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Cinefórum CCLXX: «El niño y el mundo»

En la anterior entrega de nuestro cinefórum nos acercamos a la animación de la mano de ¿Dónde está mi cuerpo?, una apuesta independiente que tuvo el aplauso de la crítica. Entre sus logros estuvo ganar el premio a mejor película independiente en los Annie de 2019. Esa categoría busca destacar las obras de animación que no provienen de un gran estudio, aquellas que, normalmente, han copado siempre los galardones. Se estableció en 2015 y su primera ganadora es, precisamente, la elegida hoy: El niño y el mundo.

Se trata del segundo largo del brasileño Alê Abreu y es el que le puso en boca de todo el mundo. Además de la ya mencionada victoria en los Annie, tuvo el gran logro de ser nominada a mejor película de animación en los Oscar, siendo derrotada por Del revés. También ganó en Annecy y se convirtió, en cierto modo, en un buen referente para la animación independiente.

Es un reconocimiento merecido, puesto que estamos ante una película que sabe exprimir todos los aspectos que la rodean y aprovecharlos a su favor. Su duración es corta, no llegando a los ochenta minutos, y les saca partido con una historia mínima pero llena de lecturas que pide a su espectador que le preste toda la atención. No confundamos esto con una trama complicada, porque es todo lo contrario; apuntémoslo en su haber a causa de ser, en la práctica, una cinta muda.

En realidad, en El niño y el mundo el sonido es muy importante, pero las palabras sobran. Se escuchan algunos galimatías sin sentido, aunque no hay diálogos. Todo se nos cuenta mediante la banda sonora, ruidos ambientales y la imagen. Y ahí brilla la película, mezclando diferentes técnicas de animación sin abandonar en ningún momento una estética casi infantil, aparentemente descuidada, con la que oculta una dura reflexión sobre los problemas que nos afectan como sociedad.

Porque ese niño solamente quiere estar con su padre, que se ha ido tratando de dar un futuro mejor a su familia. Y en esa búsqueda iniciática descubrirá que con la edad se abandona el idílico mundo que es la infancia y uno descubre la explotación en el campo, las condiciones terribles en las fábricas, la vida alienada de la ciudad… El niño y el mundo es un grito contra la falta de humanidad en nuestra sociedad, pero no abandona nunca el optimismo, como si la esperanza fuese un ave fénix dispuesto a renacer.

Ismael Rodríguez Gómez
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