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Cinefórum CCCII: «Las vidas posibles de Mr. Nobody»

Hay autores que quieren hablar de viajes en el tiempo, pero chocan con sus paradojas y, al rodearlas, acaban encerrados en un multiverso de n dimensiones; frente a ellos, otros quieren hablar exactamente de eso. De realidades paralelas fugazmente secantes. Necesitan, claro está, una buena excusa. Algo como el meteorito de James Ward Byrkit en su Coherence o la demencia senil del último hombre mortal sobre la faz de la Tierra de Las vidas posibles de Mr. Nobody.

A finales del pasado siglo Jaco Van Dormael había acumulado varios éxitos en su país, firmando varias películas competentes que no necesitaron, además, de grandes presupuestos. Tras unos años inactivo, reapareció con un ambicioso guion bajo el brazo, consiguió el mayor presupuesto de la historia del cine belga (algo para lo que hizo falta dinero francés…) y rodó durante algo más de un año la que debía ser la obra de su vida. Tras otro más de postproducción vio la luz su nueva película.

El público se encontró con la historia de Nemo (Jared Leto), el último hombre mortal de la Tierra del año 2092. Era una buena idea, suficientemente potente como para resistir el maquillaje a lo Muchachada Nui del protagonista en su versión anciana e, incluso, la visión más bien chusca del capitalismo distópico de la sociedad del futuro. Entramos con buen pie en la película porque el director echa abajo la puerta del multiverso, el de todas las vidas posibles de Nemo, a través de su propia confusión mental. Por si todo esto no fuera suficiente, el comienzo del viaje se ameniza con una banda sonora nostálgica que acaba de cincelar el 8 que la mitad de los espectadores pondrán a la película en Filmaffinity. Para el resto, entre los que me encuentro, el artefacto empieza a desmontarse, primero poco a poco, pero cada vez con más estrépito: aquí ya depende de cuánto les moleste el sentimentalismo de baratillo que acaba convirtiendo todo en una especie de Magnolia de AliExpress. Yo, como trato de quedarme con lo bueno (quizá por deformación profesional: soy profesor), creo que la cinta al final remonta lo suficiente como para llegar al aprobado.

Y es una lástima, porque Jaco Van Dormael tenía lo más difícil: una buena idea, un castin competente y bastante dinero. Pero en algún momento entre el rodaje y la posproducción, lo que debía ser una película algo barroca acabó siendo terriblemente rococó. A mitad de la película el chicle empieza a estirarse más allá de las buenas ideas del director y el espectador acaba tan desorientado y envejecido como el bueno de Jared Leto. Por desgracia, el arriesgado diálogo metarreferencial sobre la veracidad cuántica de todas sus posibles vidas, de las películas que son porque podían ser, no funciona hasta el final; momento en el que todo (el relato, el protagonista y los espectadores) está por fin llegando a su fin.

Las vidas posibles de Mr. Nobody
Las vidas posibles de Mr. Nobody: Coproducción Bélgica-Francia-Canadá; Christal Films, Integral Films, Lago Film, Toto & Co Films, Pan Européenne

A menudo especulo con que se acerca, poco a poco, un momento singular de la historia de la humanidad: aquel en el que los seres humanos alcanzarán, bien su inmortalidad, bien su extinción masiva y absoluta. Cara y cruz, o cruz y cara, de una moneda que hoy todavía está en el aire. Sucede lo mismo con Las vidas posibles de Mr. Nobody: el pequeño culto armado alrededor de la película hace que uno espere un pequeño hito de la fantasía fílmica, del cine europeo, incluso de la ciencia ficción. Pero, desgraciadamente, al azar indeterminado se le va poniendo cada de cruz en el aire.

Para terminar: algún día habrá que abrir el melón de la incomprensión generalizada del concepto de la entropía (y su relación con la flecha del tiempo) en buena parte de la ciencia ficción. Menos mal que cuando finalmente se imponga y reine para siempre en el único universo posible, el más ordenado de todos, no quedará nadie para darse cuenta del error. Mientras tanto, hasta la próxima… o la anterior, que pueden ser todas.

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