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La revolución de Barbacoa – 14 de marzo

En Haití ha estallado la revolución de las pandillas. Barbacoa es el nuevo hombre fuerte del país mientras los cadáveres se acumulan impasibles en las calles, desdichados como los peatones que huyen de los tiroteos entre bandas y lo que queda de una micro policía. Había 9000 agentes en todo el país, cuenta el periodista Iñigo Herraiz: la mitad, ocupados en vigilar sedes oficiales. Casi 1700 dimitieron el año pasado y hoy se suman al ejército de migrantes que aspiran a una nueva vida en Estados Unidos. En Washington piden barcos de guerra para frenar las oleadas de haitianos que salgan de la miseria alimentada de pólvora.

Estados Unidos patrocina un consejo nacional de transición en Haití: la rimbombancia esconde los escombros del Estado: transición hacía qué y hacia dónde. Hace años que, en Haití, Gobierno no es equivalente a poder político. La polis, Puerto Príncipe, está en manos de bandas como la de Barbecue. Jimmy Chérizier fue antes policía de élite, precisamente contra las pandillas. Dice que el mote le viene de familia, vendedores de comida callejera. Otros aseguran que se lo pusieron porque le gusta quemar a sus enemigos. Y estos días llegan a acusarle de comerse a rivales. También en Haití el poder se construye con dinero e imágenes.

La revolución pandillera llega a un Haití para el que se preparaba una intervención internacional. Kenia iba a enviar policías, pero ya no saldrán de África. El primer ministro ultimaba los detalles cuando estalló la rebelión. No ha podido volver. Regresó a América vía Estados Unidos, con agenda secreta, y de ahí voló a República Dominicana, pero el país vecino se negó a que un helicóptero le cruzase el río Masacre. El aeropuerto de Puerto Príncipe está sitiado por las bandas, que también son capaces de cumplir el protocolo del coup d’etat.

El periodista Ricardo Ortega murió en otra revuelta en Haití, asesinado por balas estadounidenses. Washington patrocinaba aquella rebelión contra el presidente Aristide, forzado al exilio. «No puedes escapar de mis cicatrices», cantaban los Fugees del haitiano Wifcleaf Jean. Fugees: refugiados. A Haití se le ha respetado escrupulosamente la soberanía para irse al garete. Pero a sus ciudadanos no se les han dado papeles de entrada cuando escapaban del caos. Eso solo se ha aplicado a Cuba. A los huidos del socialismo, puente de plata; a los hijos de la pobreza y la violencia, la revolución de Barbacoa.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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