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Toma la pastilla roja – 20 de mayo

Elon Musk quiere tomar la pastilla roja y aceptar la desagradable realidad. Ivanka Trump ha respondido «¡Tomada!» y Lilly Wachowsky, una de las creadoras de Matrix, los ha mandado a la mierda a los dos. Entre los tres tuits suman nueve palabras: la filosofía en Twitter no es prosaica, pero a veces desborda la burbuja. Musk ha reabierto su fábrica Tesla en Freemont, California, a pesar de la prohibición del Estado. Diez mil trabajadores vuelven a ensamblar sus coches y toman la pastilla del riesgo sanitario por el patrón. Musk no quiere perder más dinero en el negocio: coches inteligentes para el estándar de un coche: rápidos y silenciosos para llegar a ninguna parte.
El sueño americano se construyó sobre las ruedas de caucho que quemaban el asfalto diseminado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Pero el siglo XXI ya no será del petróleo, sospechó el millonario Musk, así que sus coches corren con litio. El año que viene abrirá su primera fábrica en China: aquí no sabemos si habrá un Trump diciendo me gusta. La globalización que se está construyendo no puede prescindir completamente de los costes baratos de producir lejos con trabajadores más pobres y fábricas contaminantes, pero sí aspira a dirigir sus beneficios a su antojo. Controlar: take back control, decía la campaña del Brexit. No era todo mentira.
Elon Musk cita a Marx: la historia se repite una vez como tragedia y otra como farsa. El marxismo está de moda entre los millonarios del futuro presente, aunque sea como aforismo. O insulto. O chiste: «hay una guerra de clases y la estamos ganando los ricos», se mofa el apostador Buffett desde la crisis que no pagó él. Con Wall Street no se juega: Elon Musk ha reactivado su fábrica de coches porque se lo exigía el mercado si quería mantener el elevado precio de sus acciones. Así que no han sido las ansías de libertad, sino el riesgo de perder dinero lo que ha llevado al millonario a poner a sus trabajadores a montar coches. La farsa y la historia hacen eco.
Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo suficiente, curioseaba el gato de Alicia. A través del espejo hoy descubrimos que nuestras ciudades son incómodas para caminar porque están al servicio de los coches, de un monopolio radical de alquitrán y acero que aspira a dominar la estirpe de Musk. Las metrópolis no gobernadas completamente por la propiedad quieren más bicis. La bicicleta como medio de transporte es revolucionaria, vista desde el coche: desafía sus tiempos y distancias. Tal vez por eso la han colonizado con motores de litio, sueño y esclavitud del rider: circulan rápido en las noches silenciosas de la pandemia, bajo la soledad del neón, mientras se agota el aire de este lento suicidio urbano.

Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.

Víctor García Guerrero
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