autopsia es una fiel traducción del relato.

Esa fidelidad es clave para el buen funcionamiento de La autopsia. Goyer y Prior no buscan aquí reinventar la rueda ni modificar un original que ya era casi perfecto en su formulación. El objetivo es trasladar a imágenes y acabar de pulir una historia que funciona como un reloj de precisión. Lo logran y de manera notable, puesto que en el tramo final de la obra consiguen alargar la interacción del protagonista con la inteligencia alienígena que se encuentra, sin disminuir la tensión. Es más, puede defenderse perfectamente que ese último acto es aún más redondo que en el original, debido seguramente a un cambio de orientación en la historia del que hablaremos más adelante.

Para cerrar la parte puramente técnica, debemos aplaudir también una realización clara y sin aspavientos que se apoya en unos actores sobresalientes; entre ellos, destaca un magistral F. Murray Abraham. Lo mejor en el terreno visual y narrativo se encuentra en el tratamiento de la investigación de los sucesos de la mina, convertido aquí en un tramo lleno de emoción y que logra extender la tensión a todo el metraje, jugando con las pistas que tenemos sobre lo sucedido. Como espectadores, vamos descubriendo el pasado del incidente al mismo ritmo que el personaje principal, pudiendo así llegar a sus mismas conclusiones. El guion no hace trampas, no es moroso con la información que nos da ni presupone que no vamos a ser capaces de descubrir o entender lo que ha sucedido. Estamos ante un ejemplo perfecto de cómo narrar el proceso deductivo y de cómo tratar a un público que se supone inteligente, comprendiendo que los giros de guion deben funcionar por sí mismos, sin necesidad de ocultarlos de manera tramposa. Esos elementos, es cierto, ya estaban en el relato original; pero la capacidad para mantener su esencia plasmándolos en imágenes es digna de aplauso.

En el terreno puramente lovecraftiano, y a partir de aquí desvelaremos importantes detalles de la trama de la obra, destaca la idea del horror venido del espacio. El mayor logro de Shea, bien traducido por Prior a imágenes, es el de construir una criatura cuya biología se nos antoja extraña y cuya mera existencia resulta un peligro existencial absoluto para nuestra especie. Este aspecto está aún más subrayado en el relato original, en el que los alienígenas se muestran como una amenaza a nivel universal, mientras que el guion de Goyer opta por hacer referencias a su llegada anterior a nuestro planeta y su control continuado sobre nuestros grandes imperios.

Esto muestra, en cierto modo, dos diferentes orientaciones del terror cósmico lovecraftiano, ambas igual de válidas. Por un lado, tenemos la idea de un universo inabarcable lleno de peligros incomprensibles y de inteligencias alienígenas, que entronca perfectamente con obras de la talla de La sombra de otro tiempo de Lovecraft. Por otro, encontramos una historia secreta de la humanidad y nuestro pasado: visitas anteriores de estos mismos alienígenas y un cierto regusto a Las montañas de la locura. Como ya hemos señalado, ambas son igual de valiosas, aunque es de justicia admitir que en el relato original se da mayor peso a un nihilismo que establece la filiación del texto con el ciclo de los Mitos de forma aún más clara: en el relato de Shea, la humanidad ni siquiera resulta particularmente interesante para un alienígena que ha llegado aquí por casualidad. Es una criatura que no nos da ninguna trascendencia o importancia. Eso significa que no estamos ante un proceso de asimilación y control, sino ante una extinción.

En este sentido, puede resultar interesante relacionar este cambio del contexto de la obra, aparentemente menor, con nuestro actual clima político y social. Frente al puro terror surgido de nuestra insignificancia en el universo se ha ido imponiendo, en los últimos tiempos, otro que nace de nuestra incapacidad para confiar en las instituciones, en nuestras percepciones y hasta en nuestros propios actos. Ambos están contenidos en Lovecraft. Incluso podríamos decir que las dos nociones podrían estar perfectamente formuladas en La sombra de otro tiempo. En cualquier caso, los desequilibrios entre ambas nos hablan de las corrientes subterráneas que van modelando nuestra sociedad. En el relato original de 1980, el forense quiere salvar a la humanidad (no solo a los seres humanos, sino a la humanidad como concepto) de la extinción provocada por un ente alienígena. Al llevar la historia a la pantalla en 2022, el mismo personaje nos salva de un intruso que podría hacerse con el control de nuestra sociedad… y de nosotros mismos.

La autopsia se construye, por lo tanto, como una obra que traslada de manera muy efectiva el universo lovecraftiano a nuestro presente, aunque manteniendo en todo momento la ambientación del relato original de principios de los ochenta para evitar la presencia de teléfonos móviles o Internet. Esto contribuye a la sensación de aislamiento del protagonista, logrando que la historia resulte más coherente y terrorífica debido a su incapacidad para comunicarse. Todo ello, de todos modos, no es más que una trampa para poder hablar de nuestra sociedad y nuestros miedos sin tener que justificar cosas hasta el hartazgo. El cáncer de la sociedad es nuestra debilidad ante la manipulación, nos dice esta adaptación de La autopsia; y esto puede contarse mucho mejor si, precisamente, sacamos de la ecuación las redes sociales contemporáneas y hacemos que dos inteligencias se enfrenten una a la otra.

Por todo ello La autopsia es, sin ninguna duda, un ejemplo para las futuras adaptaciones de la obra lovecraftiana. En ella encontramos el equilibrio necesario entre la fidelidad y la aportación de nuevas ideas; una dirección que no busca ser efectista, sino logra encontrar el terror en lo habitual, en la aparición de lo inesperado entre la normalidad; encontramos una historia que nos habla del presente sin dejar por ello de referenciar el original ni traicionar sus postulados. La autopsia es, por lo tanto, un extraño triunfo de lo lovecraftiano en la pantalla.

Ismael Rodríguez Gómez
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