NELINTRE
Cine y TV

Juez Dredd y la pantalla (II): Un nuevo Juez para una nueva época, Dredd 2012

Es muy difícil recuperarse de una mala excursión a la gran pantalla. La memoria del espectador medio es prácticamente fotográfica cuando se reencuentra con un personaje que sabe que fue un fracaso hace unos años. Da igual cuanto tiempo pase, tu nueva película siempre será «la continuación de aquella tan mala». A menudo, esta estrategia defensiva es acertada, pero en alguna ocasión puede conseguir que buenas películas pasen por nuestras pantallas sin pena ni gloria, como fue el caso de Dredd (Dredd, 2012).

Ya hemos tratado en un artículo anterior la película de Stallone dedicada al personaje nacido en 2000 AD, así que no vamos a seguir haciendo leña del árbol caído. Baste decir que en esta ocasión era perfectamente comprensible todo el reparo que se pudiese tener ante la nueva película del bueno de Joe Dredd ante el temor de que tuviera alguna relación con la charlotada protagonizada por el semental italiano.

Tal vez por eso la creación de Wagner y Ezquerra durmió durante muchos años el sueño de los justos. Mientras tanto, la industria cinematográfica británica no dejaba de crecer y entraba en un nuevo mundo cuyo panorama resulta muy alentador. Las islas producen cada vez más películas y de más géneros diferentes, y hasta se atreven a realizar producciones de cierta envergadura que antes hubiesen resultado imposibles. Cierto es que muchas veces tienen que hacerlas de la mano de los Estados Unidos, pero eso es lo de menos. Hijos de los hombres (Children of Men, 2006), Sunshine (Sunshine, 2007) o Moon (Moon, 2009) son algunos de los primeros ejemplos que nos pueden venir a la cabeza.

Precisamente de la segunda de las películas mencionadas, la Sunshine de Danny Boyle, surgiría el germen de la vuelta de nuestro juez favorito a las pantallas. Su guionista, Alex Garland, sería el culpable.

Reconstruyendo al Juez Dredd

Tuvieron que pasar ni más ni menos que diecisiete años antes de que el Juez Dredd consiguiese volver a la pantalla. Es justo señalar, de todos modos, que el proyecto ya estaba sobre la mesa desde aproximadamente 2006 según Alex Garland.

La figura de Garland es bastante interesante. En sus inicios, este historiador del arte destacó como un autor literario fácil de adaptar de la mano de sus dos primeras novelas. De hecho, estas serían adaptadas en La playa (The Beach, 2000) y en la mucho menos conocida Tesseract (The Tesseract, 2003). El gusanillo del cine debió picarle con ganas, porque antes de que Dredd llegase a la pantalla ya había firmado los guiones de 28 días después (28 Days Later, 2002), Sunshine y Nunca me abandones (Never Let Me Go, 2010). Finalmente, en este mismo 2015 hemos podido disfrutar de su primera incursión en el mundo de la dirección de la mano de la muy disfrutable Ex Machina (Ex Machina, 2015).

Su origen inglés y el conocimiento de su cercanía con John Wagner durante la realización del guión podrían considerarse indicios de que nos encontramos con una adaptación fiel y cercana al universo del cómic. A pesar de esto, es mejor que no nos llevemos a sorpresas inesperadas, porque la película no consigue ser la traslación perfecta de lo que nos mostraba el papel.

El cine, debemos recordarlo siempre, es un medio muy diferente al cómic. Cuando las historietas del Juez Dredd empezaron a publicarse en 2000 AD, cada uno de los números nos iba a traer entre seis y ocho nuevas páginas a partir de las cuales el lector debía construir su propia visión del complejo universo de Megacity Uno y alrededores. Ese proceso de construcción mental, esa obligación del lector de rellenar los huecos que aparecen en la historia, no puede ser trasladado de manera directa a la gran pantalla.

