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Arte y Letras

Mosquetero, de Fred Duval y Florent Calvez

Los romances de Alexandre Dumas sobre los mosqueteros, y los cómics, las series y las películas derivadas de ellos, han tenido siempre una presencia constante en nuestra cultura popular desde la ya lejana publicación del primer capítulo del folletín de Les Trois Mousquetaires en marzo de 1844. El número de adaptaciones de esta obra en medios gráficos y visuales es inabarcable, así como también lo son los diversos intentos de continuaciones que han llevado a los personajes más allá de los relatos originales, a veces ignorando las propias continuaciones de Dumas o lanzándose a aventuras completamente inéditas. Tal es así que, como otros personajes que han alcanzado el mismo rango de arquetipo, la mayoría cree conocerlos sin haber leído nunca las obras en las que aparecen.

En los últimos años este campo de Los tres mosqueteros tratados como personajes genéricos, inmersos en aventuras totalmente diferentes a las ideadas por Dumas, o a sus homólogos históricos, ha dado lugar a dos experimentos como son la entretenida (sin más) serie de la BBC o la infame película dirigida por Paul W. S. Anderson en 2011. No voy a detenerme aquí esta vez en mi convicción de que los mosqueteros necesitan, aún, una adaptación verdaderamente fiel que nunca han tenido y, sobre todo, que permita a una nueva generación conocer a los personajes en una forma más digna.

Hablando, de una vez, sobre este cómic de Fred Duval y Florent Calvez, debo señalar que escoge un camino completamente distinto: recoge parte de la imaginería que todos asociamos con las creaciones de Dumas y toca algunos de sus elementos temáticos y protagonistas, pero para ofrecer una aventura histórica nueva con personajes, en su mayoría, nuevos.

El protagonismo en esta obra es ocupado por un joven gascón, Alexandre de Bastan, que llega a París en 1661 para convertirse en mosquetero bajo la protección de un ya veterano D’Artagnan, pero podemos suponer que este D’Artagnan no es el personaje de Dumas, sino un trasunto diferente de la misma persona real que sirvió como base para la creación original, Charles Ogier de Batz de Castelmore, Conde D’Artagnan.

Este D’Artagnan de Duval y Calvez es un personaje mucho más oscuro que la representación folletinesca, aunque siempre viene bien recordar que los héroes de Dumas no eran precisamente un dechado de virtud irreprochable. Quizás a más de uno, a mi el primero, le resulte chocante este contraste. Es posible que los autores eligieran precisamente a este personaje, y lo llamaran por el nombre más reconocible en vez de ocultarlo bajo algún otro de sus apellidos, precisamente para que sintamos la misma desilusión a la que se enfrenta Alexandre de Bastan cuando su ídolo se muestra como un personaje mucho más siniestro de lo que él recordaba de su infancia.

El primer álbum de este cómic se centra en la detención de Nichlas Fouquet en 1661, anécdota que también tiene cabida en El vizconde de Bragelonne (Alexandre Dumas, 1847), y en una complicada trama de espías en torno a ciertos documentos que comprometen al reino. También se presenta a otro mosquetero, un cínico veterano de nombre Portau, que, pese a compartir el nombre con el personaje que sirvió de inspiración para otro de los héroes de Dumas, no puede ser el mismo, ya que Isaac de Porthau (o Portau) se retiró de los mosqueteros en 1654.

En esta trama se inserta la figura de Madame de Locuste (en referencia a la envenenadora al servicio de Agripina), una espía que cuenta con la ayuda de la hermosa Eloïse de Grainvlille, su aprendiz, que juega un papel similar a la idea popular de Milady.

El segundo álbum, que se abre con el incendio de Londres de 1666, se centra más en los planes y motivaciones de Eloïse, aunque aún queda mucho por desvelar cuando cerramos las cubiertas sus cubiertas: la colección en Francia, hasta el momento, no ha avanzado más allá de estos dos álbumes (que Yermo ediciones nos ofrece unidos en uno solo tomo) por lo que resulta imposible saber cuántas historias siguen teniendo los autores en el tintero.

Fred Duval (autor también de Carmen Mc Callum) es una figura con experiencia y profesionalidad que intenta narrar un argumento relativamente complejo de forma bastante lineal, aunque a veces sea necesario repasar los actores principales del drama para no perderse. Presenta el escenario histórico con claridad, aunque por momentos sería recomendable ojear algún artículo sobre la época y sus protagonistas para comprender algunos de los elementos del mismo o saber quién es quién en la larga lista de personajes mencionados e implicados en la trama.

El dibujo resulta por momentos tosco, sucio incluso, mostrando mayor maestría en la ilustración arquitectónica o paisajística (la recreación de edificios es magnífica) que en las figuras humanas y en los rostros. Algunos personajes resultan difíciles de distinguir en la forma en que se dibujan, especialmente aquellos que comparten peinado o arreglo del vello facial. El coloreado matizado, que ya proporciona sombras, aparece unido a unas tramas, realizadas a mano que a veces dan lugar a viñetas demasiado oscuras o sobrecargadas y a unos rostros en ocasiones con rasgos involuntariamente caricaturescos. Observando otras obras de Florent Calvez (L’histoire de Sacco & Vanzetti) en que no se observa este recargamiento del dibujo, parece que se trata de una decisión consciente, quizás buscando imitar el estilo de grabado de la época. Desde mi punto de vista, es una apuesta poco afortunada.

Las portadas de Ugo Pinson, magnífico ilustrador histórico y dibujante (Stonehenge), son muy hermosas: la primera, que ilustra el tomo, muestra el final de una lucha callejera con un plano centrado en la espada manchada de sangre del personaje principal, que se completa por la masa de espectadores anónimos; la segunda, a Eloïse ante un palacio y llevando una carta en la mano, resaltando un trabajo exquisito de las telas y pliegues de su vestido.

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