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El seriéfilo: septiembre de 2015

Siempre se dice (así, en plan impersonal, para no mojarse demasiado) que septiembre es el mes de los grandes estrenos: se acaba el verano y la maquinaria televisiva vuelve a funcionar a pleno rendimiento. Este año, sin embargo, los estudios se han apropiado de la máxima que siempre me recordaba mi madre y que he cumplido a rajatabla durante todos y cada uno de los días de mi vida: «deja para mañana lo que puedas hacer hoy». Quizá era al revés, pero da igual, una vez que te aferras a algo, hay que ser consecuente. El caso es que las cadenas han estado remoloneando durante todo el mes y se ha agolpado la mayoría de los estrenos en los últimos diez días… Gotham (FOX), Empire (FOX), Scream Queens (FOX), How to Get Away with Murder (ABC), Heroes Reborn (NBC) y un montonazo más, que yo, como venganza por no haberlas espaciado a lo largo del mes y como acto reivindicativo en favor del espectador organizado y/o responsable, no voy a ver hasta los últimos diez días del mes. ¡Ja! ¿Cómo se os queda el cuerpo, majors americanas? Espero que con este acto os deis cuenta de que con el seriéfilo no se juega.

Para seguir con la queja hacia la desidia y pereza mostrada en la emisión de novedades, voy a comenzar hablando de dos series Netflix, plataforma online que se caracteriza por lanzar todos los episodios de la temporada a la vez, permitiendo que sea el espectador el que se marque su propio calendario de visionado (y provocando que muchos viciados acudan al trabajo sin dormir, después de tragarse diez capítulos seguidos de la serie en cuestión. Pero bueno, ese es otro tema. Desde aquí recomendamos el consumo responsable de series y derivados). Dejando las cuestiones relativas al calendario aparte, este año Netflix se está saliendo: aparte de las ya comentadas en su día, Daredevil y Sense 8, que fueron de lo bueno lo mejor (Ali G dixit), este mes he podido ver Bloodline y Narcos, que son de lo bueno lo mejor y de lo mejor lo superior (Ali G dixit again). Bloodline es lo que debería haber sido The Affair (Showtime). Vale, admito que parece que no se asemejan en nada, pero a mí, no sé si por el rollo playita y sol o por el uso de una imagen de familia perfecta en la que nada es lo que parece, me la recuerda un montón, pero bien hecha. Junto a las tensiones familiares tenemos también muertes y drogas, pero en este caso están perfectamente implementadas en el guion y no parecen un pegotazo puesto para hacer avanzar una historia que no cuenta nada; además, el montaje, los flashbacks y los flashforwards están al servicio de la serie, jugando con nosotros y convirtiendo cada capítulo en una montaña rusa en la que no sabemos ni a quién, ni qué creer. Por último, la narración no se ve encorsetada como sucedía en The Affair, en la que los primeros episodios resultaban sorprendentes, pero luego se convertía en una serie cansina.

Para Narcos no encuentro ningún paralelismo y eso es porque, posiblemente, es la mejor serie del año. La producción de Netflix cuenta la vida y obra de Pablo Escobar, uno de los mayores (sino el mayor) traficante de drogas, líder del Cártel de Medellín. Sin tener que inventar gran cosa, ya que la historia está ahí y ocurrió tal y como nos la cuentan (con alguna licencia que se toman, aunque son detalles menores), nos presentan a un personaje magnético que no obvia la crudeza y brutalidad de sus actos. Magníficamente interpretada y con un montaje ágil, hará que esta primera temporada nos sepa a poco. Si en mi época estudiantil las clases de historia las hubiese preparado Netflix, estoy seguro de que hubiese sacado matrícula de honor.

El mes pasado, hace quince días, la semana pasada, ayer, mañana (dependiendo de cuándo me lean) dejaba pendiente exponer mi opinión sobre «el final de la serie revelación del año, Mr. Robot (USA  Network)». Pues bien, me lo podría haber ahorrado y haberlo comentado en aquella ocasión, porque el capítulo final es un poco decepcionante. Al menos, no lo suficiente como para restar brillo a los magníficos penúltimo y antepenúltimo capítulos, con sus guiños y homenajes  a V de vendetta (James McTeigue) y El club de la lucha (David Fincher), películas de las que bebe en todo momento. Orgullosa de ello, la serie no trata de ocultarlo. Al final, estos últimos capítulos resumen la evolución de la serie, que comenzaba con un piloto brillante y, a pesar de sufrir ciertos altibajos, nos presenta una historia fresca, poco convencional y con un mensaje antisistema que no es muy común en este mundillo en el que nos movemos.

El palo del mes (estoy siendo muy benévolo para ser septiembre) se lo lleva Fear the Walking Dead (AMC), un engendro de seis capítulos creado para que a los fans de The Walking Dead (AMC) se les hiciese más llevadera la espera de la nueva temporada y que, visto el resultado, la productora podría haberse ahorrado poniendo un enlace directo a la segunda temporada de Z Nation (SyFy), que es más casposa, sí, pero mucho más divertida. Lo que nos ofrece este spin-off es volver a los inicios de la epidemia zombi, y averiguar qué ocurrió antes de que Rick Grimes se despertara en un hospital. El problema es que ya no hay sorpresas, pues sabemos mucho más de los zombis que los propios protagonistas (les llevamos cinco temporadas de ventaja, que se dice pronto) y se hace realmente tedioso verlos divagar sobre si es una enfermedad o si se mueren después de pegarles cinco tiros. Tampoco ayuda que los protagonistas tengan cero carisma y que la acción esté más dosificada que un gin tonic en un bar de Londres. Vamos, un aburrimiento total. Y todavía me indigno más cuando pienso en las múltiples opciones que tenían, todas mucho mejores que esta, como por ejemplo hacer un spin-off de los personajes de la serie, Glenn, Tyreese, el Gobernador, Daryl y Merle, Morgan… ¡será por personajes carismáticos! O, incluso, rodar capítulos con historias independientes  del tipo de las que forman Guerra mundial Z, de Max Brooks.

Para ir cerrando el mes, y en honor de la recién estrenada decimosexta edición del programa Gran Hermano (yo, como vivo en mi cueva seriéfila y no veo más tele, no sé de qué va, pero vamos, si lleva dieciséis temporadas en antena supongo que se tratará de un programa cultural, de esos que hacen pensar a la gente y que cuestionan todo lo que nos rodea), voy a hablar de una serie que ya fue emitida en verano, UnReal (Lifetime) y que nos transporta al mundo de los realities, poniéndonos en la piel de una productora del programa Everlasting. No sé cómo explicarlo para que entendáis el concepto, porque es tan absurdo que no creo que esto llegue nunca a España: el protagonista es un chico guaperas y rico al que le presentan un montón de chicas y que, en cada programa, tiene que ir eliminando a unas cuantas hasta que al final elige a una para casarse. ¡Una cosa de locos! Lo cierto es que, al parecer, este tipo de programas  tiene audiencia en EE. UU, cómo no. El caso es que la serie nos muestra los entresijos de estos programas: cómo manipulan a las chicas, cómo montan las imágenes para que parezcan lo que no es, el modo en que se provocan ciertas situaciones… La serie se hace entretenida mientras presenciamos todas esas peripecias, pero con el paso de los capítulos la producción de Lifetime se va convirtiendo en un culebrón digno de telenovela venezolana, con embrollos amorosos bastante inverosímiles. Pero… así es el show business.

Os dejo hasta el próximo  mes y me voy pitando, que ya es mañana y tengo que hacer lo de hoy… ¿O era al revés? ¡Qué lío!

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