De ahí que Garland abandonase su idea primigenia de presentar al personaje del Juez Muerte como el villano de la película; también la de adaptar alguna historia clásica como Democracy u Origins. En su lugar, tras varios borradores, Garland decidió contarnos una historia pequeña dentro del universo de Dredd, una de esas breves visitas a su mundo futurista que abundan en los números de 2000 AD, donde una guerra entre bandas puede ser el vehículo perfecto para la acción.

El proyecto podría haber sido muy diferente si Duncan Jones (hijo de David Bowie y con el reciente éxito de Moon como tarjeta de presentación) hubiese aceptado el trabajo. En unas declaraciones a Man Made Movies este reconoció haber sido la primera opción del proyecto, pero haberlo abandonado porque su visión de Dredd no coincidía con la de Garland. Según Duncan Jones, su Dredd habría sido realmente extraña, oscura y divertida. A pesar de que él mismo reconociese que no sería muy vendible lo cierto es que suena como algo muy fiel al cómic que debería haber adaptado.

En su lugar, se decidió confiar la dirección a Pete Travis. Director formado en la televisión británica, esta sería su segunda y hasta el momento última producción cinematográfica tras la floja En el punto de mira (Vantage Point, 2008). Sin embargo, debemos señalar que en ese discurrir por la pequeña pantalla se había ganado la admiración de todo el mundo gracias, sobre todo, a su Omagh (Omagh, 2004), una coproducción entre el Channel 4 inglés y la RTÉ irlandesa que ganó el BAFTA, entre otros logros.

A la hora de escoger los actores principales, la elección fue tan inteligente como efectiva. En lugar de buscar una estrella de acción sobre la que construir la cinta, se seleccionaron actores de perfil medio pero demostrada solvencia, que pudieran dotar a la película de un nivel artístico alto sin intervenir ni condicionar en exceso en el proyecto. Así, Karl Urban sería una elección perfecta para interpretar a Dredd, un actor que cuenta con una carrera consolidada pero al que los papeles protagonistas tienden a evitar. La secundaria de lujo Olivia Thirlby y los muy televisivos Lena Heady y Wood Harris completarían un reparto sin grandes nombres pero sin puntos flacos y que, por fortuna para el espectador, evita cualquier atisbo de secundario cómico. Destacable es también la presencia de Domhnall Gleeson antes de su reciente explosión en el mundo cinematográfico.

Así pues, Dredd se construyó como una producción de tamaño medio que debería venderse por su calidad y no por ningún nombre que atrajese al público. La apuesta era tan arriesgada como atractiva. ¿Merecería la pena el resultado?

De casualidades y acusaciones injustas

Dredd - The Raid vs Dredd

Pero antes de sumergirnos en la cinta merece la pena detenernos unos instantes para comentar un suceso que rodeó su estreno y que, desde entonces, sigue apareciendo de manera ocasional en publicaciones especializadas. Lo cierto es que durante mucho tiempo parecía que solamente se podía hablar de Dredd por motivos ajenos a la misma.

Merece la pena recordar que la película llegó a España en una de sus primeras fechas, el día 7 de septiembre de 2012, 14 días antes de su estreno en Estados Unidos y a la vez que se estrenaba en el Reino Unido y en Irlanda. Para entonces, en el país al otro lado del océano ya hacia un tiempo que se había estrenado Redada asesina (The Raid: Redemption, 2011), una de las películas de acción más celebradas de los últimos años.

Las aparentes similitudes entre ambas películas pronto fueron apuntadas a lo largo de la red de redes. Las dos sitúan la acción, cierto es, en un edificio donde el protagonista se ve atrapado y obligado a enfrentarse a sus enemigos mientras asciende piso a piso hasta llegar a enfrentarse al villano final. La sospecha no tardó en aparecer: ¿era Dredd una copia occidental de una mucho más original película procedente de Indonesia?

Pero, como suele pasar en el mundo del entretenimiento al final las fechas de estreno nos pueden engañar fácilmente. El proceso de construcción de una película es largo y tortuoso, y a menudo los periodos de postproducción resultan muy dilatados. Baste saber que, a menudo, cuando una película llega a nuestras pantallas, podemos considerarnos afortunados si hace poco más de un año desde que se finalizó el rodaje.

