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Cine y TV

«As Bestas» y «Tarde para la ira»: larga vida al género

El fulanito tedioso de turno se coloca las mangas de la camisa y, concentrando todo el desdén que guardaba para el 2023, pregunta: ¿por qué solo escribes a propósito del cine que te gusta? Ella le mira, piensa «porque si no escribiría sobre tu cara» y sacando a la luz el porcentaje de Meryl Streep que lleva dentro (va a agotar todas las reservas para el 2023) esquiva la pregunta con una frase que le hace parecer más tonta de la cuenta.

¿Escribir sobre cine solo consiste en tirar por tierra el trabajo ajeno? Algunos que critican al de la puerta contigua, les hace parecer más interesantes estar en posesión de la verdad, en ocasiones se miran al espejo y tienen una reflexión precoz, connotación sexual mediante. Dentro de poco las líneas aéreas van a empezar a cobrar tasas por el exceso de ego. No hay espacio para todos.

Si hablamos de cine español determinados géneros son relegados a otros directores de otros países con nombres impronunciables. Cómo va a valorarse el cine rodado aquí. Cómo va a apretarse el hombro del tipo o la tipa de al lado…

La prueba de fuego es el paso del tiempo. Si una película envejece bien aguantará estoicamente el paso de los años, como los diseños de Cruz Novillo. Ocurre con un drama como Trainspotting (Danny Boyle; 1996) que muestra su vigencia a nivel de guion, composición e incluso banda sonora. Si hablamos de cine español más de una película encanecerá con dignidad sin necesitar tinte alguno. Géneros como el suspense o el thriller gozan de muy, (leer ese muy con luces de neón) buena salud. 

Sucesión de planos acelerados: el arranque de Celda 211 (Daniel Monzón; 2009) con el plano detalle de la muñeca, las fotografías científicas que simulaban ser las marismas en el inicio de La isla mínima (Alberto Rodríguez; 2014) y los descampados con sabor a wéstern de Tarde para la ira (Raúl Arévalo; 2016)… Fundido a negro… aparece en escena la mesa inmaculada de El autor (Martín Cuenca; 2017) y se cuela la secuencia del bosque de As Bestas de (Rodrigo Sorogoyen; 2022).

As Bestas cuenta con un buen montaje, buenas interpretaciones y un buen guion. Guion al que se le dio más de una vuelta. La importancia de darle empaque a las historias. Arévalo en Tarde para la ira lo consiguió escribiendo mano a mano con David Pulido, de profesión psicólogo. En el largo acompañábamos a su protagonista, Antonio De la Torre,  por todos los estadios o metaversos psicológicos posibles.

En este sentido, otro binomio de guionistas, Isabel Peña y Sorogoyen, repiten en As Bestas. Presentan a unos personajes bien cimentados dejando latente el sopor y la sensación de agobio. Materia prima para alguna que otra interpretación que se antoja premiada. Podría felicitarse a alguien por el mero hecho de ser indeseable, el actor Luis Zahera consigue la mención. ¿En ocasiones el enemigo está más cerca de lo que se cree? 

Sorogoyen lleva años arriesgándose con sus propuestas, ya lo hizo con Madre. El personaje interpretado por Marta Nieto, con cierto sabor a cine francés, se movía por los límites del dolor y el raciocinio sin caer en la lágrima fácil. Era difícil imaginar un personaje que nos hiciera perdernos en su propia psique de forma tan despiadada. 

Volviendo al thriller, en estos últimos años a nivel técnico el planteamiento visual también ha sido arriesgado. Raúl Arévalo rodó Tarde para la ira en analógico. Usó el destello de lente en su justa medida (en posproducción en ocasiones lo llaman Mocito Feliz) y utilizó la textura del grano para aportar ese sabor cañí de una España de verbenas, descampados y alguna que otra venganza. Qué decir de As Bestas, cada plano es una lección de cine o un guiño al plano anterior.

Ahora sí… Larga vida al thriller patrio.

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