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Ghana: ropa de hombre blanco muerto – 7 de octubre

En Ghana llaman a la ropa usada obroni wawu: significa «ropa de hombre blanco muerto». En el país africano reciben cada día cuatrocientas toneladas de pantalones, vestidos y camisas venidos de Francia, España, Alemania, Estados Unidos. Las ONGs caritativas embalan la ropa desechada en el mundo rico, rellenan contenedores y la envían en grandes cargueros. Los mercaderes locales venden una parte (vaqueros a un dólar, blusas a dos) y el resto, casi la mitad, lo tiran. Las playas de Acra están inundadas de una moda cadáver.

Al Yazeera ha rodado en Ghana con comerciantes, porteadoras y ecologistas. «En Occidente piensan que en África no somos seres humanos», se queja un importador: «si quieres ayudar, no le das al que lo necesita lo primero que sacas de la basura». El hombre blanco ha donado ropa sucia de sangre y sudor. De un fardo de doscientas piezas, se salvan siete: el resto acabará en el vertedero. Acra está marcada por el humo eterno de la ropa quemada. Aquí desechan ciento sesenta toneladas de ropa al día. En el mundo, al año, son noventa y dos millones de toneladas: una descarga de camión en un vertedero cada segundo.

«Sin dramas», dice el eslogan de la tienda de ropa online Zalando sobre sus prendas usadas. En inglés, preowned: preposeídas. O sea, devueltas. Lo fashion también es engañar al lenguaje, modisto de la realidad. Las grandes marcas de moda tenían en marzo ciento sesenta mil millones de euros en ropa sin vender. No era culpa de la pandemia, sino de su propio camino del exceso con final en el vertedero. El virus no ha frenado la fiebre consumista, que ha hecho más gigante a Shein, el Inditex chino. O a Bernard Arnault, el hombre más rico del mundo, dueño de un imperio con perfume de Givenchy.

El imperio del algodón, escribe Sven Beckert, construyó el capitalismo de violencia y coerción en el que vivimos: cultivadores precarios o esclavos, y obreros retenidos frente al telar de Bangladesh, esa Manchester sin Engels para retratarlo. Diógenes el cínico vivía en una tinaja en la Atenas de gloria imperial y buscaba «hombres honestos» con una lámpara encendida a plena luz del día. Solo se cubría con un manto porque la ropa era un «falso bien». Los nazis glorificaron los cuerpos desnudos. Pero encargaron a Hugo Boss que diseñase las ropas de las SS. A la muerte se va con clase.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

Víctor García Guerrero
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