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Cinefórum CCCLXIX: «La fortaleza»

Venimos de conocer a un primerizo y excelente Michael Mann en esa joya neonoir que es Ladrón, pero la carrera de este genio nacido en Chicago no iba a ser toda ella un camino de rosas. Antes de consolidarse con la igualmente magistral Hunter (algún día descubriré por qué decidió llamarse así en España a Manhunter) y su primera representación de Hannibal Lecter (apellidado en ella Lecktor por razones ignotas), le tocó conocer el fracaso gracias a una película excesiva, fallida, mutilada y casi imposible de defender: La fortaleza. Agárrense, que vienen curvas.

Esta película adaptaba la novela de igual título de F. Paul Wilson, que en 1981 había conseguido grandes ventas subiéndose a la moda del terror en la estela de Stephen King pero con algún regusto todavía más propio de los best sellers. La premisa del libro, y por tanto de la cinta, huele a genialidad, con unos nazis atrapados en una extraña fortaleza rumana en la que un antiguo mal espera a ser despertado. Todo correcto, lo ideal para disfrutar de un monstruo de tiempos remotos acabando de maneras creativas con miembros de las SS… Pero no. Por en medio se nos cuela la historia de un inmortal que sirve al bien en una lucha a lo largo del tiempo que… no le importa a nadie. Y esto no acaba aquí, porque el autor, muy amigo de las sagas y de exprimir todas sus ideas hasta que no queda nada que aprovechar, despachó otras seis obras para seguir con el tema. Pero esto es una minucia al lado de las treinta y cinco novelas (¡treinta y cinco!) que ha dedicado a su personaje más famoso en diferentes momentos de su vida: Repairman Jack. En fin, que como mercenario de la letra F. Paul Wilson es un profesional, aunque en La fortaleza nos entregue un libro totalmente decepcionante.

El caso es que Mann cogió aquella novela, de 347 páginas en su primera edición, y montó una película con un metraje a todas luces excesivo de 210 minutos. La productora le pidió que lo cortase a 120, pero aquello seguía sin funcionar. El resultado es una versión de 96 minutos de duración que parece el resumen de una historia que, si alguna vez tuvo sentido, hace muchos cortes que dejó de tenerlo. Porque en La fortaleza todo son suposiciones, dudas y escenas con poca relación entre ellas y que, sin embargo, a veces consiguen una poética de lo fantástico que se apoya en un ambiente entre surrealista y psicodélico. Todo ello aderezado con una aparente convicción a prueba de bombas tras la cámara.

Paramount Pictures.

Pero aunque uno quiera agarrarse a los instantes en los que la fotografía de tintes irreales se da la mano con una destacable banda sonora de Tangerine Dream y unos efectos visuales trasnochados, consiguiendo llevarnos a un universo propio y que puede tener interés, lo cierto es que al conjunto no lo salva nadie. Ni siquiera un puñado de buenos actores como Ian McKellen, Gabriel Byrne, Alberta Watson, Scott Glenn o un gran Jürgen Prochnow, que pueden hacer poco con unos personajes a los que claramente les falta definición, motivaciones y lo que sea.

Es fácil atacar a La fortaleza de forma foribunda, porque ciertamente es un desastre cinematográfico. Y, no obstante, como ya he señalado, sigue habiendo algo en sus imágenes que la salva de la defenestración total. Tal vez sea la falta de vergüenza a la hora de mostrar lo sobrenatural, su convicción en su propia seriedad o el buen trabajo de Michael Mann tras las cámaras. O tal vez, en realidad, sea simplemente que es sencillo desarrollar algún tipo de conexión emocional con un proyecto fallido porque se intuye que hay algo ahí, de fondo, tratando de salir aunque sin lograrlo. Sea lo que sea, se trata de una película que merece la pena experimentar. Eso sí, apagando el cerebro, por favor.

Ismael Rodríguez Gómez

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