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Cinefórum CCXLVI: «Cronos»

Se habla poco de que el recurrente dilema autor-obra a veces sufre una inversión perversa: cuando la personalidad de un creador está por encima de su arte. O dicho de otra manera: que un autor te resulte más interesante que su propia obra. Aunque decir esto de Guillermo del Toro, invitado del cinefórum de esta semana, no parece muy justo: es evidente que su cine tiene virtudes suficientes como para trascender su figura, por muy bien que nos caiga el tío. Pero, al menos para el que esto suscribe, algunas de sus películas se cuentan como ocasiones perdidas; cintas que, una vez vistas, no acaban de dar lo que prometían o lo que yo creía que prometían (y quizá ese sea el problema, claro). Sin embargo, su obra de debut no es una de ellas.

Emparentada con nuestra anterior invitada por la condición metafórica de su espíritu vampírico-entomológico y las evocaciones a la nueva carne, Cronos (1993) fue la celebrada presentación en sociedad de un Guillermo del Toro curtido hasta entonces en las tramoyas del medio (cortos, efectos especiales, maquillaje, storyboards) y que para su primer largometraje conseguiría el mayor presupuesto conocido hasta la fecha para una cinta mexicana (la deuda del rodaje acabó de pagarla en 1997 con su siguiente película, ya en Hollywood: Mimic). El resultado es una obra que, vista hoy, resulta toda una declaración de intenciones de lo que iba a ser la carrera del director: una puesta en valor de la ficción fantástica desde el entusiasmo reverencial.

La propia sinopsis del film lo corrobora: Jesus Gris (Federico Luppi) es un anticuario de Ciudad de México que encuentra un extraño artilugio creado por un alquimista medieval. En el interior vive un insecto que, a cambio de sangre humana, proporciona la inmortalidad. Sin embargo, fuerzas oscuras ansiarán hacerse con el artefacto a cualquier precio.

Cronos Guillermo del ToroAsí, partiendo de postulados narrativos muy reconocibles, del Toro revisiona el mito del vampiro en lo que será una máxima de su cine: hacer del horror fantástico un cuento romántico donde se den cita una amalgama casi incontenible de géneros (melodrama, comedia, suspense, gore…). De hecho, el propio cineasta ha definido su debut como cine prefiki, y es que en él encontramos (casi) de todo: una deconstrucción cristológica en clave alquímica; un melodrama familiar con el trasfondo emocional del Frankestein de la Universal; una comedia negra con aires de thriller cartoon… y todo ello bajo reminiscencias estéticas del expresionismo alemán y de la Hammer de Terence Fisher, con el escenario de fondo de un México que hace del costumbrismo patrio un sello de identidad original e intransferible.

Cronos tendría una gran (y premiada) vida en el circuito de festivales internacionales, convirtiéndose rápidamente en cinta de culto y trampolín para un cineasta que, desde entonces, no ha dejado de enarbolar la bandera del frikismo hasta coronar con ella la mismísima cima hollywoodiense. Su inquebrantable y honesta apuesta bien valen nuestros respetos y, a veces, nuestro entusiasmo.

Marcos García Guerrero
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