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Cinefórum CXLVII: 13 asesinos

Ya comentamos la semana pasada que Luz que agoniza era en realidad un remake de Luz de gas realizado en los Estados Unidos solamente cuatro años después del original británico. La historia de las nuevas versiones, normalmente conocidas como remakes por comodidad y la fuerza del inglés, es muy divertida y variada. Hay directores que se han dedicado a ir haciendo nuevas versiones de sus propias películas una y otra vez; hay muchos remakes que solamente buscan sacar dinero aprovechando la fama de una película anterior, y proyectos tan incomprensibles como la Psicosis de Gus Van Sant… Pero también hay remakes que responden al avance de los tiempos y el proyecto de un director moderno que busca contar su propia versión de una historia, siendo respetuoso con el original y aportando nuevos matices. En ese honroso rincón estaría una película como 13 asesinos de Takashi Miike.

Se suele llamar chanbara al cine de samuráis, ese subgénero que hizo grande Akira Kurosawa y que cada cierto número de años entrega alguna película que destaca por encima del resto, volviendo a hacer que en Occidente nos acordemos de él. En este cinefórum hemos disfrutado ya de una visión reposada y crepuscular del género con El ocaso del samurái de Yoji Yamada; no obstante, en esta ocasión nos vamos al cine de samuráis más salvaje y visceral. En la línea de la mítica Los siete samuráis, esta vez podremos ver cómo se organiza un grupo, en esta ocasión de trece hombres, para cumplir con una misión.

Takashi Miike es uno de los directores más únicos y particulares del mundo. Últimamente debe notar la edad y no pasa de las dos películas al año, pero a principios del milenio nunca bajaba de tres. Su producción es inabarcable, alocada e incluso aleatoria. Películas infantiles, thrillers locos, ciencia ficción, terror… Todo puede pasar por sus manos, incluyendo el chanbara, claro, en el que ha realizado varias incursiones que muestran una visión bastante personal pero, sorprendentemente, también muy respetuosa con los originales. Su cine sigue siendo bastante salvaje, tiene personajes delirantes, la acción es moderna… pero se nota que en el fondo Miike adora el chanbara clásico. En algún momento ha llegado a decir que el problema con los remakes de las películas de Kurosawa, que los ha habido, es que imponían sobre la historia conceptos ajenos a la misma que respondían a los intereses comerciales del momento.

De ahí que en 13 asesinos no haya lugar para historias de amor sobrevenidas, para subtramas que nos distraigan. Al final, lo que tenemos es a un villano de los que ya no se ven enfrentado a un hombre de honor y sus seguidores. Los samuráis de Miike son hombres honrados que convierten una misión de asesinato en una lucha por todo lo que dignifica su sociedad. La larguísima batalla final es la mejor manera de abrazar el género y de elevarlo. En ella, todos los personajes tienen momentos para brillar, la acción habla por ellos y nos dice lo que sucede mejor que las palabras. Y entre todos los personajes hay que destacar el de Kiga Koyata, interpretado por un inspirado Yusuke Iseya, el único que no es un samurái y que puede que no sea siquiera un ser humano sino la personificación de la tierra y de los campesinos: un ser aparentemente inmortal, hambriento de sexo y pelea… La muestra de la mirada moderna en la historia eterna, la reivindicación de las clases populares en un género que normalmente los convierte en mero atrezo. A veces una cierta visión revisionista de los géneros populares sí tiene sentido.

Ismael Rodríguez Gómez
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