Y eso fue lo que sucedió en este caso. Dredd se empezó a grabar el 12 de noviembre de 2010 en Ciudad del Cabo. Mientras tanto, Redada asesina aún era un proyecto, hasta el punto de que su rodaje no se iniciaría hasta marzo del 2011. Evidentemente, y a pesar de lo que uno sigue leyendo por foros y semejantes, a menos que creamos que Alex Garland tiene alguna suerte de poder psíquico o que Pete Travis es un viajero temporal, la teoría de que Dredd es una copia de la película de Gareth Evans no se sostiene de ninguna manera.

Este caso no es muy diferente al producido en el cine español con el estreno de La isla mínima (2014), cuando sus paralelismos con la serie americana True Detective (True Detective, 2014) llegaron a despertar todo tipo de teorías y acusaciones que se desmontaban simplemente comprobando la fecha en la que el rodaje de la película había finalizado. A pesar de esto, todavía muchos demuestran no fiarse del todo de los datos, defendiendo que seguramente se pudiera tener acceso a una versión anterior del guion… Al final los cinéfilos son, después de todo, iguales que el resto de los mortales: incapaces de aceptar la realidad cuando esta ataca una creencia que ya han establecido como cierta. Nada nuevo bajo el sol.

El Dredd que nos ha tocado vivir

Dredd - Jueces

Volvamos ahora la mirada a la cinta. Dredd es, de manera sucinta, una de las películas de acción más honestas y bien realizadas que hayan llegado a nuestras pantallas en los últimos años. Una producción sin ínfulas, que no considera estúpido a su espectador en ningún momento y que no escamotea sangre ni violencia. Ojalá hubiese muchas más películas así cada año.

Dredd parte de la anécdota para construir una historia que deja que sus personajes principales hablen por medio de sus acciones. A veces parece que el cine tiende cada día más a una sobreexposición y a diálogos que nos explican la propia acción. En su lugar, esta cinta apuesta por una vuelta a las esencias del cine de acción, por la narración visual ante la que nosotros, los espectadores, debemos interpretar las intenciones últimas de los protagonistas y sus antagonistas.

Una buena muestra de ello es que cuando uno recuerda Dredd no va a recordar ninguna frase afortunada (dejando de lado su ya clásico «¡yo soy la Ley!», claro) sino las acciones de los personajes. Cuando la Juez Anderson demuestra ser capaz de enfrentarse a la corrupta miembro del cuerpo enviada a acabar con ella, no necesitamos que nos diga nada. Ya se sabe que un gesto dice más que mil palabras y el tándem formado por Travis y Garland tomó buena nota de ello.

Es también Dredd una película clásica en la construcción de su itinerario dramático. El verdadero protagonista, en este sentido, no es el Juez Dredd sino su aprendiz, la futura Juez Anderson. Dredd es un personaje ya construido y finalizado, seguro de sí mismo y cuyo punto de vista no cambia durante todo el metraje. De hecho, el final de la película puede engañar a más de un espectador y hacerle pensar que Dredd ha aprendido también de la experiencia, pero eso no parece ser más que un espejismo. A pesar de su duro caparazón, es difícil pensar que el personaje interpretado por Karl Urban aprenda ahora a apreciar la verdadera valía de los reclutas.

La guía en nuestro viaje a Megacity Uno es en realidad Cassandra Anderson. Una mutante dotada de poderosas capacidades psíquicas, pero también una aspirante a juez incapaz de pasar los exámenes para el puesto. Es el suyo un viaje iniciático de la mano de un maestro que no tiene lugar para la compasión, en un entorno que no permite ningún tipo de duda o error. Ante semejante panorama, uno podría esperarse que la futura Juez Anderson cayese en una visión del mundo semejante a la de su mentor, que perdiese su humanidad innata y se convirtiese en otro engranaje más del sistema. Pero aquí la película se mantiene firme y nos dice que un buen juez puede ser también una buena persona, al menos en parte. Eso es lo que hace que Dredd vea en Anderson a un igual, un nuevo juez que es capaz de administrar justicia sin perder sus propias convicciones.

