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Cinefórum VII – Balas o votos

Tomando como punto de enlace El hombre que vino a cenar (The Man Who Came to Dinner, 1942), nos sumergimos en la filmografía de su director, William Keighley  para encontramos un título tan potente como eficaz, Balas o votos (Bullets or Ballots, 1936).

Rodada en 1936 y protagonizada por Edward G. Robinson, Joan Blondell y Humphrey Bogart, Balas o votos nos muestra una historia de gánsteres, ambientada en los años posteriores a la prohibición, donde los mayores criminales no viven en barrios de inmigrantes ni trabajan en las trastiendas de suntuosos cafés, sino que anidan en las capas más altas de las élites económicas, bajo el amparo de una supuesta honorabilidad e incorruptibilidad. Edward G. Robinson encarna a Blake, un policía abrupto en sus formas (inspirado, por cierto, en un detective real de la época llamado Johnny Broderick) que, tras simular su expulsión del cuerpo policial, se infiltra en un grupo criminal. El violento y despiadado Fenner (Humphrey Bogart) desconfía de él en todo momento y no le pondrá las cosas fáciles. Joan Blondell, en un papel inusual (aunque secundario) para los roles de género de la época, encarna a Lee Morgan, la dueña de un negocio de lotería que se ve envuelta en la maquinaria criminal que le rodea.

07-bullets-or-ballots-2Balas o votos es una película típica y atípica al mismo tiempo. Me explico: es una película típica por su forma, en la que dos personajes enfrentados, uno en el papel de héroe rudo aunque honorable, encarnado en la figura de Edward G. Robinson (quien por cierto se llamaba Emanuel Goldenberg y cambió su nombre debido a las dificultades laborales que en la época suponía ser judío), y otro en el del villano Fenner, cruel y violento, luchan por sobrevivir en un entorno hostil en el que las apariencias engañan y donde, aunque los malos bailan al son de un mal mayor, la justicia del Estado ha de imponerse victoriosa. Pero nos encontramos, además, ante una película atípica por el fondo: a pesar de ser una película muy ágil, la acción es limitada, aunque aparece ocasionalmente y de forma casi hilarante a través de los puñetazos que el protagonista reparte a diestro y siniestro. La figura del gánster no aparece aquí idolatrada al estilo de los románticos bandoleros idealistas que luchan contra el sistema con sagacidad y picaresca, burlando la ley para poder medrar, sino que se muestra como un parásito criminal que forma parte de un corpúsculo mayor, a extirpar de la sociedad.

Sin embargo, aunque la justicia prevalece, este filme no es un documento adoctrinador como el que se muestra, precisamente, en la primera escena de la película en la que los mafiosos acuden a un cine a verse a sí mismos en un magazine, sino que resulta casi una suerte de profecía, ya que los verdaderos villanos, los que mueven los hilos de la corrupción, son los dueños de los bancos (esto nos sonará a todos de algo). Igualmente, el poder se refleja como generador de opiniones de los medios de comunicación de masas, tanto en la escena mencionada como en la figura del editor que desafía a la mafia al principio de la cinta (otro aspecto que tampoco nos es ajeno en tiempos actuales).

Balas o votos es, por tanto, una película muy recomendable tanto por la agilidad y entretenimiento que ofrece la trama, como por el interés que subyace en el trasfondo de los personajes y su mundo que, aunque nos pese, también es el nuestro.

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