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La era de las multitudes – 23 de octubre

Los chalecos amarillos han salido a la calle en su acto cuarenta y nueve y la República sobrevive. Macron ha combatido el mayor desafío al orden republicano con policías y política: anuló la subida de combustibles y se inventó el gran debate nacional. A la policía le dio leyes para la represión. El estado de emergencia, decretado desde Bataclan, se ha convertido en Francia en ley antiterrorista. La urgencia permanente. Y además se ha aprobado la ley anti-casseurs, contra rompedores. En Francia han muerto once chalecos y veinte mil han sido detenidos. Este es el precio de asaltar los cielos de París y pintarrajear el Arco de triunfo. Las democracias consolidadas no son pacifistas.

Chile recuperó su democracia en el 89. Treinta años no se sabe si dan para consolidar libertades, pero sí para que un presidente piense que puede sacar los tanques a la calle. Lo ha hecho Sebastián Piñera, presidente-empresario, cuyo estado de sitio y sus diecisiete muertos en cinco días no consiguen detener las protestas. La rabia inicial contra el alza de precios del metro se ha convertido en una enmienda a la totalidad en el país más neoliberal de América Latina. Es así por Pinochet: dizque ciencia económica, represión masiva, y cuatro mil muertos y desaparecidos. Las dictaduras se diferencian de las democracias en que a los muertos no les dan entierro.

Las democracias se llevan peor con los muertos. Dan miedo y quitan votos. Por eso Bush escondió los ataúdes donde volvían los soldados que habían ido a matar iraquíes. Por eso aquel gobierno español ordenó meter deprisa y corriendo los restos de los fallecidos en Trebisonda. La violencia, la censura y la chapuza son género de consumo universal. En Seattle y Gotemburgo hubo heridos durante las protestas contra la globalización del G-8. Carlo Giuliani murió en Génova de un disparo de un carabinero. ¿Qué pasó?, se sigue preguntando Manu Chao. La insurgencia callejera vive en versos esperando el momento de lanzarse a las barricadas.

El siglo XXI es una era de multitudes. La masa permite que cada individuo se sienta parte de algo más grande que él, escribe William Davies, para quien vivimos un «estado perverso»: ágil, urgente, entregado a la novedad sentimental. No somos como los alzados de la Comuna de París, seguidores de un socialismo que creían científico. A ellos los aplastaron sin piedad, y la basílica del Sacré Coeur se levantó sobre sus cadáveres para expiar los pecados revolucionarios. La Iglesia, siempre a la orden. Hace un par de años, un grupo de parisinos pidió demoler el templo. El ayuntamiento se negó: era patrimonio histórico. Diez millones de personas lo visitan cada año. La multitud selfi agradece una barricada para hacer tendencia.


Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.

Víctor García Guerrero
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