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Este no es un artículo sobre «Segundo premio»

Este no es un artículo sobre una película de dos: Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez. Isaki Lacuesta es el acrónimo de Isabel e Iñaki, pareja artística. Esta no es una película de Jonás Trueba, el director delegó el proyecto a sus creadores. Tampoco, en teoría, leyenda o no, es una película que cuente con el beneplácito del grupo. 

Segundo premio (2024), como su propio codirector indica, puede ser muchas cosas y ante todo narra el tránsito artístico de Los Planetas hasta la grabación de su disco Una semana en el motor de un autobús. Esta no es una película que cuente con aires de recreación exhaustiva; trata el libre albedrío en lo que a creatividad se refiere. Se ha inspirado en Los Planetas, pero no es una película de Los Planetas. Leyenda, realidad y el mundo onírico abren paso a una propuesta visual exonerada, más que reseñable.

¿Hay algo más jodidamente bonito que inspirar al otro? Isaki Lacuesta al recoger como director la biznaga en el Festival de Málaga lo hizo. Mostró a quiénes le inspiran. «Recordamos las canciones», apostillaba. Habló de Kiko Veneno y, guitarra en mano, fusionó el Sitio de mi recreo de Antonio Vega con el tema Línea 1 de Los Planetas. Quizá a Antonio Vega le hubiera gustado un homenaje en el cine así, creativo y desvirtuado. La televisión insulsa, aquel 12 de Mayo, cuando falleció Vega, lo desechó de la escaleta, solo el programa No Disparen al Pianista de RTVE se dignó a homenajearlo. Y otros tantos se quedaron sin saber que era un gran guitarrista y un obseso de la composición y la gramática.

Este no es un artículo sobre un biopic al uso, ni una promo de Fitur de Graná (no me corrijas, editor, no tengas «……llá»), pero Granada está muy presente. Cualquiera que haya estado en la sala de conciertos Planta Baja agradecerá el trabajo del director de fotografía recreando el descenso a aquel mundo submarino. Algo interesante podría suceder tras escuchar al batería marcar el tempo. Otros tantos hicieron su pequeño homenaje a Planta Baja como Juarma en su novela Siempre ganan los monstruos. Por cierto, la denominaban como la Trainspotting andaluza. Y hablando de Trainspotting (1996), Segundo premio también se nutre de FX para realizar metáforas visuales. El sutil paralelismo se centra en los efectos especiales, no en el discurso. Esta no es una película de excesos, drogas o amarillismo, que quede claro. También recuerda en algunos momentos, en la estética, a aquella película de Hari Sama Esto no es Berlín (2019).

En Segundo Premio Lorca, Morente o Antonio Arias están presentes. Quizá encuentres el disco Omega, tan arriesgado e innovador, rebuscando en los vinilos del Bora-Bora. Qué suerte ser músico en Graná. Formar parte de una ciudad que es el epicentro del rock y el pop indie como Gijón o Murcia. Los Planetas, 091 (no hay que olvidar la vinculación de Joe Strummer con Lapido) Lagartija Nick, Soleá Morente, Lori Meyers o Niños Mutantes.

Esta no es una película que emule la visión de la música underground londinense, tampoco busca el blanco y negro del biopic sobre Joy División, Control (2007). No le hace falta. Tiene su propia estética. Le basta con túneles anaranjados y calles empedradas y angostas. Tampoco es una película solo de actores; la mayoría son músicos: Daniel Ibáñez, Eduardo Rejón, Chesco Ruíz, Cristalino o Mafo. Cristalino sostiene al espectador plano tras plano con la ternura de su mirada y con otro músico, Mafo, se nos escapará más de una sonrisa. Estos últimos quizá cuenten con ventaja por el trato directo con el resto de grupos de la escena musical granaína.

Esta no es una película sobre la reverberación de las cuevas del Sacromonte, la vida al sol en las azoteas en calle Elvira o en los patios del Albayzín. Ni de quienes contribuyeron a afianzar el indie nacional. Es algo más. Es una historia de amistad y de trabajo en equipo… La de «los planetas que se nos muestran» y la de sus actores. También es de aquellos que ejercen como noray y nos anclan a la tierra para estar seguros, como May Oliver, Stéphanie Magnin Vella, bajista fundadora de Los Planetas, que pese abandonar el grupo y preservar su intimidad, está muy presente en el imaginario de la película. 

Dicen que las amistades en la infancia, con el paso de los años, incluso de décadas, siguen relacionándose del mismo modo, jugando. Esta es la historia de un grupo, en otra etapa de la vida, que quizá aprendió a comunicarse a través de la música, en el estudio, abriéndose paso, inexorablemente, tras los resquicios como la luz difractada. Esta no es una película exclusiva para fans del grupo, también puede servir de excusa para acercar a otras generaciones a la buena música (aunque al grupo no le haga falta la promo). Y, con la excusa de una película sobre su leyenda, de algún modo, puedan trasladarse a otro tiempo en Planta Baja, sintiendo la vibración de los graves antes de dar el siguiente trago a la cerveza. Quizá escuchen aquel disco que Los Planetas grabaron en Nueva York, descubran Segundo Premio, Línea 1, Parte de lo que me debes, Santos que yo te pinté y La Copa de Europa. Quizá escuchen a Morente o lean a Lorca… Y como «recordamos las canciones», ahí tenéis una pequeña lista. Ya lo decía Jonás Trueba, en ocasiones todas las canciones hablan de mí. 

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