Pero, a pesar de que Urban haya construido al mejor Dredd que podríamos esperar de la mano de una interpretación tan contenida como intensa… este no es el Dredd que vio la luz allá por los últimos años setenta.

Cierto es, y ya lo han comentado mejor otros en esta misma revista, que Dredd no es un personaje monolítico y su evolución ha sido notable durante el transcurso del tiempo. Pero no por ello debemos renunciar a los elementos que, recordemos, le convirtieron en el icono que es hoy en día. Y no hablamos ahora de elementos puramente estéticos como la desaparición del águila que siempre aparece en su uniforme dibujado (de hecho el diseño de la armadura de los jueces es difícilmente criticable) sino de la pérdida de ese punto grotesco, irónico y hasta demencial que rodeaba las mejores historias del personaje.

Es fácil identificar el mundo en el que transcurre Dredd porque, simplemente, se parece demasiado al nuestro. La efectividad de esos planos generales en los que vemos la aparentemente inacabable Megacity Uno se ve amplificada por su capacidad para recordarnos a nuestras propias megalópolis. Del mismo modo, la malvada Ma-Ma no dejaría de resultarnos creíble en un film de acción ambientado en la actualidad y las bandas que ocupan Peach Trees resultan mucho menos pintorescas que las que podíamos ver en, por ejemplo, Los amos de la noche (Warriors, 1979).

En ese reconocible paisaje, Dredd se erige en héroe moderno. La película huye de la ironía y nos muestra a un personaje cuya entrega a la ley no se ve atacada en ningún momento. Para Dredd el deber lo es todo y la ley debe prevalecer, y estos son los presupuestos que hacen que en cada momento tome la decisión moral más adecuada y termine prevaleciendo. A pesar de que la cinta consigue transmitirnos una verdadera amenaza física para el protagonista y exige del mismo que eche el resto en varias ocasiones, nunca ataca la visión que este tiene del universo, de la realidad.

La película renuncia así a la dimensión más irónica del material original, a aquellos momentos en los que la patológica adhesión a la ley del Juez Dredd ayudaba a iluminar lo absurdo del mundo que le rodeaba. Una vez Megacity Uno se ha convertido en el mundo real, limando en el proceso muchas de sus aristas, Dredd debe convertirse también en un personaje verosímil, renunciando a parte de su propia naturaleza en el proceso.

Un personaje inadaptable… ¿o no?

Dredd - Juez Muerte

El hecho de que Dredd no fuese un éxito de taquilla debería pesar sobre los hombros de todos los aficionados al buen cine de acción. Tal vez la herencia del fiasco anterior del personaje, una publicidad no demasiado acertada y la insistencia en el componente 3D de la película le hicieron perder atractivo ante el consumidor habitual del género en las salas cinematográficas. Posiblemente nunca veremos una continuación en la gran pantalla, pero la esperanza es lo último que se pierde.

Pero si en su dimensión de película de acción la cinta resulta impecable, no lo es tanto como película del Juez Dredd. Tal vez la realidad es que debemos rendirnos y admitir que nunca veremos una película de acción real digna del primer Juez Dredd, de aquel que se abrió paso hasta la imaginación colectiva de toda una generación de lectores de cómics. Tal vez ese delirio necesario nunca pueda equilibrarse con la seriedad que se exige de una producción cinematográfica para no fracasar en taquilla. Tal vez lo máximo a lo que podamos aspirar es a un sucedáneo, hijo de nuestro tiempo, como este Dredd.

Sin embargo, puede que exista una vía diferente, que no dependa de la imagen real. Eso debieron pensar algunos tras ver la película de Travis. Pero esa es otra historia y de ella hablaremos en otra ocasión.

Ismael Rodríguez Gómez
Últimas entradas de Ismael Rodríguez Gómez (ver todo)

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba